Trick or Treat Consultoría y Coaching
En el viaje de la vida, nos vamos subiendo a diferentes trenes y parando en distintas estaciones a lo largo del recorrido.
El montarse en un tren u otro es nuestra elección. Y tenemos que subirnos al tren que necesitamos y queremos coger, no a cualquiera que pase.
Esto es válido en donde ocurren las cosas, que no es exactamente en el exterior, sino en nuestro interior.
El mundo de los pensamientos tiene mucho que ver con ese ejemplo.
Los pensamientos son trenes.
No todos los trenes van a donde queremos y si nos subimos al primero que pasa, lo más probable es que nos alejemos bastante y nos desviemos del camino.
Tenemos que tener claro hacia dónde queremos ir para subirnos al tren correcto.
En el mundo de la mente, los pensamientos no paran de pasar, por lo que tenemos que estar muy atentos a ellos, al panel que indica qué pensamiento (qué tren) es el que viene y hacia dónde nos lleva. Y decidir si nos subimos o no.
Y nosotros tenemos que tener claro hacia dónde queremos ir y hacia dónde no.
Nosotros tenemos una guía, como un GPS interno, que nos indica con precisión la ruta.
Pero una gran mayoría de veces no le hacemos ni puñetero caso, por lo que el pobre GPS se desgasta en recalcular una y otra vez la ruta para que lleguemos dónde queremos.
Donde tenemos que llegar, que sería nuestro propósito, que muchos no sabemos bien cual es.
Las famosas preguntas filosóficas: ¿de dónde venimos? Y ¿a dónde vamos? son preguntas que nos pueden parecer difíciles de responder, porque las observamos desde nuestro ego, desde ese personaje que cree saber hacia dónde se dirige y cual es el mejor camino y se basa en el camino recorrido anteriormente.
Pero las respuestas a estas preguntas, que son más profundas de lo que creemos, no las tiene ese yo egótico, ese pequeño personaje que creemos que somos.
Esas respuestas las tiene nuestro YO esencial, quien realmente somos. Y que SABE de dónde venimos, para qué hemos venido (cual es el propósito de nuestra venida a este mundo) y cual es nuestro destino, a dónde vamos.
Imaginemos que estamos en una gran estación ferroviaria, con múltiples andenes y mucho tráfico de trenes, yendo y viniendo, de diferentes procedencias y hacia distintos destinos.
Imaginemos que estamos en una gran estación ferroviaria, con múltiples andenes y mucho tráfico de trenes, yendo y viniendo, de diferentes procedencias y hacia distintos destinos.
Ahí, en medio de todo ese jaleo de viajeros, de paneles anunciando los trenes, las llegadas, las salidas, escaleras mecánicas, de subida y de bajada. Pasillos, carteles. Ahí estamos nosotros.
La vida misma.
Acabamos de bajarnos de otro tren, hemos llegado a esta encrucijada, una más, de tantas que nos hemos encontrado y otras tantas que nos encontraremos, o no...
No todas tan complicadas, a veces sólo un andén y un sólo tren como posibilidad.
No siempre es posible decidir fácilmente, otras veces es muy sencillo porque sólo hay que subirse al único tren que pasa.
Puede ser que un trayecto sea muy corto y otros sean muy largos.
Imaginemos por ejemplo un trabajo. Nos montamos en un tren y recorremos muchos kilómetros y durante mucho tiempo y un día llegamos a una estación y nos anuncian que el tren queda fuera de servicio y entra en vía muerta.
Nos bajamos, con vértigo. ¿Y ahora qué? Pues toca buscar otro destino distinto. Y puede pasar, como pasa, que el andén esté lleno y que el tren que llega viene también lleno y sólo pueden entrar unos pocos.
Y nos quedamos fuera.
Y el siguiente tren tarda muchísimo en pasar y nosotros hacemos mucho esfuerzo para posicionarnos bien en el andén para cuando llegue tener más oportunidades de poder subirnos.
Y cuando viene, resulta que no para y pasa de largo. ¿Qué hacemos?, ¿cambiamos de andén?, ¿de destino?, ¿y si justo cuando vamos a cambiar es cuando viene el tren que necesitamos, que va a dónde queremos? ¿Y si nos movemos del sitio al que tanto nos ha costado llegar?
Es igual que en la vida. No sólo en el trabajo, en las diferentes facetas y aspectos vitales.
En la mente y los pensamientos.
Trenes, decisiones, esfuerzos.
La buena noticia es que siempre van a estar llegando y partiendo trenes.
Lo difícil es elegir bien el destino.
A veces la frecuencia de paso es pequeña y cuando al fin llega el tren y podemos subir, nos damos cuenta de que ha merecido la pena el esfuerzo.
Y si ya tenemos asientos libres, ni te cuento lo bien que podremos sentirnos.
Importante: ¿qué tren queremos coger? Y ¿qué esfuerzo estamos dispuestos a hacer para lograr cogerlo?
No es cuestión de subirnos al primero que pase y a cualquier destino. Mejor elegir bien y saber esperar.
A veces es muy difícil elegir, o no es posible. Pues hay que tratar de subirse al que nos parezca mejor dentro de esas pocas oportunidades de elección.
Los trenes no paran de pasar. Van y vienen todo el tiempo, desde muchos lugares y hacia muchos destinos.
Suerte en la elección y buen viaje.
Jorge Arizcun
Enero 2017
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