domingo, 29 de enero de 2017

Trenes


                     Trick or Treat      Consultoría y Coaching





En el viaje de la vida, nos vamos subiendo a diferentes trenes y parando en distintas estaciones a lo largo del recorrido.

El montarse en un tren u otro es nuestra elección. Y tenemos que subirnos al tren que necesitamos y queremos coger, no a cualquiera que pase.

Esto es válido en donde ocurren las cosas, que no es exactamente en el exterior, sino en nuestro interior.

El mundo de los pensamientos tiene mucho que ver con ese ejemplo. 

Los pensamientos son trenes. 

No todos los trenes van a donde queremos y si nos subimos al primero que pasa, lo más probable es que nos alejemos bastante y nos desviemos del camino. 

Tenemos que tener claro hacia dónde queremos ir para subirnos al tren correcto. 

En el mundo de la mente, los pensamientos no paran de pasar, por lo que tenemos que estar muy atentos a ellos, al panel que indica qué pensamiento (qué tren) es el que viene y hacia dónde nos lleva. Y decidir si nos subimos o no.

Y nosotros tenemos que tener claro hacia dónde queremos ir y hacia dónde no.

Nosotros tenemos una guía, como un GPS interno, que nos indica con precisión la ruta. 

Pero una gran mayoría de veces no le hacemos ni puñetero caso, por lo que el pobre GPS se desgasta en recalcular una y otra vez la ruta para que lleguemos dónde queremos. 

Donde tenemos que llegar, que sería nuestro propósito, que muchos no sabemos bien cual es. 

Las famosas preguntas filosóficas: ¿de dónde venimos? Y ¿a dónde vamos? son preguntas que nos pueden parecer difíciles de responder, porque las observamos desde nuestro ego, desde ese personaje que cree saber hacia dónde se dirige y cual es el mejor camino y se basa en el camino recorrido anteriormente. 

Pero las respuestas a estas preguntas, que son más profundas de lo que creemos, no las tiene ese yo egótico, ese pequeño personaje que creemos que somos. 

Esas respuestas las tiene nuestro YO esencial, quien realmente somos. Y que SABE de dónde venimos, para qué hemos venido (cual es el propósito de nuestra venida a este mundo) y cual es nuestro destino, a dónde vamos.

Imaginemos que estamos en una gran estación ferroviaria, con múltiples andenes y mucho tráfico de trenes, yendo y viniendo, de diferentes procedencias y hacia distintos destinos.

Ahí, en medio de todo ese jaleo de viajeros, de paneles anunciando los trenes, las llegadas, las salidas, escaleras mecánicas, de subida y de bajada. Pasillos, carteles. Ahí estamos nosotros. 

La vida misma.

Acabamos de bajarnos de otro tren, hemos llegado a esta encrucijada, una más, de tantas que nos hemos encontrado y otras tantas que nos encontraremos, o no...

No todas tan complicadas, a veces sólo un andén y un sólo tren como posibilidad.

No siempre es posible decidir fácilmente, otras veces es muy sencillo porque sólo hay que subirse al único tren que pasa.

Puede ser que un trayecto sea muy corto y otros sean muy largos.

Imaginemos por ejemplo un trabajo. Nos montamos en un tren y recorremos muchos kilómetros y durante mucho tiempo y un día llegamos a una estación y nos anuncian que el tren queda fuera de servicio y entra en vía muerta.

Nos bajamos, con vértigo. ¿Y ahora qué?  Pues toca buscar otro destino distinto. Y puede pasar, como pasa, que el andén esté lleno y que el tren que llega viene también lleno y sólo pueden entrar unos pocos. 

Y nos quedamos fuera.

Y el siguiente tren tarda muchísimo en pasar y nosotros hacemos mucho esfuerzo para posicionarnos bien en el andén para cuando llegue tener más oportunidades de poder subirnos. 

