sábado, 22 de abril de 2017

¿En qué ESTÁS? Síes, Cuandos y Entonces


                     Trick or Treat      Consultoría y Coaching - Crecimiento Personal






Si...., entonces....

¿Te suena?

Mira la imagen.   

Si (lo que quieras poner), entonces me aceptarán

Si (lo que quieras poner), entonces tendré seguridad

Si (lo que quieras poner), entonces tendré satisfacción

Si (lo que quieras poner), entonces tendré valor

Si (lo que quieras poner), entonces me ocuparé

Si (lo que quieras poner), entonces perteneceré

Si (lo que quieras poner), entonces encontraré alivio

... me respetarán

...me apreciarán

...mi vida cambiará...


Me vale también si cambiamos "Si" por "Cuando"

Es muy importante lo que está entre paréntesis ("lo que quieras poner")

Y es significativa la palabra "entonces", que indica tiempo futuro condicionado a esos "síes" y "cuandos"

Desde luego, qué tramposo es el lenguaje. Y qué tramposa la mente, que mediante ese lenguaje nos promete futuros.

Pues me vas a disculpar, pero NO.

Rotundamente no.

Ojo, que yo he estado en eso, en fiar mi futuro a si ocurre tal o tal cosa, o a cuando ocurra.



Y es un error, ahora lo sé. 

Porque he pasado bastante tiempo condicionando el hacer, estar o sentir a unas circunstancias que habían de darse para que el futuro fuera de una manera determinada.

Las cosas pasan, ya está. Normalmente no de la forma que esperamos. 

Pero pasan ahora. En este momento.

No podemos condicionar nuestra vida a circunstancias que puede que no se den.

Voy más allá: ¿No te parece posible que las circunstancias se den precisamente si hacemos ahora?

Crear la realidad está en tu mano. Crearla en este instante.

Y es muy importante el lenguaje que emplees, lo que te digas, porque ese lenguaje va a influir y mucho en esa realidad que creas.

Aparca los síes y los cuandos. 

No condiciones tu vida, ni veas esos entonces. Mejor mira los ahoras.

¿Te acuerdas del cuento de "La Lechera"? Imagino que sí, porque es muy popular. Todos lo conocemos.

Imaginación de acontecimientos y consecuencias futuras basadas en "cuandos"

Una construcción mental. Un castillo en el aire que nos nubla la mente y nos saca del presente.

"Haré tal cosa y ocurrirá tal otra, "si pasa esto, entonces ocurrirá aquello", bla, bla, bla mental, que nos distrae, hasta que por esa distracción y no estar en lo que hay que estar, no ves por donde andas, tropiezas y el cántaro de leche se cae, se rompe y con él todos esos futuros creados por la mente.

Es A-HO-RA donde hay que estar. Plenamente. Conscientemente. 

Y contar con lo que eres, haces, tienes y cómo estás ahora mismo. 

No digo que no haya que proyectar, visualizar o imaginar. 

Pero hacerlo no puede significar no estar. No vivir y ocuparse en el presente.

¿En qué estás? En el título de esta entrada lo escribo con mayúsculas. Porque hay que ESTAR con mayúsculas.

Tu vida ocurre ahora. Lo que ocurra más adelante depende de muchos factores, pero no puedes posponerte a ti mismo. No puedes posponer ser. 

Ya veremos qué ocurre y como. Lo veremos en presente, si llega ese presente.

En el libro "Tus Zonas Erróneas", del recientemente fallecido Wayne Dyer, hay un párrafo que se me quedó grabado, pero que sistemáticamente no he tenido presente:

"Mira por encima de tu hombro, te darás cuenta que tienes a tu lado a una compañera que te acompaña constantemente. Tu propia MUERTE.
Puedes tenerle miedo o usarla en tu propio beneficio.
Siendo la muerte una propuesta tan eterna y la vida tan increíblemente breve, se tú mismo, goza, ama… puedes temer tu propia muerte o usarla para ayudarte a vivir positivamente."

¿Qué te parece esa compañía? 

Yo te recomiendo que la tengas presente. Que la mires. No para darte miedo, sino para no posponer y, como dice Dyer, vivir positivamente.

No fíes al futuro. No dejes de estar ahora. Haz las cosas en este instante, porque es el mejor para hacerlas.

