jueves, 9 de febrero de 2017

¿Cómo hacer surf sin meterse en el agua?

Acompañamiento para Gestión del Cambio


La respuesta a la pregunta del título puede parecer obvia: No se puede.

Pero muchas personas quieren surfear una buena ola, sin ni siquiera meterse en el agua.

Los surfistas sueñan con esa ola que les permita disfrutar de las sensaciones inigualables que ofrece ese deporte. 

Y se pasan horas en el agua esperándola. Lo intentan con algunas, pero puede ser que la ola, la que esperan, no aparezca.

Y siguen ahí en el agua, pacientemente esperando su llegada. Y a veces el premio no es una, sino varias en un día. 

Y lo que hacen antes de nada, es ponerse su traje de neopreno y meterse en el agua, que está fría, sobre todo si no es verano. Y a veces hasta en verano si son aguas del norte.

El caso es que hay que meterse para poder surfear. Una tabla de surf en una acera o el la pared es un trasto. Está diseñada para el agua y para las olas.

En la vida, muchos tienen sus tablas de surf en seco. Les gustaría poder subirse sobre una ola estupenda y surfear metros y metros. Pero no se meten en el agua.

El esfuerzo de hacerlo y la pereza para dar el paso, la incomodidad que supone permanecer en el agua esperando, puede más que la posibilidad de esa ola que tánto les gustaría surfear.

De esto quiero hablar hoy. De la pereza, de querer que las cosas pasen sin ir a por ellas. 

Y sé que muchas personas de las que van a leer esto se sentirán identificadas de una u otra manera. 

Lo que deseamos está ahí, pero hay que ir a por ello. Hay que mojarse, como suele decirse y como en el surf.

Pero muchas veces no es fácil. Es fácil decirlo, sí, pero no hacerlo. Porque nuestra mente nos lo impide. Y nos dice esas cosas que hacen que no demos el paso y nos quedemos donde estamos.

Si no nos gusta mucho dónde estamos y además hay algo que nos gustaría hacer, o que vemos con envidia cómo otros lo hacen, ¿qué sentido tiene quedarnos en donde estamos?

Puede que la situación en la que nos encontremos nos paralice. Es muy normal que eso ocurra. Sobre todo en momentos de cambio profundo.

A todos nos puede pasar. A todos. Por muy bien que estemos, la vida puede llevarnos a esos momentos en los que todo se tambalea y perdemos las referencias.

En esos momentos, en esas horas bajas, podemos caer en ese estado, como de aletargamiento, que nos lleva a tener una actitud pasiva y a esperar, con nuestra tabla de surf en la acera...

Cuando vemos, en un día que no invita precisamente al baño, desde lo alto esas pequeñas manchas negras, entre las olas, muchos podemos pensar: "vaya ganas de meterse en el agua, con el frío que hace" 

Y los miramos como si fuesen unos locos, o unos fanáticos. A mi me ha pasado.

Pero ahora no, ahora los veo con admiración, porque representan el luchar por lo que uno quiere.

No saben cómo va a ser, ni cuando, pero sí saben que han de estar ahí para cuando venga, que hay que meterse en el agua fría y remar hasta la zona donde ocurren las cosas. Donde se producen las olas buenas.

Cuántas veces a tantos les pasa que no tienen fuerza de voluntad suficiente para ni siquiera levantarse de la cama por la mañana.

Hay que luchar contra ello. Con todas las fuerzas. Porque esa actitud de derrota o de apatía, jamás nos va a llevar donde ocurren las cosas. 

A veces es muy difícil. Pues hay que pedir ayuda. Hay que apoyarse en otros que puedan empujarnos a salir de esa espiral negativa y paralizante.

Sólo hay que dar un paso para salir de la cama, o para levantarse del sofá. Uno solo. Bueno sí, y el terrible esfuerzo de ponerse en pie.

Y ya ha cambiado uno la actitud. Con sólo hacer eso, que sería como meter un pie en el agua. Que está fría y da impresión en un primer momento, pero cuando vamos avanzando y nos vamos metiendo más, nos vamos acostumbrando y ya no parece tan fría.

Nadie está a salvo de sufrir reveses en la vida. Cambios, a veces muy seguidos, que nos desestabilizan y nos paralizan. 

Pero hay que identificar esas sensaciones, hay que familiarizarse con ellas y sobre todo, enfrentar el miedo que producen esos cambios que hay que hacer. Sí o sí.

Es la vida, enseñándonos a ser mejores, a evolucionar. Son cambios necesarios para crecer, aunque cuando ocurren parece que nos pase lo contrario, que nos volvamos pequeñitos, que nos asustemos y queramos quedarnos en la cama, hechos una bolita y bien tapaditos.

Ahí no nos puede ocurrir nada, pensamos. Pero lo que realmente hacemos es quedarnos quietos, como los animales que cruzan en la noche una carretera y se ven deslumbrados por los faros de un vehículo que avanza hacia ellos a toda velocidad.

Sólo que, a diferencia de esos pobres animales, debajo de la manta o el edredón no va a ocurrir nada. Ni bueno ni malo. Nada. Y cuando al final se decide uno a levantarse, la sensación es mucho peor que si lo hubiese hecho antes. 

El ejemplo del surf es representativo, como podría serlo el de salir en invierno temprano a correr, o a montar en bicicleta. Hay que levantarse, vencer la pereza, no escuchar la vocecita que dice, ¿qué haces?, ¡quédate en la cama!, ¡hace frío!. 

Esa vocecita que es nuestra mente asustada que nos dice que no hagamos nada. Y el miedo no se vence quedándose parado. El miedo es precisamente para lo contrario, para activarse y salir de la situación de peligro. 

Y es muy peligrosa la apatía y la actitud de no hacer nada. Muy peligrosa. 

Así que, si estáis en una situación en la que os cuesta dar un paso, en la que la mente os sabotea y os dice que ¿para qué?, pensad en esos surferos, aunque os de frío hacerlo.

Y pensad en la maravillosa sensación de estar donde ocurren las cosas, donde se generan las olas buenas. Porque cuando se está ahí, se da cuenta uno de que ha merecido la pena el esfuerzo de levantarse, ponerse el traje de neopreno, coger la tabla y meterse en el agua. Pese al frío.

Una tabla de surf en la acera o colgada de una pared es un trasto. 

Y nosotros tirados, sin hacer nada y lamentándonos no somos diferentes a ese trasto.

Para poder surfear una buena ola, que no es otra cosa que hacer lo que nos gustaría hacer, hay que mojarse. No hay otra. Y el frío se te olvida.

Y te sientes mucho mejor.

Jorge Arizcun