Y cuando viene, resulta que no para y pasa de largo. ¿Qué hacemos?, ¿cambiamos de andén?, ¿de destino?, ¿y si justo cuando vamos a cambiar es cuando viene el tren que necesitamos, que va a dónde queremos? ¿Y si nos movemos del sitio  al que tanto nos ha costado llegar?

Es igual que en la vida. No sólo en el trabajo, en las diferentes facetas y aspectos vitales. 

En la mente y los pensamientos.

Trenes, decisiones, esfuerzos.

La buena noticia es que siempre van a estar llegando y partiendo trenes. 

Lo difícil es elegir bien el destino. 

A veces la frecuencia de paso es pequeña y cuando al fin llega el tren y podemos subir, nos damos cuenta de que ha merecido la pena el esfuerzo. 

Y si ya tenemos asientos libres, ni te cuento lo bien que podremos sentirnos.

Importante: ¿qué tren queremos coger? Y ¿qué esfuerzo estamos dispuestos a hacer para lograr cogerlo?

No es cuestión de subirnos al primero que pase y a cualquier destino. Mejor elegir bien y saber esperar. 

A veces es muy difícil elegir, o no es posible. Pues hay que tratar de subirse al que nos parezca mejor dentro de esas pocas oportunidades de elección.

Los trenes no paran de pasar. Van y vienen todo el tiempo, desde muchos lugares y hacia muchos destinos. 

Suerte en la elección y buen viaje.

Jorge Arizcun
Enero 2017

lunes, 23 de enero de 2017

Chica Gacela



  Trick or Treat      Consultoría y Coaching




Hace un tiempo, comencé a fijarme en una chica que con ropa deportiva caminaba muy rápido y de forma enérgica, con cara tensa, labios apretados.

Me di cuenta que estaba muy delgada, mucho. Y en un principio pensé, o mi mente me escupió, que podía tratarse de una chica obsesionada con su peso y que pudiese tener algún trastorno (tipo anorexia...)

Fíjate, así sin saber nada, un pensamiento tan sin fundamento, negativo..., ¡sólo estaba viendo pasar una chica delgada caminando rápido! Seria, concentrada, erguida.

La fui viendo varios días más, igual. Su forma de andar enérgica, con zancadas cortas y rápidas, balanceo de brazos. 

Me fui dando cuenta a medida que la iba viendo cada día, que era una forma de andar extremadamente coordinada, a un ritmo inmediatamente previo a correr.

Así la vi durante un tiempo, sólo caminando de esa forma y con la cara y la actitud de determinación invariable.

Hasta que un día volví a verla pasar, más rápido..., iba corriendo. Sus brazos flexionados, los puños cerrados y los codos altos a los costados, pecho adelantado cuello recto y estirado. Y una zancada suave, fluida, eficiente.

La palabra que me vino para describir esa forma de correr fue "elegante gacela"
Parecía que avanzaba sin esfuerzo, como por una alfombra.

El pelo recogido y la coleta oscilando a derecha y a izquierda. La mirada fija al frente, no al suelo.

El estilo de correr, carrera natural, pisando con las puntas, sin apoyar el talón, elevando rodilla y estirando la zancada...

Lo que estaba viendo desde el principio era una actitud. En forma de chica gacela.

Un entrenamiento en progresión y más adelante con variaciones de caminar rápida y enérgicamente, trotar a buen ritmo y correr al estilo que he tratado de describir.

Cada día, invariablemente. 

Una chica alta, muy delgada, pero por el ejercicio intenso y constante, una determinación, una constancia.

Admiro a la chica gacela. Me parece un ejemplo.

No sé nada de su vida, sólo conozco y de pasada (rápida) esa faceta de deportista constante y eficiente.

No sé si se entrena porque corre carreras, no lleva distintivos ni ropa cara. 

