sábado, 25 de marzo de 2017

No voy a quejarme

  

Acompañamiento para Gestión del Cambio                    


Ni un poquito. 

Nada de quejas.

¿Sirve de algo quejarse o lamentarse?

Creo que no. No es funcional, como diría un coach...

La verdad es que es humano quejarse. No me refiero a reclamar, no. Ni a la queja que se refiere al dolor físico. 

Quiero hablar del lamento por algo que no nos gusta y que preferiríamos que fuese de otra manera.

A esa queja me refiero. Y digo que es humano porque, que yo sepa, somos la especie que tiene esa facultad, la de quejarse por lo que ocurre. Y por lo que no también.

Hay personas que son la queja personificada.

Pueden resultar muy incómodas. Todo les parece mal o motivo de queja.

Cuando se pasa por circunstancias difíciles, cuando los acontecimientos nos alteran o algo nos está  costando mucho, quejarse puede ser una respuesta inicial comprensible.

Pero recrearse y darle vueltas no vale de nada. Contárselo a todo el mundo tampoco. 

Lo que sirve y sí es funcional es actuar.

Ante lo que percibimos como una circunstancia adversa, hay que pasar a la acción. Y quejarse lo justo. Lo menos posible. O nada.

Porque la queja, aunque puede ser un desahogo, no conduce a nada realmente. Es una expresión de nuestra disconformidad con los acontecimientos y situaciones.

Que pasan, con o sin queja. 

Quejándonos no podemos evitar que sucedan las cosas, ni hacer que no "hayan pasado"

La reacción ante un suceso, un contratiempo, o algo que nos acontece y que percibimos como negativo, mejor que sea una acción.

Reaccionar actuando. Es mejor.

A mi, como a todo el mundo, me suceden cosas que no me gustan, que preferiría que no me sucediesen. 

Pero no voy a quejarme. Así lo he decidido.

Voy a analizar y decidir lo que voy a hacer. Si es que tengo o debo hacer algo.

Pensar "vaya mierda", o cosas así, la verdad es que no ayuda mucho. No es muy útil. 

Te pueden paralizar los pensamientos de ese tipo. "Qué asco", "qué mal", "no me gusta", "uf"...

Ponerse en acción, haciendo lo que podamos hacer al respecto y que consideremos que es la mejor opción, es una respuesta emocionalmente inteligente. 

Las posibilidades de ver las posibles salidas o soluciones ante los acontecimientos adversos o los retos difíciles son mayores si actuamos. Si nos ponemos en marcha.

Paralizarse, quedarse en el sitio lamentándose es un error y no nos ayuda en nada.

Un ejemplo que hemos visto muchas veces: Un delantero de un equipo de fútbol recibe una falta, o lo que él considera una falta.

El árbitro no la señala y continúa el juego con un peligroso contraataque del rival.

El delantero se queda en el lugar en el que estaba cuando ocurrió el lance, quejándose.

Y el rival llega a su área y marca...

¿Sirvió de algo la queja? Sí, sirvió para debilitar al equipo al quedarse ese delantero ahí tirado o parado, quejándose, sin bajar a defender la jugada.

Cuidado con la queja. Por mucho que duela la patada, salvo que te inhabilite físicamente para seguir, hay que levantarse y ponerse en acción. La que toque.

¿Qué vas a hacer cuando recibas la próxima entrada de la vida?


Ser Estatua


                     

Trick or Treat      Crecimiento Personal







A veces es mejor volverse estatua. 

Inerte y quieta estatua. 

Una figura impasible sin reacción ante las críticas o las provocaciones.

Dura, de piedra o de frío mármol. 

A veces hay que ser así. Inmunes a lo que ocurre fuera. 

Inmunes al frío y al calor. Al sol, la lluvia y a la nieve.

Lo más difícil es permanecer impasible al ser humano. 

Porque una​ estatua puede sobrevivir siglos en una selva, pero en una tarde en una ciudad puede perder un brazo, o la cabeza, a manos de civilizados humanos... 

Pero aquí quiero referirme a ser Estatua mentalmente. 

Poder hacernos de piedra en nuestra mente. Impasibles al exterior.

No todo el tiempo, claro. Pero sí en ocasiones en las que es mejor la total impasibilidad.

No es fácil. Hay que entrenarse.

No hay nada mejor que no responder a una provocación, no ofenderse ante una descalificación, no reaccionar ante un ataque, o una adversidad.

Cuando no se trata de algo físico, cuando esa amenaza es mental, real o no, poder convertirnos momentáneamente en estatuas es todo un logro.

Una estatua no tiene más que el desgaste del tiempo. 

No aparta la vista de lo que está mirando y no reacciona.

Vamos, que una estatua no hace ni puñetero caso a lo que sucede a su alrededor.

A veces esa habilidad nos sirve para no atender a nuestra voz interior cuando quiere atacarnos. 

Sí, puede protegernos de nosotros mismos.

Y si esa estatua la ponemos con los ojos cerrados, las cejas elevadas y una amplia sonrisa, el efecto de protección de multiplica.

Ser estatua. Para no alterarnos. 

Una técnica muy útil, que existe en la naturaleza. Muchos animales la utilizan en el plano físico, para pasar desapercibidos. 

Nosotros podemos también forzarnos a estar quietos, impasibles, cuando nos provocan. 

Quietud mental y física. Auténticas estatuas. De piedra.

Muchos conflictos nos podemos ahorrar.

¿Para qué responder?, ¿para qué reaccionar?, ¿para qué desgastarnos ante ciertas circunstancias, personas, o cosas que pasan?

Yo creo que en muchas ocasiones no merece la pena responder. 

Ni siquiera inmutarse.

Prueba a insultar a una estatua. 

A ver si responde. 

O se inmuta.

Ni aunque le arranquen un brazo, o la trasladen de sitio.


Jorge Arizcun