lunes, 18 de septiembre de 2017

Ropa Usada


    Acompañamiento para Gestión del Cambio 




https://pixabay.com

Cuando depositas la ropa en el contenedor... desaparece.
 
Si como le pasa a tanta gente tienes apego a TUS cosas, te habrá costado decidir de qué deshacerte. 

Lo has metido en bolsas que igual has vaciado varias veces ("no sé si tirar esto. Ni esto otro...")

Finalmente cierras la bolsa y vas al contenedor. Aún delante dudas antes de depositar la bolsa en el recipiente y dudas con la bolsa o bolsas ya en él antes de accionar la palanca que lo vuelca.

Finalmente la accionas, el recipiente se vuelca y desaparecen las bolsas.

Desaparece TU ropa, que automáticamente y de inmediato deja de ser TU ropa y pasa a ser ropa. Sin más.

Y desaparece de tu vida. 

El apego es un sentimiento que puede hacerte sufrir mucho. 

Es normal encariñarse de personas, circunstancias o cosas, pero igual que en el ejemplo, debes poder despegarte de ellas, dejarlas ir. 

Tú no eres en función de tus relaciones, ni de tus posesiones, porque realmente no tienes nada. 

La prueba es que de buenas a primeras esas personas, situaciones y cosas pueden desaparecer. 

Sin aviso. De golpe. 

Y ya no están más. 

Pero tú sigues ahí, siendo tú en esencia, no ese tú que existe en función del exterior.

El apego nos ata. Cuanto más apego más ataduras. Menos libertad.

Siempre se habla de ir ligero de equipaje. Es más cómodo y has de preocuparte por menos cosas.

Ese equipaje del viaje de tu vida ¿Cómo es? Porque acarrearlo contigo puede frenar extraordinariamente tu avance. 

Todo tiene su tiempo y su lugar. 

Me gusta imaginar una biblioteca.

 https://pixabay.com

Me gustan los libros pero hace tiempo que no me gusta TENER libros. Esas pesadas cajas de libros que en las mudanzas te revientan.

En cambio ahí están las bibliotecas, llenas de libros, a las que puedes ir con las manos en los bolsillos y acceder a todos esos libros a tu disposición, pero que no TIENES.

Es un ejemplo. Sería fantástico que existieran "ropatecas"...

Pero te enseñan que hay que tener, tener y tener. Es así. 

Y tenemos, vaya si podemos tener cosas. Nuestras cosas.

Apegos, necesidad de posesión. Personas, cosas, experiencias, creencias. Tuyas, a las qué te aferras, como sí quién ERES dependiese de que lo que TIENES.

Has accionado la palanca. Las bolsas de ropa han caído al interior del contenedor. 

¿Sigues ahí en tu totalidad?, ¿O parte de tu yo esencial ha caído con la ropa al contenedor y se ha perdido? 

Yo creo que no. Era sólo ropa. Vieja ropa de tu pasado. 

Parte de toda la carga que acarreas junto con muchas más cosas mientras vas caminando por tu vida. 

Cosas, personas, pensamientos. 

Apegos.

Si hubiese contenedores de pensamientos, como los de ropa, en los que poder dejarlos para deshacerse de ellos, en bolsas bien cerradas, sería fantástico. 

Pones esas bolsas llenas de viejos pensamientos en el recipiente, subes la palanca y desaparecen para siempre.

Puedes imaginarte un contenedor de ese tipo en tu mente e imaginar cómo te deshaces de esos viejos pensamientos a los que, como ropa usada, te apegabas.

Ropa usada, vieja, pasada de moda.

Tira. No temas. 

Seguirás aquí y dejarás sitio para cosas nuevas. 

Sólo tienes que respirar hondo, subir la palanca y olvidarte.



Jorge Arizcun - COACHING ACTIVO
Septiembre 2017





Sígueme en twitter: @jarizcun


jueves, 14 de septiembre de 2017

¿Qué te estás comiendo?



    Acompañamiento para Gestión del Cambio 





Tu realidad es conformada por tus pensamientos.

Pensamientos que te vienen incesantes y que se cocinan en las ollas de tu cerebro (quizás de ahí la expresión de "se me va la olla"...)