Hace un par de días, con un intenso frío aquí en Tres Cantos (pre-sierra de Madrid) ella iba con una camiseta de algodón gris de manga larga, mallas finas, calcetín corto de running y zapatillas decentes, aunque no cantosas. Pelo recogido, coleta oscilante y ritmo alto.

Bueno, quería contarlo, primero como homenaje y expresión de admiración y segundo para resaltar el concepto de actitud. 

Si vas a hacerlo, hazlo bien. 

No se puede correr con la eficacia y la elegancia de una gacela, sin el porte de una gacela. 

Eso no se consigue sin trabajo. 

La actitud te hace perseverar, mejorar, te quita la pereza, te pone en marcha.

Admirada chica gacela, gracias por tu ejemplo y espero verte muchos días más devorando kilómetros con tus largas piernas, tu postura, tu determinación y esa cara concentrada mirando al frente. 

Con tu actitud.

Jorge Arizcun
Enero  2017

domingo, 15 de enero de 2017

Sin Expectativas


  Trick or Treat      Consultoría y Coaching




Pasará lo que tenga que pasar y, sea lo que sea, estará bien.

Es importante no apegarse a nada, y mucho menos a las expectativas.

Son pensamientos, no son reales.

Haz lo que tengas que hacer, sin esperar nada a cambio.

Sólo hazlo.

Porque creas o sepas que debes hacerlo, aunque es una decisión libre.

Deber, no debes hacer nada.

Más bien haz lo que quieras. Y como quieras hacerlo, hazlo bien, desde el amor.

Hazlo en presente, vívelo y siéntelo, con lo que traiga.

Desde la sinceridad y el desapego.

Todo irá bien,  ¿por qué no iba a ir bien?

Ten confianza.

Y obsérvate.

Tu postura, tu mirada, tu tranquilidad, las palabras que pronuncias, lo que proyectas.

Siéntete tú mismo, siéntete libre.

Sé auténtico y no esperes nada.

Sólo sé.

Y vive el momento.

Intensamente.

Es importante para ti.

Vívelo.

Pasará.

Y después, cuando haya pasado, comprobarás que las expectativas son siempre posibilidades de futuro, creaciones de la mente.

Como el cuento de la lechera.

No dejes que tu mente tomé el control, ni especule.

No dejes que hablé tu ego.

Fluye con lo que venga y verás como tu mejor futuro, que no tienes ni idea de cual es, llegará en su momento.

Luego será luego, pero ahora no es.

Así que para qué pensarlo ahora.

Ahora es lo único que hay.

Y tú no sabías, no podías saber que iba a ser como es ahora mismo.

Es imposible.
Así que tranquilidad, haz ahora lo que toca y después será tu ahora, cuando llegue, y entonces sabrás.

Y podrás, si llega el momento, vivirlo.

En su momento.

No antes.
Jorge Arizcun
Enero  2017

¿Jugamos al Parchís?



  Trick or Treat      Consultoría y Coaching



Hoy voy a hablar del parchís y de jugar.

Este juego, que ya es antiguo y muy conocido, principalmente en España, pero también en otras partes  del mundo, es un juego simple, como lo es el juego de la vida.

Se trata de llegar a la meta, al final de un recorrido que da unas cuantas vueltas, en el que el avance se determina por el valor que sale al tirar el dado y en el que no se está solo.

Se compite, como en la vida, y se juega en equipo, con las fichas de tu mismo color.

Y se avanza y se retrocede.

Pueden comerte y enviarte de nuevo al origen, donde permaneces hasta que sale el número que permite volver a empezar a caminar el largo camino, lleno de sorpresas, hasta llegar a ese espacio seguro donde no puede pasarte ya nada, una vez superados los obstáculos y haber perseverado con toda la fe en lograrlo.

Cada equipo tiene un color, todos quieren llegar, todos pueden llegar, pero hacen falta varias cosas.

Se han de dar varios factores.

Uno es el del factor suerte. En esto hay muchas teorías...

Hay que lanzar el dado y hay que decidir qué es lo que hacer.