Piensa en esa compañera, tu final en esta vida, en este plano terrenal. Como si fuese ahora. 

¿Dónde quedan esos "síes", esos "cuandos" y esos "entonces"? 

No esperes a ese momento para darte cuenta de que no estuviste, no hiciste, no fuiste.... Será ya tarde.

No quiero ser muy radical, bueno, un poco sí. Pero para ayudar.

El cántaro roto de la lechera puedes ser tú, en cualquier momento. Eso sí que es una certeza. Y con esa certeza presente... vive tu presente.

Con lo que hay. Con quien eres, con cómo y en qué estás, con lo que tienes, con lo que sientes. Y haz. No dudes. Haz.

Lo que quieras poner entre los paréntesis de las frases de la foto del principio, ponlo. Y da por hecha la consecuencia en presente.

Un sólo ejemplo: "Si tengo la actitud adecuada, entonces mi vida mejorará..." o "Cuando la tenga, entonces..."

¿Cómo construyes de nuevo esta frase? ¿Cuándo es cuando?, ¿Cuándo es entonces?

Ten la actitud adecuada ahora mismo y en este mismo instante tu vida mejora. 

Seguro. 

En presente.

No esperes. La vida no espera.

Piensa en tu compañera...


La última noche de Boris Gruschenko (Woody Allen)


Jorge Arizcun









lunes, 17 de abril de 2017

Dar Pena



    Acompañamiento para Gestión del Cambio 

                  






¿Dar pena? Ni hablar.

Hay una cosa que se llama victimismo.

Es una actitud. Pero una actitud negativa.

Cuando se enfrenta a una situación de cambio, o de dificultad, que requiere también cambio, una de las formas comunes de orientar ese cambio es la de reaccionar, justificando el pasado, postergando para el futuro e instalarse en la queja.

En esa situación en la que uno se pasa el tiempo lamentándose es en la que aparece nuestro personaje víctima, que como una mosca dándose una y otra vez contra el cristal, no encuentra una salida y se lamenta y se lamenta, desgastándose inútilmente.

Es una actitud fácil. 

La más fácil. 

Estar en la queja. 

No es funcional. 

Y se caracteriza por un cansancio vital que hay que superar.

El victimismo puede llevarnos al conformismo y a una situación aun peor: Dar pena.

Hay que rechazar frontalmente el dar pena a nadie, empezando por nosotros mismos. 

No hay nada peor, ni más paralizante que dar pena. 

Es la expresión última del victimismo y NO SIRVE PARA NADA.

Sólo alimenta la inercia en la situación y agranda la sensación de víctima, potenciando la emoción del miedo.

Cuando uno está ahí, dándose pena y dando pena a los demás, permite algo que también es muy negativo. 

Permite el juicio, de los otros y el propio. Se juzga. Y es muy importante no juzgar.

Hay que sustituir la pena por la rabia. 

La rabia es la emoción natural que debe seguir al miedo, impulsándonos a actuar.

Debemos sentir rabia al rechazar del todo el dar pena. Esa rabia debe actuar como motor para la acción.

Si dar pena es paralizante y se alimenta del victimismo, la rabia es un catalizador para salir de ahí.

Hay que mirar de frente al miedo, con descaro, con valentía, con rabia. Sólo así podremos decirnos: “¿dar pena? Ni hablar”.

Todos construimos desde donde estamos.

Unos cimientos de victimismo y pena no son cimientos sólidos para construir nada. Hay que sanear y reconstruir esa parte con emociones fuertes, de alta energía, como la rabia y la determinación. 

Esas que nos hacen erguirnos, salir de la queja, mirar de frente a los problemas y a los miedos y avanzar con paso firme.

Ser conscientes de estar construyendo con cimientos sólidos, permite vivir una experiencia real  de crecimiento. 

Si se construye desde cimientos débiles, la experiencia será de un crecimiento falso. Porque lo que construyamos desde esa base inestable terminará cayéndose.

Y es peor. Porque desde los escombros no puede construirse nada. Hay que retirarlos antes y dejar todo limpio y listo para volver a cimentar.

Hablamos de baja y alta energía. 

Esta energía nace de estados emocionales. 

Las emociones como la rabia, son de alta energía, el miedo también. 

