viernes, 9 de diciembre de 2016

Acciones y Objetivos



  Trick or Treat      Consultoría y Coaching




Muchas veces hemos oído que hay que hacer muchas acciones y rápidamente y que para lograr los objetivos hay que hacer un gran sacrificio, a veces sobrehumano.

Esto puede ser cierto en algunos casos, pero la realidad es que no siempre necesitamos hacer tanto esfuerzo, ni sacrificarnos tanto, ni tomar decisiones decisivas o radicales.

El no hacer pequeñas acciones diariamente, con constancia, es lo que nos lleva a tener que actuar de emergencia, pasando de lo que era importante a que se convierta en urgente.

Y esto nos desenfoca y altera, dándonos la falsa impresión de que todo requiere tensión, estrés, lo que no nos deja ver las verdaderas oportunidades y nos convierte en víctimas, literalmente.

Las pequeñas acciones, siempre enfocadas en el objetivo y realizadas con constancia a lo largo del tiempo, son las que nos llevan a obtener resultados. 

¿Cuál es el secreto, si es que es un secreto, para lograr más con menos esfuerzo?

Antes habría que profundizar en la teoría del esfuerzo, pero eso es otro tema, para abordar en otra ocasión.

No hay que hacerlo solo. Si lo que se quiere es ir rápido, hay que hacerlo solo. Si lo que se quiere es llegar lejos, mejor, mucho mejor acompañado.

No hay que hacerlo perfecto. Avanzar y progresar es mucho más importante que la perfección (hay un dicho que dice que "lo perfecto es enemigo de lo bueno")

No hay que correr ni darse prisa. Solo es necesario ir en la dirección correcta (hay otro dicho que reza: "vísteme despacio, que tengo prisa...")

Es una muy buena idea llevar un registro de las acciones realizadas para poder medir el progreso y los logros.

La Fe. Hay que tener fe. Inquebrantable. Confiar en el proceso.

Al comienzo no veremos resultados. Una semilla recién plantada no muestra ningún cambio al principio y parece que no pasa nada ni aparece nada. Pero un día determinado, cuando es el momento, comienza a brotar de la tierra una pequeña plantita.

Hay que ser flexibles.

Si al cabo de un tiempo no se obtienen resultados, hay que pensar que quizás el problema no está en el objetivo.

Puede estar en la estrategia y puede que haya que cambiarla. 

Y lo más importante: no desfallecer. Mantener la firmeza hasta lograrlo.


Jorge Arizcun
Diciembre 2016 

lunes, 5 de diciembre de 2016

Adolescencia y trabajo en equipo


                     Trick or Treat      Consultoría y Coaching





Este post, está saliendo tal cual. Así lo voy pensando, tras un día intenso de emociones (de varios tipos...)

Hoy he recibido por whatsapp, de una buena amiga, un vídeo de Alex Rovira, que me ha gustado mucho, como suele gustarme todo lo que publica.

El vídeo, que voy a colgar al final del post para que lo veáis (se titula "Cooperar o Competir") habla de caricias...

Me he quedado con una parte que me ha llegado hoy mucho más, en la que se refiere a nuestros hijos, concretamente a nuestros adolescentes.

Qué etapa taaaaan difícil, especialmente para las personas, chicos y chicas, que la pasan, que en muy poco tiempo experimentan un cambio muy grande, físico y mental. Un torrente hormonal que pone patas arriba sus esquemas y de los nervios a sus padres...

Y ha coincidido que hoy mismo ha habido un conflicto con mi hijo adolescente, al que adoramos, pero que está en esa fase aguda en la que no se soporta ni a sí mismo. Todo lo cuestiona, todo lo discute, tiene argumentos para todo... y su espacio vital es el reflejo claro de ese desorden mental. Como él me dice que yo le digo siempre: "todo tirado" 

Rovira, en su vídeo nos dice que necesitamos caricias. Entendidas como feed back..., como retorno de reconocimiento y amor.

¿Qué quiere decir esto?

En el vídeo, Alex Rovira nos recuerda una frase de William Faulkner: "Entre el dolor y la nada, prefiero el dolor"



Tremendo esto. El dolor no es una caricia positiva, es negativa, pero es un contacto. Existo para el otro. Soy algo.

Un chaval adolescente puede preferir que se le maltrate a que se le ignore. Los adolescentes, realizan constantes llamadas de atención, provocan, ponen a prueba nuestro cariño y tienen necesidad de reconocimiento, de saber que existen para nosotros y que son importantes. Son rebeldes por eso.

"Prefiero que me pegues antes que me ignores"
 
Comportamientos disfuncionales, clamando por la atención de quienes aman. Y necesidad de retorno de ese amor. Necesidad de sentirse queridos, aceptados. Necesidad de sentir que son visibles, que existen para nosotros, sus padres.