Aunque a veces no puede decidirse nada. Con las fichas en casa, si no sacas un 5 no puedes incorporarte.

Se me ocurre un símil con la vida.

El 5 representaría la posibilidad de incorporarse a la partida, nacer.

Hay un componente de azar, o no, en el hecho de la posibilidad de nacer.

Aunque juega también su papel la estadística.

Saldrá el 5, tarde o temprano.

Una vez se incorpora la primera ficha al tablero, si nos ponemos en el punto de vista de la propia ficha, nuestra perspectiva es muy limitada.

Estamos ahí situados y tenemos que echar a andar. No sabemos lo que nos vamos a encontrar ni lo que durará nuestra vida en el exterior.

Cuando sólo somos una ficha en el tablero, sólo podemos mover esa, en función de lo que salga en el dado en nuestro turno.

Cuando somos más fichas, lo que podríamos asimilar a distintas facetas de nuestra vida, o distintas personas afines en nuestro equipo (familia, amigos...) ya se activa la toma de decisiones, qué ficha mover.

En la perspectiva bidimensional pegados al tablero, todo es una incertidumbre y el control sobre el juego se limita a moverse a ver qué pasa.

La perspectiva, en el parchís y en la vida es muy importante.

Sólo tenemos que incorporar una tercera dimensión para tener una panorámica bien distinta y esclarecedora.

En la vida igual.

A veces no podemos ver nada, porque nuestra situación no nos lo permite.

Vivimos una "realidad bidimensional", lo que nos hace permanecer en una situación de incertidumbre, no sabemos dónde nos encontramos, no controlamos nuestras fichas (en el parchís son cuatro, pero podemos suponer unas cuantas más, bueno bastantes más en lo que es el juego de la vida)

Pero es un símil, gráfico y simple.

Si tomamos perspectiva, espacial, no temporal, la cosa cambia radicalmente.

Podemos ver nuestras fichas en el tablero, podemos ver la posición de las fichas de los demás y podemos tomar decisiones, limitar las incertidumbres y sentirnos en control, al menos de lo que nosotros vamos o debemos, o queremos hacer.

Está el factor dado (número que sale al tirarlo), lo que nos va deparando la vida, también está el factor número de fichas, nuestros diversos aspectos, y está el factor de las fichas de otros colores, que podríamos visualizar como factores externos que no podemos controlar y que debemos gestionar a medida que se nos exija decidir en función de sus movimientos o posición, defendiéndonos, atacando, etc.

Y como en la vida, el camino hay que hacerlo, con lo que venga.

Y hemos de jugar lo mejor que sepamos y aceptar las diferentes situaciones que van surgiendo a lo largo de nuestro camino.

Puede que nos encontremos atascados, porque fichas de otro color hayan puesto una barrera.

También que nos sintamos atrapados o en riesgo, por la amenaza de ser comidos. Si nos comen una ficha, volvemos al inicio, y esa ficha ha de volver a nacer, o renacer.

Podríamos compararlo a un fracaso, una pérdida, la que sea, tras la que debamos que reponernos y volver a empezar.

Hay que tirar los dados, eso es todo.

Y confiar y mientras seguir con las otras fichas.

A veces podemos avanzar mucho, si nos comemos fichas de otro color.

Y también podemos perder oportunidades si no estamos atentos, si estamos a otra cosa y tomamos una mala decisión o hacemos un mal movimiento por no estar con la atención plena en el juego.

Una tirada, un número y una posibilidad de comernos una ficha de otro color y avanzar, pero por no estar atentos, mover otra ficha y perder la oportunidad.

¿Cuántas veces nos pasa esto en nuestra vida?

Así que en el parchís tenemos las posibilidades, tenemos los avances, tenemos los bloqueos, los fracasos, las decisiones, tenemos que combinar los movimientos de todas nuestras fichas para avanzar hacia la meta, tenemos que reaccionar y tenemos que estar presentes, tenemos que recomenzar algunas veces, o muchas.

