Acompañamiento para Gestión del Cambio
En ocasiones emergen espectros de nuestro pasado.
Antiguas relaciones encarnadas en personas que dejaron de compartir nuestro camino hace tiempo.
Son apariciones que a veces nos desconciertan y hasta nos asustan o como mínimo nos provocan cierta inquietud y siempre curiosidad. ¿Cuál es su aspecto actual respecto al que recordamos?, ¿qué se le ofrece?, ¿por qué aparece ahora?
Pueden ser reencuentros dichosos y placenteros o, por el contrario, pesadillas.
Personas que se instalaron en nuestro recuerdo, definitivamente en apariencia,y cuando entre las brumas del pasado aparecen en el presente, donde no están ni se les espera, nos despiertan esa inquietud inicial al remover esos recuerdos, que reposaban tranquilos en la memoria.
La vida no se detiene. No puede hacerlo. Y nosotros tampoco.
Acontecimientos y personas se suceden a lo largo del tiempo. Algunas permanecen, aunque a medida que el tiempo transcurre van cambiando y no son las mismas que eran años atrás, pero el cambio se va asimilando al estar cerca y presentes en nuestra vida.
Las que salieron, siguieron su camino con cambios físicos y personales con el paso del tiempo.
Si reaparecen de pronto puede resultar un choque importante.
Además, dependiendo de la experiencia vivida en ese tiempo compartido, la cosa puede ser más o menos traumatizante.
No se trata de rechazar los reencuentros, para nada, sólo que hay reencuentros que no se esperan ni se desean, con personas que en su momento salieron felizmente de nuestras vidas y al aparecer es como si mientras caminamos una mano saliera de la tierra y nos agarrase de la pierna... Un espectro resucitado, aunque con dudoso aspecto, que quisiera frenarnos y llevarnos de nuevo hacia el pasado.
Esto puede parecer fuerte, es verdad, pero existen verdaderos fantasmas, algunos no muy agradables al aparecerse de repente.
El tiempo va realizando su trabajo, colocando y archivando todo aquello que no forma parte del presente.
Los armarios, cajones, estancias y tumbas del pasado a veces se abren volcando su contenido en nuestro presente y es normal sentir que lo que reaparece está fuera de lugar, en mayor o menor medida.
Hay apariciones que pueden resultar agradables, despertando nostálgicos recuerdos que podemos rememorar con esas personas que regresan a nuestra vida. Y hay otros que lo que despiertan son recuerdos oscuros, desagradables, que no nos apetecen, que incluso rechazamos.
Pesadillas de oscuros ayeres. Estos espectros mejor ahí, quietecitos en el olvido.
Cada uno tiene sus fantasmas. Cada uno sabe qué hacer cuando reaparecen y los sentimientos que despiertan. Que el pasado llame a la puerta del presente es una distorsión. Lo que vemos al abrirse esa puerta no tiene que ver con lo que en su momento se guardó, archivó o enterró.
Aunque hay veces que lo que reaparece es mejor, mucho mejor.
En cualquier caso son fantasmas que regresan. Que nos asusten o no es cosa nuestra. Si no perdemos de vista nuestro presente no hay por qué temer, ni por qué sentirse mal. Podemos observar sin juzgar. Podemos acoger o rechazar. Pero mejor no intentar volver atrás. Y mucho menos ir a despertarlos para que vuelvan a nuestras vidas. Es un juego peligroso con consecuencias impredecibles.
La vida transcurre hoy. Si algo de atrás vuelve, debemos ser conscientes que lo hace con una importante transformación, la que ha obrado el tiempo. A partir de ahí ya verá cada uno. Si es agradable, bienvenido. Si no lo es, cuidado...
No es por meter miedo. Pero el pasado es otro tiempo. No esperemos encontrar hoy lo mismo que quedó en el ayer. No es posible. En el ahora no caben los fantasmas de otro tiempo. Porque la vida es ahora.
Jorge Arizcun
COACHING ACTIVO
Enero 2019
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