Los pensamientos están hechos de ingredientes diversos que los conforman, unos pensamientos con más ingredientes y otros con menos.

Aspectos que influyen en el tipo de pensamiento, en el guiso que saldrá de esas ollas que nunca paran de cocinar. 

Aspectos de experiencias del pasado, influencias de personas, de lugares, culturales, morales, religiosos, heredados, vivencias reales e imaginarias, etc. 

Ingredientes que hacen que el resultado del guiso sea característico de tu cocina particular.

Una vez cocinados están listos para consumirlos y el comensal fijo de tu restaurante cerebral eres tú. 

El principal cliente, el que disfruta o padece los platos, que van saliendo sin que los pidas y que tienes la libertad de comer o no, aunque con demasiada frecuencia te los comes enteritos, aunque te sienten mal.

Y aunque no lo sepas ahora, entre plato y plato hay un espacio de tiempo posible, un intervalo sin comer que es posible ampliar.

Esta metáfora ilustra bastante bien el hecho de que tus pensamientos condicionan absolutamente tu existencia.

Muchas veces, demasiadas, son guisos que te sabes de memoria, de los que ya te has hartado de comer y aún así te los sigues zampando... ¡Y repites!

Realmente eres buen cliente de tu restaurante. Yo diría que con algo de adicción, o mucha, a sus platos, tus pensamientos que te comes sin pausa y que se repiten y repiten.

Y te cuesta tremendamente no comértelos. Crees que no puedes dejar de hacerlo (este pensamiento es un plato típico)

Muchas veces te sientan mal y no te encuentras bien después de comértelos.

Otras veces te los comes sin darte cuenta, uno tras otro, sin pausa, sin apenas respirar. Angustioso ¿no?

Porque no estás prestando atención, no estás presente.

¿Te comerías lo que te fuesen sirviendo en un restaurante sin haberlo pedido?, ¿Sin darte cuenta de lo que te estás comiendo?

No lo harías.

Pero con los platos que te sirve tu cerebro en forma de pensamientos incesantes, recurrentes y cocinados con los mismos ingredientes, sí lo haces.

Y es que te apegas a ellos. Realmente consideras que es la comida que debes comer. 

Y no es cierto. 

No todos, pero muchos no son saludables, y muchos no te gustan. ¡Y te los comes igualmente!

Tú y todo el mundo, salvo las personas que han logrado desarrollar la conciencia plena y la presencia plena, que son capaces de pararse, soltar los cubiertos, respirar...

Desarrollando esas habilidades es posible elegir, es posible desapegarse de esos pensamientos, rechazarlos, porque estando presente sabes lo que estás haciendo y no te vas a comer todo lo que salga de esas ollas, ni vas a estar comiendo todo el tiempo.

¿Por qué hablo de apego? Por la parte de costumbre que conlleva.

Tienes costumbre de comer ese tipo de guiso, costumbre de ese sabor, costumbre de esa textura y costumbre de no cuestionarte si te va bien o no, si lo quieres en ese momento o no lo vas a querer más. Costumbre de seguir comiendo sin detenerte y sin darte cuenta.

Te apegas a tus pensamientos. Tus pensamientos conforman tu realidad subjetiva. Por tanto te apegas a tu realidad. 

A lo que a ti te parece real.

Pensamientos. Muchos de ellos limitantes, saboteadores, pensamientos disfuncionales, perniciosos, que conforman tus creencias y que te comes sin pensar si te limitan o te potencian.

Tu cuerpo habla después y te sientes mal. No quieres sentirte así pero sigues comiendo y comiendo...

Puedes cortar con eso. 

Puedes empezar a identificar lo que no quieres, lo que no te gusta, lo que te limita, lo que te hace daño e igualmente lo que quieres, lo que te potencia y no te hace daño.

Puedes dar nuevas órdenes a la cocina para que cocine platos nuevos. 

Puedes hacerlo y lo harás, porque será más saludable.

No te apegues a esos ingredientes, a esos sabores, a esos guisos que son los que siempre has comido. 

Atrévete a probar cosas nuevas, a rechazar, a sugerir, a cambiar.