Es igual que en la vida. Un juego, unas reglas, una aventura, una meta, hay que ir dando pasos, tirar los dados, tener fe, aprender...
Y tener la máxima perspectiva posible.

¿Jugamos?
Venga, a tirar los dados. Si no se tira el dado no puede ocurrir nada y la partida se para. Sólo hay que tirar, confiar, jugar y pasarlo bien. Con todo lo que ocurra.

Me gusta el símil con el parchís. Con su colorido, con su camino, con nuestras decisiones.

Hay otros juegos y posiblemente una combinación de todos ellos reflejarían mejor la vida, que es muy variada y en la que se juegan muchas partidas a la vez.

Pero es bueno simplificar. La vida no es tan complicada, si no la hacemos nosotros complicada.

¡Ah! Siempre que es posible elijo el azul y me encanta la emoción y la incertidumbre al tirar el dado. y mi número es el 5...

¿Qué va a pasar?

No podemos saberlo. Así que juguemos para averiguarlo.

¡Feliz partida!

Jorge Arizcun
Enero  2017

martes, 3 de enero de 2017

Niebla



  Trick or Treat      Consultoría y Coaching



Conduciendo por tierras manchegas el día 1 de enero de este año nuevecito, una pertinaz y densa niebla nos envolvió y yo, que iba al volante, tuve que circular con extrema precaución. 

No íbamos por autovía, sino acortando camino por carreteras secundarias. 

La espesa niebla, que por momentos se tornaba casi sólida y no permitía ver más allá de unos pocos metros por delante del coche, obligaba al conductor, o sea, yo, a mantener una atención plena en la conducción...

Tomé conciencia en un momento que la atención plena no solo es posible, sino que a veces es obligatoria. 

Sobre todo cuando existe una situación de riesgo, como cuando vas conduciendo en medio de una espesa niebla en una carretera secundaria.

Atención plena. 

Estar en el momento presente con todos los sentidos. 

Vivir el ahora, en alerta, conscientes de que no hacerlo podría impedir vivir el momento siguiente...

Pero no es necesario transitar por una espesa niebla, o caminar por un sendero estrecho al borde de un precipicio, o realizar ninguna actividad de riesgo, para lograr la atención plena.

Vivir con atención el presente es posible, si se practica. 

Y es necesario. 

Porque los momentos suceden y pasan.

Y si uno no es consciente y no vive momento a momento, bien porque se ha quedado "re-viviendo" lo que ya pasó  (cosa que no es posible) o bien porque se dedica a "pre-vivir" las expectativas del futuro (lo que tampoco es posible) 

Pues pasa que los momentos pasan sin darnos cuenta, sin ser conscientes de ellos y con ellos las vivencias que al final, por no estar aquí y ahora, nos perdemos.

Ayer fue la noche de fin de año, vivida intensamente como corresponde, con su celebración, sus uvas, los buenos deseos y la fiesta, los que la tuvieran.

Si en la carretera, en el camino de vuelta, yo me hubiese dedicado, en vez de estar atento a la carretera, en medio de la niebla, a "revivir" la nochevieja y a recrearme mentalmente en lo ocurrido la noche anterior, podría haberme despistado y no darme cuenta de una curva, una señal, o un obstáculo repentino y "perderme" el momento

y, a lo peor, la vida. 

Así, tal cual.

La verdad es que literalmente perdemos la vida al no vivirla. 

Es como estar muerto en el presente. 

Es perdérselo. 

Y ocurre constantemente. 

La mente a su bola y la vida pasando sin que nos demos cuenta, sin prestar atención a los detalles. Sin enterarnos de nada.

"Re-vivir" o tratar vivir en el pasado, donde no se puede vivir, y "pre-vivir" o tratar de vivir en el futuro, donde tampoco es posible vivir, trae muchos problemas con los apegos y las expectativas. 

