jueves, 10 de noviembre de 2016

Sin problemas, sin miedo y sin tiempo



                   Trick or Treat      Consultoría y Coaching


Hoy, en noviembre de 2016, en esta mañana lluviosa, a las 08:15h... No pasa nada. 

Estoy sentado en el salón de esta casa que tengo la suerte de tener ahora para vivir. 
No hace frío, hay comida en la nevera, mis hijos duermen, mi perra duerme, están bien. Yo estoy bien.

Oigo y miro la lluvia, la naturaleza funcionando ajena a los problemas...., 

¿qué problemas?

Desde la perspectiva de la naturaleza, del orden natural, del Universo, los problemas no existen. 

Sólo existen en la mente del ser humano.

Me observo, noto mi energía vital, visualizo mis sistemas biológicos funcionando, sin más, perfectamente. No hay pensamiento ahí, sólo ser. 


Inteligencia universal actuando.


Logro que mi mente me de un respiro mientras escribo esta reflexión. Un respiro de temor, una pausa al miedo. Miedo a lo que pueda pasar, o no..., o quizá. Siempre el miedo, esa emoción a veces necesaria, pero muchas otras dañina, paralizante.


¿A qué puedo temer ahora?, ¿a la lluvia?, ¿al frío?, ¿a mi mismo?


Por ahí voy bien... Miedo a mi mente, a mis pensamientos, que recrean futuros oscuros y terribles. Miedo a cosas que no son. A lo que podría ser, a lo que podría pasar, o no, o quizá.

Ahora mismo no siento miedo, estoy tranquilo esperando, escuchando la lluvia, sintiendo mi cuerpo, mi ser. 


Todo esta bien aquí y ahora. Todo es en este momento presente. 

Fuera de ahí no hay nada. Nada. Ni pasado ni futuro. El tiempo es una recreación de la mente. Nada más. Siempre es ahora.


¿Qué puede pasar? Puede pasar todo. Infinitas posibilidades, infinitos futuros.
¿Por qué ponerse en lo peor?, ¿qué es lo peor?, ¿hay algo mejor y algo peor?
Son conceptos humanos, de la mente. No existe algo mejor y algo peor, depende.


Hoy he decidido no parar. Vivir, decidir, hacer. Y no dejar que la mente racional me domine, no dejar que me asuste ni me paralice. 


Pienso en quién soy, mejor aún, en qué soy. No una personalidad concreta, no un personaje, sino un ser. Un ser que forma parte de un todo, al que está conectado. Un ser con infinitas posibilidades, ilimitado, con todo el conocimiento y toda la capacidad. 

Y después está ese yo exterior, el personaje que interactúa con el medio, el que siente y padece. Mucho más padece que goza.

Ese yo en minúsculas, limitado y pequeño, que se asusta y mira hacia atrás y hacia adelante, con miedo al ahora, a mirar hacia adentro, donde no puede existir. 


Porque dentro está el YO con mayúsculas, el infinito, el eterno, directamente relacionado con la fuente, con la esencia. Que no teme, que tiene toda la capacidad y toda la sabiduría.

Fuera sigue lloviendo..., y no hay problema.

Jorge Arizcun 
Noviembre 2016

Fareros y Serenos


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Yo quise ser farero. Sí, tal cual.

Entonces, tenía ventipocos años, me seducía mucho la idea. 
Siempre me gustaron los faros, enigmáticas construcciones en lugares privilegiados, aisladas y silenciosas. 

Con su farero, que vivía en el propio faro y que imaginaba como un centinela velando por la seguridad de los barcos, con una vida muy diferente a la del resto de mortales... Bueno, la idea que más o menos podemos hacernos todos, con ese punto romántico, de personas abnegadas, al servicio de los demás, con todo el tiempo del mundo y con una responsabilidad grande en su puesto, viviendo en un lugar al alcance de muy pocos por su ubicación.

En el anuncio de la oposición, que por cierto fue de las últimas convocatorias, antes de la desaparición del oficio por la automatización y la tecnología, decía: "Últimas Plazas de Técnico en Señales Marítimas", aunque recuerdo que aparecía la palabra farero, que no sé por qué, asimilo un poco a la de "sereno" Sólo los de mi generación y anteriores estarán familiarizados con este oficio: Personas que se encargaban de vigilar las calles, regular la iluminación en horario nocturno y que llevaban las llaves de los portales y abrían por la noche. Se les llamaba a la voz de ¡Serenoooo! y acudían a abrir.

Será porque ambos oficios ya no existen y también porque era un servicio a los demás muy valioso, realizado por personas también valiosas y abnegadas.

Farero..., cuando se lo dije a mi  pareja de entonces, no le gustó nada la idea y me dijo que me fuera yo, si acaso, a vivir al faro. A mi bola. En un lugar privilegiado, en primera línea junto al mar, pero solo.

No era la soledad, que me fascinaba y atemorizaba por igual. Era una atracción por un tipo de vida y de trabajo tan diferente, pudiendo vivir en un lugar al alcance de muy pocos y con una responsabilidad grande: dar luz en la oscuridad, cuidando que esa luz estuviese garantizada, manteniendo en perfecto estado de funcionamiento el faro, para que cada noche cumplirse su función de guía y referencia a los marinos, otra de las profesiones que me atraía por entonces.

Ahora creo que veo cual era mi vocación: Ayudar.

Siempre lo he hecho, a veces dejando de hacerlo conmigo mismo.

En esta etapa que ahora vivo y tras haberse roto en mil pedazos mi vida anterior, la normal, la segura, tras haber perdido yo las referencias y mis faros, tras pasar un tiempo navegando a ciegas, he ido descubriendo que mi faro, el que me ilumina y puede iluminar a los demás, está en mi interior. 

La luz y la guía está ahí, dentro de mi, en mi ser más profundo. 

En un lugar de difícil acceso, con magníficas vistas a la inmensidad y la belleza. 

Donde hay calma. 

Y en el que uno no se siente solo, porque ahí es donde sabe y siente que está conectado con todo.

Soñaba con ser farero. Y ahora sé que lo soy, que la luz está ahí, que es mi alma, que he de cuidar el faro, que es mi cuerpo y que esa luz me ilumina a mi y a los demás.

¡Ah! Y también soy sereno, el que vigila, cuida de la iluminación de las calles y tiene las llaves para abrir esos portales de noche, el mío y el de otros...

CR F. Ibáñez


Viejos oficios, profesiones antiguas. O no...

Siguen existiendo porque son necesarias para ayudar a encontrar la ruta y abrir las puertas de entrada a nuestro interior.


Jorge Arizcun 
Noviembre 2016