No puedes cambiar de restaurante, pero puedes hacer limpieza, reforma y hacer que funcione de otra manera y cocine otros platos distintos.

Eres el comensal y también el dueño del restaurante.

Puedes cambiar y descubrir cosas nuevas, guisos cocinados con ingredientes del presente, cocinados por ti ahora, presente en tu cocina, consciente de los platos y del espacio sin comer entre ellos, que puedes alargar si quieres...

¡Que aproveche!

Jorge Arizcun
Septiembre 2017





Sígueme en twitter: @jarizcun


martes, 12 de septiembre de 2017

¡Tú Eres Importante!



    Acompañamiento para Gestión del Cambio 



Tú eres importante.

Tu existencia lo es. Tu forjas tu realidad y tu destino.

Tienes todo lo necesario, la capacidad y la potencialidad. 

Y la sabiduría.

Nadie puede cuestionarte, ni juzgarte. 

No debes nada a nadie. Tu vida es tuya y tuyos son tus deseos y tus sueños.

Que los condicionantes de tu pasado no te frenen. 

Que no te agarren los brazos del ayer y tiren de ti hacia atrás.

No sucumbas a los cantos de sirenas de las expectativas. 

Sólo están en tu mente.

Siente quien eres. No juzgues para que no te juzguen. 

Mírate con benevolencia porque eres alguien muy valioso, único y especial.

No te quejes ni menosprecies. Nada ni nadie es más que tú.

No te midas por lo que tienes, sino por lo que eres en esencia. 

No te compares porque es absurdo comparar universos y tu eres uno, con la maravillosa complejidad de tu ser, de tu cuerpo físico, de tu parte inmaterial, no comparable a ninguna otra persona, maravillosa en sí misma.

Siéntete parte, conecta con el Todo al que perteneces, del que provienes y adonde regresarás.

Agradece por tu existencia y por tu experiencia. 

Maravíllate por existir y por todo lo que te rodea.

Reconoce las infinitas posibilidades que tienes ante ti y siente la libertad de escoger.

No dejes que nada ni nadie te impida elegir. 

Vive todo lo que puedas, las experiencias, las emociones, sintiendo con el cuerpo y con el alma. 

Déjate guiar por la fuerza superior, la inteligencia que rige el universo y siente su poder, reconociéndote como parte.

Sin ti el todo no estaría completo, no sería todo.

Alégrate por ti y por los demás, que viven su experiencia vital, con sus cielos y sus infiernos. 

Respeta al prójimo, a las otras especies animales y vegetales, al entorno natural. Cuídalo, es tu casa y la de los demás seres vivos.

Piensa que lo extraordinario es vivir, la vida, de la que sólo tenemos noticia aquí, en este modesto planeta. 

No sabemos de más vida, ni si se repetirá.

Respeta la memoria de los que partieron antes. Viviendo, riendo, aprendiendo, gozando, cambiando, sintiendo.

Eres importante. Lo más importante de la creación para ti. 

Créete el privilegio de vivir y desde ahí camina. 

Respira, yérguete, observa, aprende y no te pares. No te han hecho para ser inerte. 

Eres puro cambio, constante vida y muerte. Siéntelo al respirar. 

Visualiza ese complejo sistema de sistemas que eres. Un milagro de la evolución.

Y no creas las voces internas o externas que pretendan simplificarte, etiquetarte y hacerte algo pequeño. 

Son mentira.

Eres mucho más y mejor de lo que a veces crees o te hacen creer. 

Siente lo que eres, siente que estás y que eres importante. 

Lo más importante.

Jorge Arizcun
Septiembre 2017





Sígueme en twitter: @jarizcun

lunes, 4 de septiembre de 2017

¡Hay sitio!



    Acompañamiento para Gestión del Cambio 




Estás al volante de tu coche, dando vueltas y vueltas buscando aparcamiento.

Circulas cambiando de calle, girando a derecha y a izquierda, procurando no alejarte mucho del lugar al que quieres ir.

Quieres aparcar cerca. Normal. Se supone que si vas en coche es para estacionarlo cerca.

Te desesperas. No hay sitio.

Y sigues buscando.

En un momento dado, cuando te estás acercando a una intersección, aparece un coche que se incorpora a la vía por la que tu vas, delante de ti.