Y además es perjudicial para la salud.

Dicen que la depresión se deriva en parte de un exceso de pasado.

Y que la ansiedad surge por un exceso de futuro, cosas ambas, pasado y futuro, que no pueden existir en el presente, al menos como vivencias reales. 

Y además no son reales porque ese "re-vivir" es más que probable que tenga mucho de invención, porque también es muy probable que los momentos que no se vivieron  en su momento, la mente los recree, o los invente. 

Y por supuesto, lo que aún no ha ocurrido, no existe y podría ser de cualquier manera, con toda seguridad (salvo que seas adivino) distinta o muy distinta a las expectativas que nuestra mente nos pone delante, invenciones, fantasías. 

En cualquier caso, no presente, o sea, no vivir.

Mejor no circular con niebla, 

O quizás bienvenida la niebla para traernos al ahora y a prestar atención a lo que está pasando en el presente. 

Esa niebla que debe impedirnos mirar atrás o hacia adelante, obligándonos a concentrarnos en el sitio donde estamos, en el momento en el que estamos y darnos cuenta de por dónde vamos.

Muchos accidentes ocurren en carreteras despejadas, con perfecta visibilidad.
 

No estar en el presente puede resultar peligroso, no sólo porque puedas tener un accidente grave o mortal, sino porque la realidad es que si no estás en el ahora, no estás vivo. 

Tal cual. 

Entonces la niebla la tienes dentro. 

Y no ves nada. 

Ni te enteras de nada. 

Eso si que comporta riesgo. 

Nada menos que el de perderte tu propia vida.

Jorge Arizcun
Enero  2017

Borrón y Cuenta Nueva



  Trick or Treat      Consultoría y Coaching



Lo de borrón y cuenta nueva a veces no es buena idea, porque se queda a medias, o sea en el borrón.

Mi padre decía que cuando algo se terminaba había que darle carpetazo. Vamos, que había que cerrar capítulo totalmente, absolutamente.

Y lo hacía, aunque no siempre.

Yo, que he heredado muchos aspectos de su carácter, también lo he hecho, pero con el tiempo he aprendido que no es lo correcto en muchos casos.

Y como de borrar y descodificar patrones aprendidos se trata, opto desde este instante por no dejar borrones, y limpiar en lo posible los que se puedan limpiar. 

Mejor una vida sin borrones ¿no?

Y esto es especialmente importante en el caso de las personas. 

A lo largo de la vida pasan muchas personas que a veces solo se cruzan brevemente en nuestro camino y en otras ocasiones caminan a nuestro lado un trecho, más o menos largo. 

Por ejemplo en la época de estudios, o en los distintos trabajos o proyectos, también en la familia, por supuesto.

Ahora voy a referirme a los compañeros de trabajo. 

Si tras un largo tiempo trabajando en la misma empresa, llega un día en el que cambias de trabajo, porque te vas, o te despiden, especialmente en este caso, si queda mal sabor de boca, puede pasar, si tienes esa tendencia a desconectar y a cerrar capítulo, que le des con la puerta en las narices además de a la empresa, a los compañeros, que ninguna culpa tienen, pero con los que durante un tiempo puede que duela contactar, por lo directamente relacionados que están con esa etapa finalizada y que quieres cerrar.

Pero no es justo no lógico. 

Porque son personas, más allá de su rol laboral. 

Y algunos son amigos. 

Y muchos otros te apreciaban y puede que hasta te echen de menos.

Y es comprensible que sí uno actúa así, dejando de lado a la gente, pueda pasar que esa gente, especialmente los más cercanos y amigos, puedan sentirse dolidos.

Ahí queda el borrón. 

Y además una pérdida de relación con personas importantes en tu vida.

Vale hacer cuenta nueva, pero sin borrones y conservando lo importante, que son las personas. 

Aunque sea difícil o doloroso. 

