martes, 3 de enero de 2017

Niebla



  Trick or Treat      Consultoría y Coaching



Conduciendo por tierras manchegas el día 1 de enero de este año nuevecito, una pertinaz y densa niebla nos envolvió y yo, que iba al volante, tuve que circular con extrema precaución. 

No íbamos por autovía, sino acortando camino por carreteras secundarias. 

La espesa niebla, que por momentos se tornaba casi sólida y no permitía ver más allá de unos pocos metros por delante del coche, obligaba al conductor, o sea, yo, a mantener una atención plena en la conducción...

Tomé conciencia en un momento que la atención plena no solo es posible, sino que a veces es obligatoria. 

Sobre todo cuando existe una situación de riesgo, como cuando vas conduciendo en medio de una espesa niebla en una carretera secundaria.

Atención plena. 

Estar en el momento presente con todos los sentidos. 

Vivir el ahora, en alerta, conscientes de que no hacerlo podría impedir vivir el momento siguiente...

Pero no es necesario transitar por una espesa niebla, o caminar por un sendero estrecho al borde de un precipicio, o realizar ninguna actividad de riesgo, para lograr la atención plena.

Vivir con atención el presente es posible, si se practica. 

Y es necesario. 

Porque los momentos suceden y pasan.

Y si uno no es consciente y no vive momento a momento, bien porque se ha quedado "re-viviendo" lo que ya pasó  (cosa que no es posible) o bien porque se dedica a "pre-vivir" las expectativas del futuro (lo que tampoco es posible) 

Pues pasa que los momentos pasan sin darnos cuenta, sin ser conscientes de ellos y con ellos las vivencias que al final, por no estar aquí y ahora, nos perdemos.

Ayer fue la noche de fin de año, vivida intensamente como corresponde, con su celebración, sus uvas, los buenos deseos y la fiesta, los que la tuvieran.

Si en la carretera, en el camino de vuelta, yo me hubiese dedicado, en vez de estar atento a la carretera, en medio de la niebla, a "revivir" la nochevieja y a recrearme mentalmente en lo ocurrido la noche anterior, podría haberme despistado y no darme cuenta de una curva, una señal, o un obstáculo repentino y "perderme" el momento

y, a lo peor, la vida. 

Así, tal cual.

La verdad es que literalmente perdemos la vida al no vivirla. 

Es como estar muerto en el presente. 

Es perdérselo. 

Y ocurre constantemente. 

La mente a su bola y la vida pasando sin que nos demos cuenta, sin prestar atención a los detalles. Sin enterarnos de nada.

"Re-vivir" o tratar vivir en el pasado, donde no se puede vivir, y "pre-vivir" o tratar de vivir en el futuro, donde tampoco es posible vivir, trae muchos problemas con los apegos y las expectativas. 

Y además es perjudicial para la salud.

Dicen que la depresión se deriva en parte de un exceso de pasado.

Y que la ansiedad surge por un exceso de futuro, cosas ambas, pasado y futuro, que no pueden existir en el presente, al menos como vivencias reales. 

Y además no son reales porque ese "re-vivir" es más que probable que tenga mucho de invención, porque también es muy probable que los momentos que no se vivieron  en su momento, la mente los recree, o los invente. 

Y por supuesto, lo que aún no ha ocurrido, no existe y podría ser de cualquier manera, con toda seguridad (salvo que seas adivino) distinta o muy distinta a las expectativas que nuestra mente nos pone delante, invenciones, fantasías. 

En cualquier caso, no presente, o sea, no vivir.

Mejor no circular con niebla, 

O quizás bienvenida la niebla para traernos al ahora y a prestar atención a lo que está pasando en el presente. 

Esa niebla que debe impedirnos mirar atrás o hacia adelante, obligándonos a concentrarnos en el sitio donde estamos, en el momento en el que estamos y darnos cuenta de por dónde vamos.

Muchos accidentes ocurren en carreteras despejadas, con perfecta visibilidad.
 

No estar en el presente puede resultar peligroso, no sólo porque puedas tener un accidente grave o mortal, sino porque la realidad es que si no estás en el ahora, no estás vivo. 

Tal cual. 

Entonces la niebla la tienes dentro. 

Y no ves nada. 

Ni te enteras de nada. 

Eso si que comporta riesgo. 

Nada menos que el de perderte tu propia vida.

Jorge Arizcun
Enero  2017

Borrón y Cuenta Nueva



  Trick or Treat      Consultoría y Coaching



Lo de borrón y cuenta nueva a veces no es buena idea, porque se queda a medias, o sea en el borrón.

Mi padre decía que cuando algo se terminaba había que darle carpetazo. Vamos, que había que cerrar capítulo totalmente, absolutamente.

Y lo hacía, aunque no siempre.

