Basado en la experiencia de muchos años trabajando con personas y equipos y su formación, ToT es un Proyecto de Coaching Activo que nace para ser un faro que ilumine el Camino para el Autoconocimiento y el Crecimiento, en lo Personal y en lo Profesional. Un Apoyo para tu Gestión del Cambio.
Creo que no. No es funcional, como diría un coach...
La verdad es que es humano quejarse. No me refiero a reclamar, no. Ni a la queja que se refiere al dolor físico. Quiero hablar del lamento por algo que no nos gusta y que preferiríamos que fuese de otra manera.
A esa queja me refiero. Y digo que es humano porque, que yo sepa, somos la especie que tiene esa facultad, la de quejarse por lo que ocurre. Y por lo que no también.
Hay personas que son la queja personificada. Pueden resultar muy incómodas. Todo les parece mal o motivo de queja. Cuando se pasa por circunstancias difíciles, cuando los acontecimientos nos alteran o algo nos está costando mucho, quejarse puede ser una respuesta inicial comprensible.
Pero recrearse y darle vueltas no vale de nada. Contárselo a todo el mundo tampoco. Lo que sirve y sí es funcional es actuar. Ante lo que percibimos como una circunstancia adversa, hay que pasar a la acción. Y quejarse lo justo. Lo menos posible. O nada. Porque la queja, aunque puede ser un desahogo, no conduce a nada realmente. Es una expresión de nuestra disconformidad con los acontecimientos y situaciones. Que pasan, con o sin queja. Quejándonos no podemos evitar que sucedan las cosas, ni hacer que no "hayan pasado" La reacción ante un suceso, un contratiempo, o algo que nos acontece y que percibimos como negativo, mejor que sea una acción. Reaccionar actuando. Es mejor. A mi, como a todo el mundo, me suceden cosas que no me gustan, que preferiría que no me sucediesen. Pero no voy a quejarme. Así lo he decidido. Voy a analizar y decidir lo que voy a hacer. Si es que tengo o debo hacer algo. Pensar "vaya mierda", o cosas así, la verdad es que no ayuda mucho. No es muy útil. Te pueden paralizar los pensamientos de ese tipo. "Qué asco", "qué mal", "no me gusta", "uf"... Ponerse en acción, haciendo lo que podamos hacer al respecto y que consideremos que es la mejor opción, es una respuesta emocionalmente inteligente. Las posibilidades de ver las posibles salidas o soluciones ante los acontecimientos adversos o los retos difíciles son mayores si actuamos. Si nos ponemos en marcha. Paralizarse, quedarse en el sitio lamentándose es un error y no nos ayuda en nada. Un ejemplo que hemos visto muchas veces: Un delantero de un equipo de fútbol recibe una falta, o lo que él considera una falta. El árbitro no la señala y continúa el juego con un peligroso contraataque del rival. El delantero se queda en el lugar en el que estaba cuando ocurrió el lance, quejándose. Y el rival llega a su área y marca... ¿Sirvió de algo la queja? Sí, sirvió para debilitar al equipo al quedarse ese delantero ahí tirado o parado, quejándose, sin bajar a defender la jugada. Cuidado con la queja. Por mucho que duela la patada, salvo que te inhabilite físicamente para seguir, hay que levantarse y ponerse en acción. La que toque. ¿Qué vas a hacer cuando recibas la próxima entrada de la vida?
Una figura impasible sin reacción ante las críticas o las provocaciones.
Dura, de piedra o de frío mármol.
A veces hay que ser así. Inmunes a lo que ocurre fuera.
Inmunes al frío y al calor. Al sol, la lluvia y a la nieve.
Lo más difícil es permanecer impasible al ser humano.
Porque una estatua puede sobrevivir siglos en una selva, pero en una tarde en una ciudad puede perder un brazo, o la cabeza, a manos de civilizados humanos...
Pero aquí quiero referirme a ser Estatua mentalmente.
Poder hacernos de piedra en nuestra mente. Impasibles al exterior.
