Acompañamiento para Gestión del Cambio
Tu realidad es conformada por tus pensamientos.
Pensamientos que te vienen incesantes y que se cocinan en las ollas de tu cerebro (quizás de ahí la expresión de "se me va la olla"...)
Los pensamientos están hechos de ingredientes diversos que los conforman, unos pensamientos con más ingredientes y otros con menos.
Aspectos que influyen en el tipo de pensamiento, en el guiso que saldrá de esas ollas que nunca paran de cocinar.
Aspectos de experiencias del pasado, influencias de personas, de lugares, culturales, morales, religiosos, heredados, vivencias reales e imaginarias, etc.
Ingredientes que hacen que el resultado del guiso sea característico de tu cocina particular.
Una vez cocinados están listos para consumirlos y el comensal fijo de tu restaurante cerebral eres tú.
El principal cliente, el que disfruta o padece los platos, que van saliendo sin que los pidas y que tienes la libertad de comer o no, aunque con demasiada frecuencia te los comes enteritos, aunque te sienten mal.
Y aunque no lo sepas ahora, entre plato y plato hay un espacio de tiempo posible, un intervalo sin comer que es posible ampliar.
Esta metáfora ilustra bastante bien el hecho de que tus pensamientos condicionan absolutamente tu existencia.
Muchas veces, demasiadas, son guisos que te sabes de memoria, de los que ya te has hartado de comer y aún así te los sigues zampando... ¡Y repites!
Realmente eres buen cliente de tu restaurante. Yo diría que con algo de adicción, o mucha, a sus platos, tus pensamientos que te comes sin pausa y que se repiten y repiten.
Y te cuesta tremendamente no comértelos. Crees que no puedes dejar de hacerlo (este pensamiento es un plato típico)
Muchas veces te sientan mal y no te encuentras bien después de comértelos.
Otras veces te los comes sin darte cuenta, uno tras otro, sin pausa, sin apenas respirar. Angustioso ¿no?
Porque no estás prestando atención, no estás presente.
¿Te comerías lo que te fuesen sirviendo en un restaurante sin haberlo pedido?, ¿Sin darte cuenta de lo que te estás comiendo?
No lo harías.
Pero con los platos que te sirve tu cerebro en forma de pensamientos incesantes, recurrentes y cocinados con los mismos ingredientes, sí lo haces.
Y es que te apegas a ellos. Realmente consideras que es la comida que debes comer.
Y no es cierto.
No todos, pero muchos no son saludables, y muchos no te gustan. ¡Y te los comes igualmente!
Tú y todo el mundo, salvo las personas que han logrado desarrollar la conciencia plena y la presencia plena, que son capaces de pararse, soltar los cubiertos, respirar...
Desarrollando esas habilidades es posible elegir, es posible desapegarse de esos pensamientos, rechazarlos, porque estando presente sabes lo que estás haciendo y no te vas a comer todo lo que salga de esas ollas, ni vas a estar comiendo todo el tiempo.
¿Por qué hablo de apego? Por la parte de costumbre que conlleva.
Tienes costumbre de comer ese tipo de guiso, costumbre de ese sabor, costumbre de esa textura y costumbre de no cuestionarte si te va bien o no, si lo quieres en ese momento o no lo vas a querer más. Costumbre de seguir comiendo sin detenerte y sin darte cuenta.
Te apegas a tus pensamientos. Tus pensamientos conforman tu realidad subjetiva. Por tanto te apegas a tu realidad.
A lo que a ti te parece real.
Pensamientos. Muchos de ellos limitantes, saboteadores, pensamientos disfuncionales, perniciosos, que conforman tus creencias y que te comes sin pensar si te limitan o te potencian.
Tu cuerpo habla después y te sientes mal. No quieres sentirte así pero sigues comiendo y comiendo...
Puedes cortar con eso.
Puedes empezar a identificar lo que no quieres, lo que no te gusta, lo que te limita, lo que te hace daño e igualmente lo que quieres, lo que te potencia y no te hace daño.
Puedes dar nuevas órdenes a la cocina para que cocine platos nuevos.
Puedes hacerlo y lo harás, porque será más saludable.
No te apegues a esos ingredientes, a esos sabores, a esos guisos que son los que siempre has comido.
Atrévete a probar cosas nuevas, a rechazar, a sugerir, a cambiar.
No puedes cambiar de restaurante, pero puedes hacer limpieza, reforma y hacer que funcione de otra manera y cocine otros platos distintos.
Eres el comensal y también el dueño del restaurante.
Puedes cambiar y descubrir cosas nuevas, guisos cocinados con ingredientes del presente, cocinados por ti ahora, presente en tu cocina, consciente de los platos y del espacio sin comer entre ellos, que puedes alargar si quieres...
¡Que aproveche!
Jorge Arizcun
Septiembre 2017
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