Trick or Treat Crecimiento Personal
Bueno, pues ya se va acabando este lunes.
El tiempo pasa rápido... ¿o no?
Realmente es para pensarlo. El tiempo.
Hablaba en otra entrada de la relatividad, de que hay que relativizar. El tiempo sí que es relativo. Y tanto.
Y lo cierto es que el tiempo no existe, es una percepción y un invento humano. Solo hay un tiempo, el presente, el ahora.
Y el tiempo es lo que hay entre el ahora y el siguiente ahora. ¿Qué siguiente ahora?, ¿el de una milésima de segundo después?, ¿el de un segundo después?, ¿el de una hora después?, ¿el de un día, o una semana, o un mes, o un año, o un siglo después?
Pues ese tiempo no existe. Porque después no existe. Y cuando existe es ahora.
La percepción del paso del tiempo es eso, una percepción. Y la tenemos porque hemos tenido que inventar esa medida, al tener conciencia del pasado y del futuro.
Somos la única especie del planeta que usa el reloj. Y las unidades de medida establecidas son arbitrarias. Inventadas.
Si os fijáis, el tiempo no pasa igual para todo el mundo. Cuando se es joven, parece que el tiempo pasase lentamente y cuando se es viejo lo contrario.
Dependiendo de la actividad que se esté haciendo, la percepción del paso del tiempo es distinta.
¿Cómo detener el tiempo? Solo hay una forma: vivir el presente, el exacto instante en el que se está vivo.
En el presente sólo existe el instante presente. Que no es tangible, ni medible. ¿Qué es un instante? Si eres un oso perezoso es una cosa y si eres una mosca es otra.
Es muy complicado de entender, por eso hemos puesto nombre a las fracciones de tiempo. Y vemos el tiempo como un continuo pasar, como algo lineal, que avanza desde el pasado hasta el futuro, pasando por el momento presente.
Pero el tiempo puede detenerse, o así podemos percibirlo nosotros, por ejemplo en una situación límite.
¿Y que pasa cuando morimos?, ¿se detiene el tiempo para nosotros?, ¿pasa el tiempo por nuestro recuerdo en la mente de los que quedan?
Cuando Albert Einstein publicó su famosa teoría de la relatividad, de la que salió la famosa fórmula de: energía es igual a masa por velocidad de la luz al cuadrado, demostró que el tiempo físico es absolutamente relativo.
Si viajas a la velocidad de la luz, el tiempo se detiene. Tu llegas en un segundo, pero para los que se quedan en la tierra habrás tardado muchos años.
Además del tiempo físico existe el tiempo psicológico.
El tiempo físico depende del estado de movimiento del observador.
En el tiempo psicológico, hoy, cuando casi han transcurrido 24 horas para todos desde que comenzó, según esa escala de tiempo, la percepción de esas 24 horas es completamente distinta de una persona a otra.
A unos se les habrá hecho eterno, a otros les habrá parecido muy corto y otros no habrán tenido conciencia del tiempo.
Hay personas que no llevan reloj, aunque todos con los dispositivos móviles, al menos en el primer mundo, tenemos acceso a uno y el tiempo se mide en todos lados, salvo como digo, en aquellos lugares en los que no hay acceso a la tecnología. Aún así, el paso de los días y las estaciones, suponen un patrón de medida.
Al igual que el tiempo físico es relativo, el psicológico también lo es. Aún más.
Y hay algo que nos tiene en la incertidumbre más absoluta: ¿qué tiempo nos queda de estar vivos? ¿cuánto falta para el día o el instante de mi muerte?
Eso no podemos saberlo. Y esa incertidumbre puede ser angustiosa, si nos detenemos a menudo a pensar en ella.
Pero puede ser también un aliciente que nos incite a pensar que nuestra experiencia humana, corporal, terrenal, o como queramos llamar a nuestro tiempo vivos en nuestro cuerpo físico, no es proporcional al tiempo de reloj o de calendario que vivamos.
Es lo que hagamos durante ese tiempo lo que vale.
Si los instantes vividos plenamente conscientes pudieran iluminarse y los que han pasado desapercibidos permanecieran apagados, la suma de los instantes de dos personas que vivieran exactamente el mismo tiempo físico sería la misma.
¿Y si contáramos los instantes iluminados y los oscuros? Aquí sí que habría diferencias.
Los instantes apagados, son como tiempo que hubiésemos estado en coma. No vividos por nuestra conciencia.
La vida puede ser muy larga o muy corta, depende de cuánta luz sume.
Esta es una forma bastante gráfica de verlo. Sin tantos tecnicismos.
Esta es una forma bastante gráfica de verlo. Sin tantos tecnicismos.
Es lo que hacemos con cada instante lo que vale, independientemente del numero de instantes en los que estemos vivos.
Los instantes desperdiciados, o que han pasado sin estar nosotros presentes, son instantes de vida desperdiciados. Aunque los sentidos hayan estado ahí, percibiendo, ese presente, ese instante, no habrá sido vivido y será un instante apagado.
En la retícula de instantes que finalmente habrá conformado nuestra vida, la cantidad de instantes iluminados serán los que cuenten.
En nuestra mano está que el siguiente instante, que podría ser el último, sea un instante de luz.
Poner luz en nuestra vida es cosa nuestra. Entrenar la conciencia del momento presente, no vivir en automático, es la fuente de energía de esa luz.
Ilumina tu vida. Sé consciente de ella. Vive.
Los instantes desperdiciados, o que han pasado sin estar nosotros presentes, son instantes de vida desperdiciados. Aunque los sentidos hayan estado ahí, percibiendo, ese presente, ese instante, no habrá sido vivido y será un instante apagado.
En la retícula de instantes que finalmente habrá conformado nuestra vida, la cantidad de instantes iluminados serán los que cuenten.
En nuestra mano está que el siguiente instante, que podría ser el último, sea un instante de luz.
Poner luz en nuestra vida es cosa nuestra. Entrenar la conciencia del momento presente, no vivir en automático, es la fuente de energía de esa luz.
Ilumina tu vida. Sé consciente de ella. Vive.
Jorge Arizcun
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