No todo el tiempo, claro. Pero sí en ocasiones en las que es mejor la total impasibilidad.
No es fácil. Hay que entrenarse.
No hay nada mejor que no responder a una provocación, no ofenderse ante una descalificación, no reaccionar ante un ataque, o una adversidad.
Cuando no se trata de algo físico, cuando esa amenaza es mental, real o no, poder convertirnos momentáneamente en estatuas es todo un logro.
Una estatua no tiene más que el desgaste del tiempo.
No aparta la vista de lo que está mirando y no reacciona.
Vamos, que una estatua no hace ni puñetero caso a lo que sucede a su alrededor.
A veces esa habilidad nos sirve para no atender a nuestra voz interior cuando quiere atacarnos.
Sí, puede protegernos de nosotros mismos.
Y si esa estatua la ponemos con los ojos cerrados, las cejas elevadas y una amplia sonrisa, el efecto de protección de multiplica.
Ser estatua. Para no alterarnos.
Una técnica muy útil, que existe en la naturaleza. Muchos animales la utilizan en el plano físico, para pasar desapercibidos.
Nosotros podemos también forzarnos a estar quietos, impasibles, cuando nos provocan.
Quietud mental y física. Auténticas estatuas. De piedra.
Muchos conflictos nos podemos ahorrar.
¿Para qué responder?, ¿para qué reaccionar?, ¿para qué desgastarnos ante ciertas circunstancias, personas, o cosas que pasan?
Yo creo que en muchas ocasiones no merece la pena responder.
Ni siquiera inmutarse.
Prueba a insultar a una estatua.
A ver si responde.
O se inmuta.
Ni aunque le arranquen un brazo, o la trasladen de sitio.
La verdad es que es una pregunta muy interesante. En algunas de las entradas anteriores la respuesta está implícita.
(la persona que se anime a leer todas las entradas, ¡genial!. Será que le gusta lo que aquí se escribe y comprenderá más este camino que voy descubriendo y describiendo por aquí)
Mi respuesta a la pregunta de qué es lo que quiero recoger, la primera que me vino fue:
"De momento estoy sembrando. Ya te diré por dónde voy. El vídeo es para arrancar con el canal de Youtube, complementando el trabajo del blog y ampliándolo. Enriqueciéndolo"
Bueno, esa es la respuesta que di. Y es verdad. Pero está incompleta, naturalmente.
¿Qué opinas de este trabajo, tú que ahora me estás leyendo?
Efectivamente es una labor de siembra. Siembro palabras, ideas, artículos, para llegar a las personas. Es el motivo básico por el que publicar y mantener un blog...
Aunque hay más. Y quizás antes que lo anterior esté sacar y expresar por escrito lo que bulle en mi cabeza, ordenarlo como ideas coherentes, razonarlo, reflexionar sobre ello y después publicarlo para compartirlo.
Hace unas pocas entradas (curiosa medida del tiempo, aplicable a un blog) escribí una intención clara. Quiero compartir para apoyar. Y quiero dedicarme a esto, que llevo haciendo inconscientemente y de forma natural desde que me acuerdo, en todos mis ámbitos de relación.
Porque he descubierto, en esta etapa de mi vida de profundo cambio, que lo que verdaderamente me gusta y quiero hacer es esto. Acompañar a otros a transitar sus desiertos, sus infiernos, sus cambios.
Para eso me estoy preparando. De muchas maneras.
Con un trabajo personal de evolución y gestión de mi propio cambio muy intenso y continuado. Formándome, leyendo, haciendo cursos, participando en programas.
Una de las cosas que más me está impactando, una de tantas, es trabajar con coaches. He visto claro, pero mucho, que ese trabajo es para mi. Coach.
Estoy teniendo sesiones de coaching personal con un amigo y gran profesional. Y este trabajo que estoy haciendo, acompañado por él, está cambiándome.
También los programas en los que estoy participando y en concreto el de Gestión del Cambio y la Incertidumbre, que dirigen coaches expertos, están abriéndome mucho los ojos y la mente.
