Acompañamiento para Gestión del Cambio
¿Dar pena? Ni hablar.
Hay una cosa que se llama victimismo.
Es una actitud. Pero una actitud negativa.
Cuando se enfrenta a una situación de cambio, o de
dificultad, que requiere también cambio, una de las formas comunes de orientar
ese cambio es la de reaccionar, justificando el pasado, postergando para el futuro e
instalarse en la queja.
En esa situación en la que uno se pasa el tiempo
lamentándose es en la que aparece
nuestro personaje víctima, que como una mosca dándose una y otra vez contra el
cristal, no encuentra una salida y se lamenta y se lamenta, desgastándose inútilmente.
Es una actitud fácil.
La más fácil.
Estar en la queja.
No es
funcional.
Y se caracteriza por un cansancio vital que hay que superar.
El victimismo puede llevarnos al conformismo y a una
situación aun peor: Dar pena.
Hay que rechazar frontalmente el dar pena a nadie, empezando
por nosotros mismos.
No hay nada peor, ni más paralizante que dar pena.
Es la
expresión última del victimismo y NO SIRVE PARA NADA.
Sólo alimenta la inercia en la situación y agranda la sensación
de víctima, potenciando la emoción del miedo.
Cuando uno está ahí, dándose pena y dando pena a los demás,
permite algo que también es muy negativo.
Permite el juicio, de los otros y el
propio. Se juzga. Y es muy importante no juzgar.
Hay que sustituir la pena por la rabia.
La rabia es la
emoción natural que debe seguir al miedo, impulsándonos a actuar.
Debemos sentir rabia al rechazar del todo el dar pena. Esa
rabia debe actuar como motor para la acción.
Si dar pena es paralizante y se alimenta del victimismo, la
rabia es un catalizador para salir de ahí.
Hay que mirar de frente al miedo, con descaro, con valentía,
con rabia. Sólo así podremos decirnos: “¿dar pena? Ni hablar”.
Todos construimos desde donde estamos.
Unos cimientos de victimismo y pena no son cimientos sólidos
para construir nada. Hay que sanear y reconstruir esa parte con emociones
fuertes, de alta energía, como la rabia y la determinación.
Esas que nos hacen
erguirnos, salir de la queja, mirar de frente a los problemas y a los miedos y
avanzar con paso firme.
Ser conscientes de estar construyendo con cimientos sólidos,
permite vivir una experiencia real de
crecimiento.
Si se construye desde cimientos débiles, la experiencia será de un
crecimiento falso. Porque lo que construyamos desde esa base inestable terminará
cayéndose.
Y es peor. Porque desde los escombros no puede construirse
nada. Hay que retirarlos antes y dejar todo limpio y listo para volver a
cimentar.
Hablamos de baja y alta energía.
Esta energía nace de
estados emocionales.
Las emociones como la rabia, son de alta energía, el miedo
también.
Las que provocan victimismo y pena son de baja energía. Unas suman y
otras restan, cargan o descargan.
El desgaste que provoca el victimismo proviene de esa
descarga de nuestra pila.
Nos situamos en un plano de baja energía y
proyectamos esa lástima de nosotros mismos.
Las dificultades promueven cambios.
Pero los cambios sólo
pueden producirse desde la acción en positivo. Me refiero, no sólo a actitud
positiva sino a energía positiva, la que alimenta. La que recarga.
El cambio produce temor y paralización.
La emoción que
necesitamos para ponernos en marcha es la rabia. Esa rabia que nos haga apretar
los puños y activar la determinación de vencer ese miedo y esa parálisis.
El victimismo es un freno.
No un freno activo que requiere
energía para funcionar.
Es más bien como una piedra que se pusiera delante de
la rueda, impidiendo el avance.
Nos deja
en un estado de inercia que sólo alimenta otra emoción negativa, la pena.
Y
desde ahí es difícil impulsarse.
Tiene muy poco octanaje esa gasolina.
Prueba a preguntar ¿qué tal? a un número suficiente de
personas.
Muchas de ellas pasarán a relatar sus problemas, sus angustias y sus
miserias, en un intento de alimentarse de esa gasolina de baja calidad y bajo
poder energético que es la pena.
Otra cosa que puedes comprobar es cómo al contar algo
negativo, algún problema o situación adversa, hay personas que inmediatamente
iniciarán una competición para ver quién está peor…
Es ridículo esto. Y resta
energía de lo lindo.
Esas personas le quitan las ganas a uno. Son parásitos de
energía y desgastan mucho.
Se dice que son “cansinas” porque producen cansancio. Restan
energía.
Y no es que ellas la aprovechen para impulsarse, la malgastan. La
transforman en energía de baja calidad.
No hay que entrar en esa demanda de dar pena de otros.
Hay que estar alerta para detectar esa emoción de baja
autoestima en uno si se produce.
Hay que darse cuenta de cuando nuestra energía
vital se degrada o se pierde y perdemos fuerza y actitud.
Y tratar por todos
los medios que no nos invada esa pena y esa inercia.
Dar pena es una pésima opción. Huyamos de ella.
Desde aquí animo a
identificar y combatir ese estado tan negativo y tan paralizante.
Mucha fuerza
y mucho ánimo y determinación.
Jorge Arizcun