Merece la pena conservar esas relaciones, esas personas y esos amigos en la vida de uno.

Ahora, gracias a las redes sociales, se puede mantener cierta relación con esos antiguos compañeros, pero se pierde el trato y el contacto real. 

No emborronemos las relaciones. 

Mejor todo limpio y claro.

Jorge Arizcun
Enero  2017

La Navidad es un Adorno



  Trick or Treat      Consultoría y Coaching




Un año más llegó diciembre y se acercan a toda velocidad las fechas navideñas (bueno, ya se anunciaban desde bastante antes...)

Esto, a lo largo de la vida, y dependiendo de en qué momento o situación esté uno, pues provoca un sentimiento u otro respecto a esas fechas, señaladas en el calendario y en las que se presupone que uno debe estar feliz y contento, porque reina La Paz y la armonía, se llena todo de sentimientos positivos, se adornan las ciudades y los hogares (los de los que lo tienen, claro) y es una época del año maravillosa y mágica.

Esto es así, o no. 

Depende, como digo, de cómo esté uno y dónde.

Y muchas veces podemos ver a otras personas con un claro espíritu navideño..., de puertas para afuera.

¿Qué es el espíritu navideño?,¿qué magia hay que hace que esta época del año sea más dichosa, más feliz, que afloren de repente buenos sentimientos y propósitos, que todo se iluminé especialmente y que la realidad cambie, aparentemente?

Pues la realidad es que el mes de diciembre, si eres cristiano, rememora el adviento, que el 24 de diciembre se conmemora el nacimiento de Jesucristo y que esa noche, de Paz, es una celebración de dicho evento. Desde ese punto de vista es mágico, ya que el personaje de Jesucristo es un símbolo para muchos millones de seres humanos. 

Hasta ahí todo bien.

Luego está el folclore y el negocio, estrechamente unidos.

Todos somos generosos y celebramos..., gastando. Y gastando y gastando. 

No hay problemas, ni crisis, ni nada parecido a algo negativo. Todo reluce con sus luces y adornos brillantes, todos nos deseamos lo mejor y sonreímos felices, normalmente ante una mesa bien repleta de manjares y eso, de fiesta. 

De fiestas, que son varias. Y ¡felices fiestas!, nos deseamos.

Nada que objetar a los buenos sentimientos, a los reencuentros, al buen ambiente de solidaridad y hermanamiento. A los sentimientos fraternales y solidarios...

Las ciudades relucen con sus adornos, más o menos afortunados, o de más o menos buen gusto. 

Y las empresas cuyo auge en esta época y con motivo de la Navidad experimentan picos de ventas, pues encantadas de la vida, porque hacen su "agosto" en diciembre y los primeros días de enero, hasta Reyes.

¿Qué hay distinto? En realidad nada. La Navidad es un adorno a la realidad, que es la misma con o sin luces, árboles, papanoeles, belenes, fastos, cabalgatas y demás parafernalia.

La tele se convierte en un bombardeo publicitario,  machacante hasta límites que rozan el absurdo. ¡Compra esto! ¡y lo otro! Una y otra vez.

¿Qué hay detrás? Negocio, puro y duro.

Salvo honrosas excepciones, cuanto más "espíritu" navideño, con minúsculas, más negocio. Más consumo, más gasto.

Recuerdo un año que pasé el fin de año en Marruecos, en Fez. Coincidiendo además con el Ramadán.

Ese año, todo lo relacionado con la Navidad, tal y como la entendemos los occidentales de países con tradición católica, de repente no existía. 

Por ningún lado. Ni rastro. 

Sólo por desplazarse hacia el sur unos miles de kilómetros.

Ah! El espíritu navideño no es universal, depende de dónde se esté. Es selectivo.

Si estás en el primer mundo la cosa es distinta, porque puede incentivarse el consumo. Mucho. Demasiado. 

Si estás en África, bueno eso es otro mundo.