Y esa apertura incluye el descubrimiento de un tipo de trabajo que me parece apasionante y que se alinea con eso que yo quiero recoger.
Así que decidí hace algún tiempo ser Coach.
Coach. Vaya, ¡cómo mola! ¿no? (o ¡qué padre! en mexicano, o ¡qué chévere! en colombiano y otros países, cool!...)
Qué moderno. Suena bien ¿verdad?
Sí, ¿pero eso qué es? Yo lo entendí desde que he tenido ocasión de acercarme a ese mundo del coaching.
Para entendernos, es como un entrenamiento personal. Pongo este símil porque se comprenderá mejor. Cuando uno trabaja con un entrenador personal, el que debe hacer el ejercicio es el que entrena ¿no?
Más o menos.
La idea es que el Coach, si lo asimilamos a un entrenado, lo que hace es acompañar en ese entrenamiento y el que suda y hace los ejercicios es el cliente.
El coach un acompañante, alguien que apoya a otro o a otros para que puedan sacar de su interior lo que ya tienen. Para que descubran. El trabajo del coach es el de acompañar en el descubrimiento. Y ahí está la magia de este trabajo.
En el símil que más me gusta, el de la montaña, sería ese compañero de ruta que va al lado de uno un trecho y que logra que el montañero al que acompaña pueda decidir hacia dónde quiere ir y vaya eligiendo lo que hacer y por donde ir para alcanzar esa meta a la que se ha propuesto llegar.
¿Y qué hace el coach? Pues sólo eso. Acompañar. Parece fácil ¿no?
Lo parece, pero no lo es. Hay que saber cómo hacerlo. Y requiere de una formación en técnicas y habilidades específicas, así como de "horas de vuelo".
Y en ello estoy. En esa formación como coach. Para acompañar a otros en sus procesos de cambio. Para ser ese montañero que acompaña en esa ruta cambiante y difícil.
Los coaches que voy conociendo, han llegado ahí, a ser coaches profesionales, partiendo de experiencias vitales duras, que les han hecho pasar por estos procesos de cambio. También, y eso debe verlo y sentirlo cada uno, llevaban dentro sin saberlo esa habilidad de escuchar, de apoyar, de acompañar.
No se trata de terapias, ni de tratamientos, ni de formación. No. Se trata de acompañamiento y de técnicas para que la persona que acude al coach pueda ella misma descubrir y vaya caminando y aclarando su ruta, su objetivo, comprometiéndose consigo misma.
Y no se quede parada. Si uno se para no avanza.
La vida es un camino. Si te detienes el camino no va a moverse pasando por debajo de tus pies hacia atrás para que tú avances. No. Los pasos los tiene que dar uno.
No sé si esto aclarará la pregunta de "¿qué quiero recoger?" Espero que sí.
Esto es un proceso. Supongo que puede empezarse de muchas maneras. Yo he elegido ésta. Formarme, estudiar, leer, pensar, reflexionar, experimentar y transitar mi cambio hacia un fin: Ayudar a que otros lo puedan transitar.
Y me baso en mi propia experiencia y en lo que yo aprendo en el proceso, que ahora sé que no va a terminar, porque la vida es exactamente eso, cambio.
El cambio da miedo. Ya escribí y escribiré más, y hablaré de la zona de confort y del reto que supone salir a esa otra zona de incertidumbre, como camino hacia la zona donde ocurren las cosas, donde se cumplen los sueños y se producen los milagros.
¡Que se producen!
El primer paso es ver lo que uno quiere y desea. Lo demás es ponerse, aprender, experimentar, arriesgarse. Y eso se hace con apoyo.
Yo lo estoy teniendo y muy valioso. Y no quiero quedarme con esta experiencia sólo para mi.
Ahora veo y observo a las personas desde otro punto de vista, con mucha más atención y con otro conocimiento.
