Trick or Treat Crecimiento Personal
Dos de las 7 Leyes Espirituales del Éxito, de Deepak Chopra (que nada tienen que ver con el éxito material) son, la quinta y la sexta: La quinta es la Ley la Intención y el Deseo y la sexta es la Ley del Desapego.
Hoy voy a escribir principalmente de la quinta, que tiene una relación directa con la siguiente.
Una de las partes que a mi más me llaman la atención es poder renunciar al apego al resultado.
Saber vivir en la "sabiduría de la incertidumbre"
Cuando vemos una película, estamos viviendo el presente y dejamos que transcurra con la incertidumbre de lo que va a pasar. No lo sabemos y ahí está lo bueno.
Lo mismo nos pasa al leer un libro, una novela. Podemos hacernos una idea de lo que puede pasar y hay giros inesperados que conducen a otro final distinto del que imaginábamos.
Igualmente, cuando salimos a la montaña, a hacer una nueva ruta, vamos viviendo paso a paso la experiencia y no vamos pensando en el final.
Procuramos disfrutar del camino.
En ninguno de los tres ejemplos nos apegamos al resultado. Vivimos el presente y dejamos que los acontecimientos se sucedan. Vivimos esa incertidumbre sin ansiedad.
En la vida, lamentablemente no.
Muchas veces nos apegamos al resultado de las cosas y no disfrutamos del camino que debemos hacer para conseguirlas.
Un ejemplo que conozco. La búsqueda de un nuevo trabajo.
Buscar un trabajo es en sí un trabajo (no remunerado) pero que requiere recorrer un camino.
Dependiendo de cómo transite cada uno ese camino, será más o menos gratificante.
La actitud es muy importante.
Y el camino a recorrer es también muy importante. El resultado es la consecuencia de haber recorrido el camino con la actitud correcta.
Es incierto el resultado, por lo que apegarnos a una incertidumbre es absurdo.
Pero la mente imagina y se apega a eso que imagina.
La incertidumbre es una constante en nuestras vidas. Nada está escrito. Así que vivir en la incertidumbre es toda una competencia. Es sabiduría. Es no apegarse al resultado.
Porque el resultado es incierto. Y no puede haber apego a lo incierto.
El apego es como un ancla. Nos frena, nos retiene, nos limita.
Desapegarse es dar libertad al universo para que las cosas sucedan como hayan de suceder, sin ser condicionadas por los pensamientos, que generan las expectativas.
Es mucho más emocionante vivir con la sabiduría de la incertidumbre.
Esta sabiduría no es fácil de alcanzar, porque la gran mayoría especula y vive condicionada al resultado.
Y ¿cual es el objetivo de vivir, sino el hecho mismo de vivir?
¿O acaso es el logro de cosas materiales, o relaciones, o felicidad? Todas cosas que vienen y se van.
La felicidad es algo intangible y subjetivo.
Como hace poco alguien me dijo, es la ilusión de estar vivo, de vivir. Ese es el objetivo.
La vida trata de vivir, no de conseguir nada, ni estatus, ni dinero, ni poder, cosas todas que pueden perderse.
Lo vemos constantemente.
Son gratificaciones para el ego, que se alimenta de lo externo.
Vivir es algo más que pasar los años que se nos conceden amasando fortuna, éxitos, fama, reconocimiento.
No es tener, es SER.
Y esto es difícil de asimilar en una cultura, como la occidental, que fomenta lo material y la individualidad.
Es un error.
Todo eso es apegarse al ego, a lo material y a la necesidad de reconocimiento, de éxito, de dinero, de cosas, de fama.
A la autocomplacencia, a lo exterior.
No nos llevaremos nada. Tal cual vinimos nos iremos.
Entonces ¿para qué apegarse a nada? Se trata de disfrutar del camino, y ni al propio disfrute hay que apegarse, ni al camino mismo, que es cambiante. Ni a la vida siquiera, que es camino igualmente.
Mejor practicar el desapego, lo que nos permitirá vivir con lo que vaya viniendo y aceptando lo que se vaya yendo.
Yo, hasta hace muy poco tiempo disfrutaba de un estatus, de un reconocimiento, de una estabilidad económica, de un puesto fijo (¡JA!)
Y todo eso cambió y se fue. Y aquí sigo, tras experimentar el otro lado, la inestabilidad, la falta de identidad profesional, de reconocimiento por la actividad que dejé de realizar, la falta de un puesto fijo... Pero no he desaparecido ni me he volatilizado.
Estoy aquí y sigo aprendiendo.
Y cuando uno se quita capas y va renunciando a cosas, se da cuenta que todo eso son superficialidades, que no afectan a la verdadera esencia de uno. Más bien, cuando están la mantienen oculta, tapada, ahogada.
Así que desapegarse de cosas, de personas, de roles, de creencias, es de lo más liberador.
Y cuesta, porque hay una emoción muy poderosa que nos condiciona mucho: el miedo.