Hoy hablaba con una persona importante para mi, que me ha dicho que el verdadero valor que encontraba en la Navidad es el del reencuentro con la familia. 

Nuestro entorno más cercano. El "calor del hogar" antaño entendido como el del lugar donde ardía la leña para calentarnos. 

Actualmente esa mesa en la que se sienta la familia reunida, con algunos miembros reencontrados, tras a veces mucho tiempo sin verse. 

Estoy de acuerdo. Esa parte de la Navidad que estimula el reencuentro, los valores familiares y las tradiciones, me gusta. El resto, la verdad es que bastante menos.

Es adornar la realidad. A veces "inadornable" por mucho que se empeñen los medios. 

Al menos, en lo que al decorado se refiere.

Una calle iluminada con miles de luces intermitentes y adornada con mucho recargo o incluso, a veces pasa, con buen gusto, a altas horas de la noche, cuando nadie está despierto para verlo, es un espectáculo para nadie. Como sí encendemos todo el despliegue luminoso de un estadio de fútbol..., vacío.

¿A donde quiero ir a parar? Pues a que la ilusión en esta época no puede sustentarse en el adorno y el consumo. 

Debe ser algo interior. Y el interior no se adorna.

Aunque pensemos en la magia destinada a los niños, salvo los muy pequeños, al final es consumo, regalos. Pedir, tener.

No sé. Hay algo del espíritu navideño que no está claro (pese a toda la iluminación) que tiene ese regusto a decorado, a artificio, a impostura.

"Tenemos que quedar en Navidad, antes de fin de año"... Ya. ¿Y por qué? Todo es más caro, todo está lleno.

Fin de año. ¿Qué finaliza? Todo es un continuo, no finaliza nada, es arbitrario, depende de dónde hayas nacido.

Resulta sorprendente, cuando menos, que donde la Navidad se representa en su máximo esplendor sea en ciudades como Nueva York, donde es icónica, o en general en EEUU, el lugar que representa la expresión más exagerada del capitalismo, del consumismo, de la desigualdad... Sólo para reflexionar.

Es verdad que también hay estampas muy bellas de la Navidad en los países Escandinavos, residencia de Papá Noel...

En fin, que no trato aquí de aguarle "las fiestas" a nadie. De verdad.

Simplemente reflexionar sobre sí el espíritu de la Navidad es un artificio publicitario tremendamente rentable, o si representa unos auténticos valores que nos remueven y nos ayudan a ser mejores en general y de forma sostenible, vamos, que si es posible encontrar ese espíritu en otra época, o caduca al llegar la cuesta de enero.

Yo espero que no, y espero encontrarlo en mi interior y con los míos, al "calor del hogar" donde más a gusto puede sentirse uno y olvidar por un tiempo lo negativo.

Miremos hacia adentro, donde está todo, y comprobemos sí nuestra luz interior brilla más. 

Entonces sí podemos proyectar ese espíritu positivo y ese mensaje solidario y de esperanza. 

Y para esto, no hace falta pasar por caja..., ni adornar tanto.

Espero que tengais unas felices fiestas en familia, os deseo un año nuevo lleno de oportunidades y vivencias y ya, camino del final, con el día de Reyes, pues eso, no pasarse con el gasto y pensar que ellos, los Magos de Oriente, llevaron su presencia y un poco de oro, incienso y mirra, que lejos de equipararse a lo que hoy en día se consideran productos "caros" y de "lujo", estaban asociados a ciertos conceptos y rituales (El oro era un regalo para Jesús como Rey, pues era un regalo destinado a reyes. El incienso era un presente para Jesús como Dios, pues esta resina se quemaba delante de los dioses. Y la mirra, para Jesús como hombre, pues con ella se embalsamaba a los muertos)

Nada que ver con consumo, gasto o lo que en la actualidad significa el regalo de Reyes. 

Pero eso es otra historia.

Jorge Arizcun
Enero  2017