Las que provocan victimismo y pena son de baja energía. Unas suman y otras restan, cargan o descargan.

El desgaste que provoca el victimismo proviene de esa descarga de nuestra pila. 

Nos situamos en un plano de baja energía y proyectamos esa lástima de nosotros mismos.

Las dificultades promueven cambios. 

Pero los cambios sólo pueden producirse desde la acción en positivo. Me refiero, no sólo a actitud positiva sino a energía positiva, la que alimenta. La que recarga.

El cambio produce temor y paralización. 

La emoción que necesitamos para ponernos en marcha es la rabia. Esa rabia que nos haga apretar los puños y activar la determinación de vencer ese miedo y esa parálisis.

El victimismo es un freno. 

No un freno activo que requiere energía para funcionar. 

Es más bien como una piedra que se pusiera delante de la rueda, impidiendo el avance.  

Nos deja en un estado de inercia que sólo alimenta otra emoción negativa, la pena. 

Y desde ahí es difícil impulsarse. 

Tiene muy poco octanaje esa gasolina.

Prueba a preguntar ¿qué tal? a un número suficiente de personas. 

Muchas de ellas pasarán a relatar sus problemas, sus angustias y sus miserias, en un intento de alimentarse de esa gasolina de baja calidad y bajo poder energético que es la pena.

Otra cosa que puedes comprobar es cómo al contar algo negativo, algún problema o situación adversa, hay personas que inmediatamente iniciarán una competición para ver quién está peor… 

Es ridículo esto. Y resta energía de lo lindo.

Esas personas le quitan las ganas a uno. Son parásitos de energía y desgastan mucho.

Se dice que son “cansinas” porque producen cansancio. Restan energía. 

Y no es que ellas la aprovechen para impulsarse, la malgastan. La transforman en energía de baja calidad.

No hay que entrar en esa demanda de dar pena de otros.

Hay que estar alerta para detectar esa emoción de baja autoestima en uno si se produce. 

Hay que darse cuenta de cuando nuestra energía vital se degrada o se pierde y perdemos fuerza y actitud. 

Y tratar por todos los medios que no nos invada esa pena y esa inercia.

Dar pena es una pésima opción.  Huyamos de ella.

Desde aquí  animo a identificar y combatir ese estado tan negativo y tan paralizante. 

Mucha fuerza y mucho ánimo y determinación. 

Jorge Arizcun

jueves, 6 de abril de 2017

yo + YO. Equipo... con uno mismo.




    Acompañamiento para Gestión del Cambio 


                     Trick or Treat      Consultoría y Coaching





Trabajar en equipo... ¡Cuánto hay escrito sobre esto!

Al hilo de lo que escribí en un post anterior, basado en un vídeo de Alex Rovira, en el que se refería a cooperar o competir, reflexiono ahora sobre ese concepto, pero referido exclusivamente a uno mismo.

Uno es fundamentalmente dos personas: la exterior, la que los demás perciben como real, con sus roles bien marcados y un sitio en la sociedad, mejor o peor.

Y la interior, el YO real, esencia sin roles ni etiquetas con un sitio en el TODO, en el Universo. 

Nuestro YO Espiritual, o esencial. 

Realmente somos un Ser Espiritual en un cuerpo físico de persona, no exactamente dos personas.

El primero es un personaje, lo que creemos y lo que los demás creen que somos, que habla y se comporta de una cierta forma, predecible, y que trae de serie instalados determinados programas. 

Sí, como un ordenador. 

Ante un estímulo, una respuesta. 

A veces respuesta directa, sin estímulo real ninguno.

Bien. Normalmente estos dos "yoes" se encuentran separados, sin comunicación. 

Frecuentemente, si el YO interior quiere manifestarse, el ego, es decir, el personaje, el yo exterior, no le deja hacerlo y se impone bombardeando pensamientos para acallarlo, porque le teme. 

Una persona muy espiritual, muy en su centro y conectada con su YO interior no tiene demasiado apego al ego, o nada. 

Es normal que el ego no quiera eso.

Pero el ego es necesario en una justa medida. 

El yo exterior, aparte del personaje, es el  vehículo que interactúa con el medio, a través de los sentidos. 

Es necesario para situarse en el mundo exterior físico, hablar con los demás, alimentarse, vestirse, aprender... También es la parte física que reacciona a los estímulos mediante las emociones.