Yo, que he heredado muchos aspectos de su carácter, también lo he hecho, pero con el tiempo he aprendido que no es lo correcto en muchos casos.

Y como de borrar y descodificar patrones aprendidos se trata, opto desde este instante por no dejar borrones, y limpiar en lo posible los que se puedan limpiar. 

Mejor una vida sin borrones ¿no?

Y esto es especialmente importante en el caso de las personas. 

A lo largo de la vida pasan muchas personas que a veces solo se cruzan brevemente en nuestro camino y en otras ocasiones caminan a nuestro lado un trecho, más o menos largo. 

Por ejemplo en la época de estudios, o en los distintos trabajos o proyectos, también en la familia, por supuesto.

Ahora voy a referirme a los compañeros de trabajo. 

Si tras un largo tiempo trabajando en la misma empresa, llega un día en el que cambias de trabajo, porque te vas, o te despiden, especialmente en este caso, si queda mal sabor de boca, puede pasar, si tienes esa tendencia a desconectar y a cerrar capítulo, que le des con la puerta en las narices además de a la empresa, a los compañeros, que ninguna culpa tienen, pero con los que durante un tiempo puede que duela contactar, por lo directamente relacionados que están con esa etapa finalizada y que quieres cerrar.

Pero no es justo no lógico. 

Porque son personas, más allá de su rol laboral. 

Y algunos son amigos. 

Y muchos otros te apreciaban y puede que hasta te echen de menos.

Y es comprensible que sí uno actúa así, dejando de lado a la gente, pueda pasar que esa gente, especialmente los más cercanos y amigos, puedan sentirse dolidos.

Ahí queda el borrón. 

Y además una pérdida de relación con personas importantes en tu vida.

Vale hacer cuenta nueva, pero sin borrones y conservando lo importante, que son las personas. 

Aunque sea difícil o doloroso. 

Merece la pena conservar esas relaciones, esas personas y esos amigos en la vida de uno.

Ahora, gracias a las redes sociales, se puede mantener cierta relación con esos antiguos compañeros, pero se pierde el trato y el contacto real. 

No emborronemos las relaciones. 

Mejor todo limpio y claro.

Jorge Arizcun
Enero  2017

La Navidad es un Adorno



  Trick or Treat      Consultoría y Coaching




Un año más llegó diciembre y se acercan a toda velocidad las fechas navideñas (bueno, ya se anunciaban desde bastante antes...)

Esto, a lo largo de la vida, y dependiendo de en qué momento o situación esté uno, pues provoca un sentimiento u otro respecto a esas fechas, señaladas en el calendario y en las que se presupone que uno debe estar feliz y contento, porque reina La Paz y la armonía, se llena todo de sentimientos positivos, se adornan las ciudades y los hogares (los de los que lo tienen, claro) y es una época del año maravillosa y mágica.

Esto es así, o no. 

Depende, como digo, de cómo esté uno y dónde.

Y muchas veces podemos ver a otras personas con un claro espíritu navideño..., de puertas para afuera.

¿Qué es el espíritu navideño?,¿qué magia hay que hace que esta época del año sea más dichosa, más feliz, que afloren de repente buenos sentimientos y propósitos, que todo se iluminé especialmente y que la realidad cambie, aparentemente?

Pues la realidad es que el mes de diciembre, si eres cristiano, rememora el adviento, que el 24 de diciembre se conmemora el nacimiento de Jesucristo y que esa noche, de Paz, es una celebración de dicho evento. Desde ese punto de vista es mágico, ya que el personaje de Jesucristo es un símbolo para muchos millones de seres humanos. 

Hasta ahí todo bien.

Luego está el folclore y el negocio, estrechamente unidos.

Todos somos generosos y celebramos..., gastando. Y gastando y gastando. 

No hay problemas, ni crisis, ni nada parecido a algo negativo. Todo reluce con sus luces y adornos brillantes, todos nos deseamos lo mejor y sonreímos felices, normalmente ante una mesa bien repleta de manjares y eso, de fiesta. 

De fiestas, que son varias. Y ¡felices fiestas!, nos deseamos.

Nada que objetar a los buenos sentimientos, a los reencuentros, al buen ambiente de solidaridad y hermanamiento. A los sentimientos fraternales y solidarios...

Las ciudades relucen con sus adornos, más o menos afortunados, o de más o menos buen gusto. 

Y las empresas cuyo auge en esta época y con motivo de la Navidad experimentan picos de ventas, pues encantadas de la vida, porque hacen su "agosto" en diciembre y los primeros días de enero, hasta Reyes.

¿Qué hay distinto? En realidad nada. La Navidad es un adorno a la realidad, que es la misma con o sin luces, árboles, papanoeles, belenes, fastos, cabalgatas y demás parafernalia.