Y lo que veo, una y otra vez, mire donde mire, es muchas personas resignadas. Caras serias. Preocupación, ira. Personas y personas con problemas. No veo tantas personas felices y radiantes. Muchos quieren aparentarlo, pero veo que no lo están.
Mira con atención las expresiones y las posturas de las personas con las que te cruzas. Observa el tipo de e nergía que desprenden. El tipo de luz.
¿Qué ves más? ¿personas luminosas que desprenden energía positiva, erguidas, radiantes?, ¿o esas otras más grises, resignadas, instaladas en la monotonía y en la apatía?
Sí, claro, hay de todo. Y no todo el mundo está así. Y no todo el tiempo. Todos tenemos momentos de luz y de energía alta. Pero muchas personas, muchas, viven instaladas de forma habitual en vidas no tan luminosas y con no tanta energía.
Y muchas otras andan perdidas, sin objetivos claros, resignadas a su suerte y viviendo en el miedo y en la incertidumbre. Medicadas, tomando remedios para el miedo, medicamentos anti-emociones.
Me estoy acordando de la canción de Sabina "pastillas para no soñar"
Os la pongo aquí:
pulsa play para ver el vídeo
Pues a eso me refiero. Vivir sin soñar, sin arriesgar. Consumiento ansiolíticos y antidepresivos, fumando compulsivamente, bebiendo como cosacos. Anestesiados.
¿Cuántas personas y muchas jóvenes tratan de escapar de sus realidades con estas adicciones?
No es mi intención pintar un mundo y una realidad gris. Pero hay mucho tono gris. Hay muchas personas perdidas en sus encrucijadas, que no se atreven, que no aceptan el cambio. Personas y organizaciones.
Pregunta a cualquiera ¿qué tal?...
Se necesitan personas que sepan apoyar. Que se formen para acompañar en esos tránsitos de cambio necesarios para salir de estas realidades grises. Con experiencias de cambio. Con ganas de poner luz. Activadoras.
Así lo veo y en ese camino estoy. No en vano este blog quiere ser un faro que ilumine.
Eso es lo que quiero recoger. Para mi y para los demás, a los que pueda y se dejen acompañar.
Gracias por la pregunta. La respuesta sobre todo me aclara a mi las cosas. Y me anima a seguir en este camino que he escogido. Hay que empezar con uno mismo. Me apoyo en esos profesionales. Y quiero ser uno de ellos.
Sigo sembrando. Estoy seguro que recogeré. Ya estoy recogiendo.
Aparte de algún cambio en el clima, porque se acerca la primavera y en la luz, las cosas están ahí fuera más o menos igual.
¿Y el subidón? Es por lo que ocurre dentro, en mi interior.
Ahí sí que están sucediendo cosas.
Y es que desde hace ya algún tiempo, ese trabajo que estoy haciendo allí dentro comienza a notarse y mucho.
Ese Interior, que uno dice, "lo tengo ahí mismo, cerca" porque imagina que está dentro de su cuerpo y muy a mano, no lo está tanto. Ni mucho menos.
En el camino hacia el interior, que no es un camino físico, las distancias pueden ser enormes.
Y las barreras muy difíciles de sortear.
Y como todo es relativo, la percepción de lejanía o cercanía es muy variable.
Ese viaje interior puede parecernos largo y difícil, o corto y fácil. O las dos cosas.
En realidad es un viaje que uno no se plantea de forma natural. Los caminos, según nos dicen nuestros sentidos y la razón, están fuera.
Dónde los sentidos pueden experimentar y la razón interpretar.
Pero el camino hacia el interior, hacia el alma, hacia el Yo conectado con el Todo, es la ruta más trascendental y necesaria que uno puede hacer a lo largo de su vida.
Es la ruta personal, la del verdadero aprendizaje, la del despertar.
Porque lo que ocurre en ese viaje, trasciende todo lo demás.
Cuando uno encuentra en su interior lo que es esencial, lo verdaderamente importante, descubre que lo del exterior, lo de afuera, no lo es tanto.
