Acompañamiento para Gestión del Cambio
Estoy escribiendo en la piscina.
Estoy solo y tranquilo en esta tarde de verano.
El agua azul resulta relajante, así como el sonido de los chorros de agua depurada que se vierten sin cesar en la superficie, desde las tres bocas por las que salen.
Es un sonido continuo. Agua golpeando agua.
La superficie de la piscina está agitada.
La verdad es que se está estupendamente aquí y ahora.
Estoy sentado a la sombra y hace un rato me di un chapuzón, por lo que no tengo calor en absoluto, pese a ser hora de alta temperatura.
Me estoy concentrando en el sonido incesante del agua al caer sobre la superficie de la piscina.
Es un sonido compuesto lleno de matices, pues se compone del sonido que hace el chorro principal y el que hacen los mini chorros secundarios que se separan de aquel, las gotas sueltas al caer, el agua que se levanta en forma de salpicaduras al impactar los chorros y las gotas, que a su vez vuelven a impactar. Y la espuma que se forma, que crea un sonido de fondo casi imperceptible, como un siseo o vibración.
El agua de una piscina tiende a la quietud, no hace ruido por si misma.
Sólo al ser agitada o conducida por tuberías hacia la depuradora, impulsada por bombas y devuelta de nuevo a la piscina, produce ese incesante y complejo sonido, que parece uniforme pero que no lo es, rompiendo esa quietud natural del agua simplemente estando en la piscina.
Ahora imagino mi Ser como una masa de agua contenida en una piscina e imagino mi mente como esos chorros que de forma incesante vierten agua que al impactar sobre la superficie, rompen esa quietud y esa calma.
Esos chorros representarían en esta metáfora, los pensamientos, que de forma incesante y ruidosa interrumpen esa calma, removiendo el agua y agitándola.
La superficie del agua en movimiento y el agua circulando en ese circuito cerrado que es la piscina y su sistema de depuración.
Pero esto no es así todo el tiempo.
Está claro que si no hubiese movimiento del agua de ningún tipo, ésta terminaría por estropearse al no ser limpiada.
Pero hay momentos en los que los chorros cesan.
Y el silencio que se produce de repente hace casi más ruido que el que hacía ese agua al salir de las tuberías y caer sobre la superficie.
Hay un "botón de apagar", que en el caso de las piscinas es accionado electrónicamente por un sistema automático y programado.
En un momento predeterminado, clic y off...
El agua se detiene, el circuito se para, las bombas se apagan.
No hay chorros y nada interrumpe la quietud.
Encontrar y poder accionar a voluntad ese "botón de apagar la mente", al que se refería Eckhart Tolle, es una tarea difícil de lograr.
Detener el flujo incesante de pensamientos que como chorros de agua impiden la quietud y el silencio, que rompen la calma del agua cuando está en ese estado natural, simplemente estando, siendo, sin movimiento, es una habilidad que deberíamos entrenar todos los días, hasta tener la destreza de poder dar al botón de apagar, con el que lograremos no tanto eliminar los pensamientos, que estarán ahí, sino acallar la mente de juicios y llevarla a un estado de contemplación y aceptación.
Yo imagino mi estado de Ser como un lugar en mi interior similar a un lago o una piscina.
Lleno de agua azul en calma.
Pero para acceder ahí, a esa calma, debo primero apagar esos chorros de pensamientos y juicios que la alteran.
Es increíble como muy poco tiempo después de cesar los chorros, la superficie del agua se queda en completa calma, sin producir sonido alguno.
Mirar una superficie de agua así de quieta y plana, nos induce a un estado de igual calma a nosotros.
Imagina que puedes apagar ese flujo, esas bombas que succionan e impulsan el agua.
Que puedes hacerlo a voluntad.
E imagina ese estado del agua, al recuperar la calma y la quietud, sin ruido, sólo estando.
Y cuando lo veas en tu mente, respira lenta y profundamente y quédate ahí en silencio, en paz.
El agua es tu Ser y su estado natural es ese. Quietud y calma.
Los pensamientos son necesarios, e inevitables, pero no lo es seguirlos, hacerles caso o identificarnos con ellos. Además existe ese espacio entre pensamientos donde se encuentra la conexión con la calma, con la paz.
Estando ahora en la piscina, tranquilamente, yo sólo, escribiendo, al tomar conciencia de esos chorros, que si no pienso en ellos ni los oigo, me parecen bastante estruendosos y algo molestos.
Y espero a que cesen de un momento a otro.
El agua no son los chorros. Puedo ignorarlos, hasta ni siquiera escucharlos.
El Ser no es la mente ni los pensamientos.
El Ser es la totalidad del agua, cientos o miles de litros, en calma.
En la parte profunda de la piscina, el impacto del los chorros apenas se escucha y el movimiento del agua apenas se percibe.
Sobre esto reflexiono en esta apacible tarde de verano, en una piscina.
Tengo algo de calor de nuevo, voy a remojarme y me quedaré un momento en el fondo a experimentar físicamente esa calma.
Igualmente haré cuando no haya piscina en el exterior, sólo la interior.
Sin focalizar en pensamientos, ni en chorros incesantes saliendo de la pared de la piscina e impactando en la superficie.
Porque habré encontrado el botón de apagar..., o el camino a mi espacio interior profundo, dejando los chorros ahí arriba, imperceptibles.
Feliz tarde de verano.
Jorge Arizcun
Julio 2021
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