Ayer vi una película de animación muy recomendable, "Zootrópolis", en la que se dice una frase que me ha resultado interesante y que anoté:
"A lo único que hay que temer es al propio miedo". Y el apego contribuye mucho a fomentar ese miedo. Miedo a perder, a fracasar.
¿Acaso una margarita puede fracasar en su vida de flor? ¿O la abeja en su vida de insecto? ¿Quién los juzga?
Los humanos somos distintos, mucho más complicados y hacemos que nuestra vida sea complicada también.
Demasiada mente. Demasiados pensamientos, demasiado ego, demasiado apego.
Vivir es simple, sólo hay que vivir y la vida va sola, casi sin nuestra intervención. Sólo tenemos que alimentarnos y descansar las horas que el organismo necesita.
Pero no, nuestra vida la llenamos de retos, de competencia, de búsqueda de logros, de dinero, de reconocimiento, de visibilidad. Todas necesidades del ego.
Se puede vivir casi sin nada, o con muy poco. El resto son necesidades creadas, a las que nos apegamos compulsivamente.
Afán por tener, por ser alguien, en vez de tan solo ser. Y ese alguien es nuestro ego, el de los apegos, al que le cuesta tanto disfrutar, incluso cuando se tiene el éxito social y material.
Ilusión por estar vivos, sin más. Eso es la clave de la felicidad. Lo demás son lo que nos venden.
El resultado de vivir, es la propia vida. Y el proceso de vivir incluye la propia muerte.
¿Cómo vemos la muerte? ¿Como el resultado inevitable de la vida? Entonces qué, ¿nos apegamos a la muerte? No, ¿verdad?
Pero sí nos apegamos al resultado de un negocio, de una apuesta, de cualquier cosa que hagamos. Así nos llevamos las decepciones que nos llevamos.
No hay que apegarse ni a la propia vida.
Simplemente no hay que apegarse a nada. Si, como se explica en la Ley de la Intención y el Deseo, no fijamos la atención en el futuro, que es donde se situaría el resultado, sino en el presente, donde todo tiene lugar, si hacemos las cosas con conciencia del momento presente, entonces es cuando estamos realmente vivos.
Porque el presente es conciencia.
Debemos tener en cuenta algo que condiciona toda esta ecuación: La Intención.
Puede que pensemos: pero la intención mira al futuro. Es verdad. Pero esta Ley contempla otra cosa importante: La atención. Y la atención es el presente, el ahora.
Combinando la atención con la intención, creamos materialmente el futuro.
Porque el futuro se crea en el presente. Manteniendo la atención y teniendo la intención. Parece un trabalenguas, pero es la forma de no ver el futuro con apego.
Porque estamos centrados en el presente. Es lo que se llama la intención desapegada.
Es no luchar contra el presente, es vivirlo, pero con intención. No con expectativa.
Porque solo se es en el presente. Y aquí y ahora no hay apego que valga.
La intención es deseo sin apego al resultado. Si hago las cosas con la intención de..., pero vivo en el presente, no puedo apegarme al resultado.
El deseo por si sólo, contiene el apego. Queremos que ocurra algo.
La intención es distinta. Hago en mi presente las cosas enfocadas hacia un futuro posible, pero no me salgo del presente.
No me coloco en el resultado, porque el resultado es incierto.
Con la intención puedo proyectar hacia el futuro pero con la atención y la conciencia en el presente. Con el deseo la atención se va al futuro y aparece el apego al resultado.
El resumen, para entenderlo bien, es que la intención, con atención, crea el futuro.
Atención al momento presente e intención hacia el futuro. ¿Dónde estoy y hacia dónde quiero ir?
Como siempre es ahora, a medida que avance, dónde estoy es siempre el presente, es lo único que hay real.
La intención dirige el siguiente paso, pero las posibilidades son infinitas. No puedo sólo tener en cuenta el destino, apegarme a él. Realmente sólo puedo tener en cuenta el camino.
Así que, aunque pueda parecer complejo, no lo es. Estemos en el ahora con atención y miremos hacia el futuro con intención.
Como el futuro lo creamos en el presente, la combinación de ambas cosas nos llevará hacia donde queremos, porque lo iremos creando en el ahora, en el presente. Sin apegos.
Si caminamos con la atención puesta en el destino, en ese punto donde deseamos llegar, podemos despeñarnos por un barranco, al no tener la atención puesta en el presente. Así de fácil. Y luego, de camino al hospital, con varias fracturas, podemos lamentarnos lo que queramos. Ahí estaría el apego al resultado.
La sabiduría de la incertidumbre es todo un reto.
Si se consigue, es un grandísimo paso para lograr vivir con la atención plena en el ahora, sin apegarnos a lo que vaya a pasar realmente.
La magia es que la intención, combinada con el desapego, crea ese futuro desde el presente.
Somos los creadores de nuestro futuro. ¿Qué futuro queremos?
Pues toda la atención en el presente. Así funciona. No deseemos. Hagamos con intención.
Jorge Arizcun