Pero el mundo exterior es una recreación de la mente. 

La mente, donde reside el ego, o desde donde dirige los pasos del personaje. 

Ahí es donde se generan los pensamientos, en la mente. 

Y los pensamientos normalmente son distorsiones. 

Cuanto más ego, más distorsión. 

Y cuanto más yo exterior, menos presente y menos conexión con el YO esencial, así que más aislados de la parte espiritual, más baja vibración, lo que nos sitúa en un plano físico, lejos del plano no mental, del plano espiritual, donde se ES de verdad, conectados directamente con el Universo, con la Fuente, de la que somos parte. 

Donde la vibración es la más alta.

Parece algo como muy místico, pero es así. Somos parte de un todo y hay un propósito universal que se nos escapa. 

No somos entes aislados, personajes independientes que campan aleatoriamente por la Tierra, dependiendo de la suerte.

No somos lo que creemos. 

No somos quienes creemos.

Entonces, desde este punto de vista, si aceptamos que nos componemos de un yo físico y un YO espiritual, ¿no es ilógico mantenerlos separados?

¿no sería mucho mejor unirlos, unirnos en uno? ¿Trabajar yo con YO? ¿Hacer equipo?

Ya sabemos la función del yo físico. 

Facilitemos al YO su trabajo, que es infinitamente más importante y que es el que nos va a proporcionar la Felicidad, que buscamos como locos con nuestro ego, con nuestro personaje. 

Ahí hay una parte, pero es pequeña. 

La fuente de la felicidad no está fuera, está dentro. 

Lo de fuera es como un sueño, como una recreación. 

Hay que despertar hacia el interior, en el mundo del YO real, en el que cabe todo y por supuesto el vehículo que nos transporta por el plano físico, que existe para poder experimentarnos.

La creación sirvió para eso, para que Dios, o como cada cual quiera llamarlo, esa inteligencia superior, pudiera experimentarse y no solo ser.

Pues nosotros, que somos piezas de ese ente infinito, somos vehículos de esa experimentación, como lo son todos los demás seres y objetos que conforman el Universo.

Hagamos equipo. Circulemos por el mundo en nuestro vehículo maravilloso que es nuestro cuerpo y mente físicos. 

Cuidémoslo y busquemos la guía y el camino por el que circular en nuestro YO esencial. 

Conectando ambos podemos lograrlo todo y podemos dejar de padecer. 

Podemos controlar nuestro cuerpo y nuestra mente y podemos acceder a planos más elevados de existencia. 

El punto de vista cambiará y veremos todo con mucha más claridad.

Yo ahora estoy en ese trabajo. No es fácil, te lo aseguro. 

Y a veces uno se pierde, mucho. 

Pero ha de frenar, observar, mirar hacia el interior y buscar el YO, que es la brújula, la que nos guía y nos sitúa. 

Digo que no es fácil, pero lo que también digo es que este despertar es lo que necesitamos. 

Encontrar nuestra esencia, nuestro centro, al que acudir, donde estamos seguros, donde todo esta bien. 

Entonces ese equipo funcionará de maravilla y hará que la experiencia vital sea plena. 

Seremos conscientes de que el plano físico es eso, uno de los planos, pero que no es lo único, ni lo real. 

Que es limitado y limitante. 

Aprenderemos qué son y cómo funcionan los pensamientos, cómo estos desencadenan emociones, sabremos identificarlas y sabremos qué reacciones producen en nuestro cuerpo. 

Y cuando esa conexión entre yo y YO se produzca, entonces tendremos el control y sabremos lo que es verdad y lo que no.

En fin, que me parece una muy buena idea intentar ese tándem trabajando en sincronía para ser felices. 

Acudamos a nuestro SER, a nuestro YO,  a nuestra esencia conectada con el resto del Universo. 

Ahí están todas las respuestas, toda la sabiduría y ahí está lo Real. 

Que no es ni mucho menos lo que nuestra mente percibe como real.

Ya lo explicó Platón en La Caverna.

Ánimo y a buscar y encontrar el camino para el encuentro en esa otra dimensión de nuestro Ser. 

El camino al despertar. 

Salgamos de la caverna, sólo que la salida, es hacia dentro...

Jorge Arizcun