Enseguida te das cuenta de que anda buscando también sitio para aparcar su coche.

Vaya, piensas de forma inconsciente, o consciente... Competencia.

Claro, hay más como tú, haciendo lo mismo que haces tú. Tratando de aparcar. Y este ahora se ha colocado delante.

De repente se encienden las luces de freno del coche que te precede y pone el intermitente deteniéndose. 

Un coche más adelante está saliendo y dejando un hueco libre para aparcar... en el que va a hacerlo el coche que se puso delante, ahorta detenido y señalizando con el intermitente la maniobra que tu estás deseando hacer.

El intermitente te parece una señal  que rítmicamente te dijera: "voy-a-a-par-car-y-tú-no-ja-ja-ja..."

Te lo imaginas y te mosqueas. Notas como te sobreviene la ira y empiezas a pensar y después a soltar improperios contra el conductor o conductora (no sabes qué tipo de persona es) y contra el coche que conduce.

Si pudieras verte..., tomarías conciencia de lo absurdo de tu reacción.

Percibes la situación como algo negativo, como algo que esa persona y ese coche que apareció de la nada y se incorporó por delante de ti, te ha hecho personalmente, para joderte. Tuvo su oportunidad

La situación no es negativa ni positiva. Es así. 

La buena noticia es que ¡Hay sitio! y puede aparcarse. El hecho, ni bueno ni malo, es que este concretamente que queda ahora libre es para el coche que está detenido delante esperando para maniobrar.

Hay sitio. Es posible aparcar.

No sabes si la persona que conduce el coche que tienes delante con el intermitente puesto ha llegado y "besado el santo" como suele decirse, es decir ha llegado y de inmediato se ha encontrado con que ese coche sale.

No sabes si en cambio lleva mucho tiempo dando vueltas y al fin ha tenido su oportunidad.

No sabes si se ha tenido que alejar mucho del lugar al que quiere ir cuando estacione el coche.

No sabes nada. Sólo que otro coche se va en el preciso momento en el que este que tienes delante pasaba y que el sitio por tanto es para él.

Pero tu mente especula e inventa.

Podría no haberse dado cuenta y haber pasado de largo, pero el caso es que no lo hizo.

Podría ser alguien de paso o que acabara de ponerse en marcha dejando el sitio a otro coche y se estuviera marchando de la zona.

O alguien con alguna discapacidad que estuviera buscando otro tipo de estacionamiento especialmente señalizado y libre pera personas como ella.

Todo es posible. Pero ahí estás tú, acordándote de sus ancestros y profiriendo juramentos hasta en Arameo.

Sólo es la evidencia de que ¡Hay sitio! Sólo eso. 

Podría no haberlo y que nadie se moviese en horas.

Eso no ocurre normalmente. Lo normal es que haya sitio. Puede tardar más o menos pero hay. Las oportunidades aparecen, para todos.

Pero el sitio aparecerá cuando aparezca, no cuando tú quieras. Cuando te toque. 

Has de moverte y dar las vueltas necesarias, decidiendo en cada cruce si seguir recto o virar. 

Llegará. Ahora le ha llegado al coche de delante. Perfecto. Es para él. Alégrate.

Es su momento de aparcar. El suyo. Tras su espera, sus vueltas y revueltas. Más o menos lejos de su destino. Pero suyo, el que le tocaba.

Y ya está. Quédate con eso y deja de lamentarte por la suerte de los demás, que no es más que lo que les ha llegado con el mismo merecimiento que el tuyo.

Espera pacientemente a que el coche que te precede aparque, Su intermitente no te habla, sólo señaliza la maniobra.

No conoces a la persona que va al volante ni sabes nada sobre su vida ni sobre su momento vital.

Déjate de lamentos y sigue circulando. Tu sitio saldrá a tu encuentro. Presta atención. No sabes si algún otro te lo pasaste por no estar a lo que tenías que estar. 

Quizás pensando en que no hay sitio y todo lo derivado de ese pensamiento limitante.

Hay sitio. Seguro. Ve a por él.


Jorge Arizcun
Septiembre 2017





Sígueme en twitter: @jarizcun