La tele se convierte en un bombardeo publicitario,  machacante hasta límites que rozan el absurdo. ¡Compra esto! ¡y lo otro! Una y otra vez.

¿Qué hay detrás? Negocio, puro y duro.

Salvo honrosas excepciones, cuanto más "espíritu" navideño, con minúsculas, más negocio. Más consumo, más gasto.

Recuerdo un año que pasé el fin de año en Marruecos, en Fez. Coincidiendo además con el Ramadán.

Ese año, todo lo relacionado con la Navidad, tal y como la entendemos los occidentales de países con tradición católica, de repente no existía. 

Por ningún lado. Ni rastro. 

Sólo por desplazarse hacia el sur unos miles de kilómetros.

Ah! El espíritu navideño no es universal, depende de dónde se esté. Es selectivo.

Si estás en el primer mundo la cosa es distinta, porque puede incentivarse el consumo. Mucho. Demasiado. 

Si estás en África, bueno eso es otro mundo.

Hoy hablaba con una persona importante para mi, que me ha dicho que el verdadero valor que encontraba en la Navidad es el del reencuentro con la familia. 

Nuestro entorno más cercano. El "calor del hogar" antaño entendido como el del lugar donde ardía la leña para calentarnos. 

Actualmente esa mesa en la que se sienta la familia reunida, con algunos miembros reencontrados, tras a veces mucho tiempo sin verse. 

Estoy de acuerdo. Esa parte de la Navidad que estimula el reencuentro, los valores familiares y las tradiciones, me gusta. El resto, la verdad es que bastante menos.

Es adornar la realidad. A veces "inadornable" por mucho que se empeñen los medios. 

Al menos, en lo que al decorado se refiere.

Una calle iluminada con miles de luces intermitentes y adornada con mucho recargo o incluso, a veces pasa, con buen gusto, a altas horas de la noche, cuando nadie está despierto para verlo, es un espectáculo para nadie. Como sí encendemos todo el despliegue luminoso de un estadio de fútbol..., vacío.

¿A donde quiero ir a parar? Pues a que la ilusión en esta época no puede sustentarse en el adorno y el consumo. 

Debe ser algo interior. Y el interior no se adorna.

Aunque pensemos en la magia destinada a los niños, salvo los muy pequeños, al final es consumo, regalos. Pedir, tener.

No sé. Hay algo del espíritu navideño que no está claro (pese a toda la iluminación) que tiene ese regusto a decorado, a artificio, a impostura.

"Tenemos que quedar en Navidad, antes de fin de año"... Ya. ¿Y por qué? Todo es más caro, todo está lleno.

Fin de año. ¿Qué finaliza? Todo es un continuo, no finaliza nada, es arbitrario, depende de dónde hayas nacido.

Resulta sorprendente, cuando menos, que donde la Navidad se representa en su máximo esplendor sea en ciudades como Nueva York, donde es icónica, o en general en EEUU, el lugar que representa la expresión más exagerada del capitalismo, del consumismo, de la desigualdad... Sólo para reflexionar.

Es verdad que también hay estampas muy bellas de la Navidad en los países Escandinavos, residencia de Papá Noel...

En fin, que no trato aquí de aguarle "las fiestas" a nadie. De verdad.

Simplemente reflexionar sobre sí el espíritu de la Navidad es un artificio publicitario tremendamente rentable, o si representa unos auténticos valores que nos remueven y nos ayudan a ser mejores en general y de forma sostenible, vamos, que si es posible encontrar ese espíritu en otra época, o caduca al llegar la cuesta de enero.

Yo espero que no, y espero encontrarlo en mi interior y con los míos, al "calor del hogar" donde más a gusto puede sentirse uno y olvidar por un tiempo lo negativo.

Miremos hacia adentro, donde está todo, y comprobemos sí nuestra luz interior brilla más. 

Entonces sí podemos proyectar ese espíritu positivo y ese mensaje solidario y de esperanza. 

Y para esto, no hace falta pasar por caja..., ni adornar tanto.

Espero que tengais unas felices fiestas en familia, os deseo un año nuevo lleno de oportunidades y vivencias y ya, camino del final, con el día de Reyes, pues eso, no pasarse con el gasto y pensar que ellos, los Magos de Oriente, llevaron su presencia y un poco de oro, incienso y mirra, que lejos de equipararse a lo que hoy en día se consideran productos "caros" y de "lujo", estaban asociados a ciertos conceptos y rituales (El oro era un regalo para Jesús como Rey, pues era un regalo destinado a reyes. El incienso era un presente para Jesús como Dios, pues esta resina se quemaba delante de los dioses. Y la mirra, para Jesús como hombre, pues con ella se embalsamaba a los muertos)

Nada que ver con consumo, gasto o lo que en la actualidad significa el regalo de Reyes. 

Pero eso es otra historia.

Jorge Arizcun
Enero  2017