Porque es fugaz, es cambio, es ajeno.
El trabajo, el dinero, las relaciones sociales, los problemas, los conflictos humanos, lo material, no somos nosotros. Son eso, cosas.
No son importantes en sí mismas. No nos definen y no tienen que ver con quién somos realmente.
Son como un atuendo con el que vestir a nuestro personaje para el exterior.
No digo que esas cosas no sean importantes, no. Son necesarias. Pero no están en nuestro control. Porque son cambiantes y muchas veces, o todas, aleatorias.
Son percepciones, que cambian si nosotros cambiamos.
Lo que descubrimos al adentrarnos en el camino de nuestro interior, es que lo de fuera depende de lo de dentro.
Cuando uno encuentra esa parte esencial y descubre que es independiente de
todo lo que pueda acontecer en el mundo exterior, independiente de las aventuras, dichas y desventuras del personaje que transita por el mundo, por la Tierra, entonces despierta.
Y ese estado de conciencia trascendental, ese encuentro con el Yo, en el lugar en el que puede encontrarse verdaderamente la Paz, nos hace ser conscientes de que todo lo que ocurre fuera, en el "teatro" de la vida, es absolutamente subjetivo.
Cambia aunque no cambie.
Porque lo verdaderamente cambiante es nuestra apreciación.
En un estado de paz interior consciente, vemos ese teatro que es la vida, vemos nuestro personaje, pequeñito, ahí en su mundo, sufriendo o gozando, reaccionando, tratando de encajar, improvisando, buscando su sitio, el reconocimiento, buscando la posición social.
Preocupado, tenso, vulnerable.
Y somos capaces de tan solo decir, "está bien", "sea como sea está bien" son experiencias de nuestro ser físico, aprendizajes.
Nos damos cuenta que todo eso va a pasar y va a desaparecer.
Todo.
Entonces podemos estar muy tranquilos, porque sabemos que lo que no va a desaparecer es nuestro Yo, (que no es el personaje)
Ese Yo conectado y parte del Universo.
Es más complejo que lo que las palabras pueden describir.
Se descubre esa grandeza del Ser, esa relatividad que deja los problemas y las vivencias terrenales como cosas intrascendentes, percepciones relativas.
Por eso se encuentra Paz.
Y empiezan a desaparecer los miedos. Cambia el punto de vista. Cambia lo que vemos, la "realidad"
Es como si entrásemos al cine a ver películas en 3D, una y otra vez... Sin gafas.
Si no sabemos que son en 3D, lo que vemos siempre pensamos que es así.
Cuando caminamos hacia nuestro interior es como si fuésemos poco a poco poniéndonos las gafas, o más bien como si cada nueva ocasión en la que entramos a ver la película nos dieran unas gafas con cada vez más superficie de visión 3D.
Aumentando esa visión muy poco a poco.
Al principio no notamos apenas diferencia, pero vamos notando que algo cambia.
Hasta que un día, si seguimos yendo al cine y no nos hemos cansado de ver tan mal y a medias, de repente vemos en 3D.
Nada que ver con antes. Nada.
Es otra cosa.
Este símil me gusta. Gafas 3D.
Ni idea de que se me iba a ocurrír esto...
Pero es gráfico.
Y la peli, es increíble. La realidad. Lo que es. No lo de fuera, sin gafas de 3D. Porque sin ellas lo de fuera es una distorsión.
¿Qué me pasa estos días?
Que estoy mirando hacia dentro.
Que aunque aún no veo del todo bien, sé que voy a acabar haciéndolo y sé que voy a alucinar.
Mira, el ejemplo del cine también nos sirve. Es un camino hacia el interior.
Y la pregunta es ¿qué es lo real? ¿el exterior fuera del cine? ¿o la película en 3D?
Ahí lo dejo.
Si te animas, disfruta del viaje y ve poniéndote las gafas, que poco a poco irás enfocando, hasta ver claro.
Verás que lo de fuera ya no es como pensabas. Ni lo de dentro.