Esos malos comportamientos, son llamadas. Y si logramos, en vez de alterarnos, prestar atención, que sería la caricia positiva de la que habla Rovira, ambos podemos crecer. Padres e hijos adolescentes.

El insulto, la presión excesiva, no son eficaces, se acaban volviendo en contra. Con una presión excesiva puede mejorar el rendimiento a corto plazo, pero a la larga fijarán esa disfuncionalidad. Lo explica muy bien Rovira.

Si tú estás bien yo estaré bien. Ambos estaremos bien. Ese es el objetivo. 

Cuidar, respetar, dar alas. Refuerzo positivo. "Colleja" a veces, sí..., pero no es la forma. Hay que contrarrestar el efecto contraproducente lo antes posible.

Hay que tener sumo cuidado con las palabras, con lo que decimos en general y especialmente con lo que decimos a nuestros  hijos. Si les decimos cosas negativas harán cosas negativas, no porque sean malos, sino porque nos aman. Aunque nos parezca una contradicción.



Hablemos en positivo. No hablemos de problemas, sino de retos a superar. No hablemos de lo mal que lo has hecho sino de cómo podemos mejorar. 

Es importante lograr la superación sin comparación. Ni siquiera con nosotros mismos. En un enfrentamiento con un adolescente, compararlo con nosotros puede suponer un reto que aceptará gustoso, ya que nuestros fallos, que los tenemos, estarán bajo su lupa y los sacará a la luz a la mínima ocasión, provocando más conflicto.

Tampoco con otros, ni hermanos, ni compañeros. Nada de comparar.
Nada de destrucción con el lenguaje o con los hechos. Nada de violencia. 

¿Qué os parece trabajar en equipo con nuestro hijo o hija en esa difícil etapa? Porque hay que superarla y para eso hay que confiar. Trabajar en equipo es confianza y compromiso. 

Así que, esta tarde, ya que previamente había visto el vídeo, pude calmarme, ir a la habitación-leonera de mi querido y ahora desgarbado hijo adolescente, sentarme en su cama y preguntarle: ¿qué podemos hacer? 

Y lo primero ha sido hablar con más tranquilidad y exponer ideas. Hemos hablado de lo que nuestro entorno privado dice de nosotros, de los detalles (esos calcetines resecos, regados por la habitación, la ropa amontonada...) del desorden... 

Una persona que fue muy importante en mi vida, que era muy anciana y sabia, solía decir una máxima a sus hijos y a sus nietos: "El orden evita el desorden. Un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio

Parecen obviedades, pero si uno logra conducirse así en todas las áreas de su vida y logra transmitirlo a los que le siguen, a sus descendientes, les estará dando una herramienta muy valiosa...

Así que nos hemos puesto creativos y aunque a regañadientes, la habitación ha vuelto a ser la de un ser humano civilizado y hemos planificado hacer un planning para el otro orden, el mental. Un planning de gran formato para la pared, que vamos a hacer para que comience a aprender a planificar bien, pero sobre todo para iniciar ese trabajo en equipo, que podremos extender a otras muchas facetas de la vida familiar.

Caricias positivas, confianza mutua y... compromiso. Luego no vale no hacerlo y que se quede ahí, en una idea. Para eso mejor no iniciarlo.

Os dejo aquí el vídeo:


Gracias Sr. Rovira, una vez más...

Jorge Arizcun
Diciembre 2016

domingo, 4 de diciembre de 2016

Averías


                       Acompañamiento para la Gestión del Cambio



¡Avería en el faro!

Es lo que tiene ser farero, que pasan estas cosas a veces. El faro se avería. Y eso es un problema serio. Nos afecta a nosotros y a los demás.

A veces el mío luce menos, pero sobre todo lo preocupante es que pueda llegar a apagarse...

Y como las cosas en muchas ocasiones se alinean, o nuestra mente lo hace para que sea más divertido, pues además la escalera de acceso a la lámpara tiene desperfectos que impiden llegar bien y con seguridad a la zona de la linterna, en lo más alto del faro.

Hay una escalera exterior, pero hay temporal... Ya veis, todo a la vez.

Frecuentemente las condiciones se alían para poner más difícil la tarea. Galernas mentales, vértigo, sentir que toda la torre del faro se tambalea. Y surge el miedo, la duda, la inseguridad.

No nos damos cuenta que el faro es fuerte, que aguanta eso y lo que venga. La duda y el miedo los ponemos nosotros. Los pone nuestra mente.

Sólo hay que llegar a lo alto y ver la avería. Y decidir cómo arreglarla.

Para subir, pues hay que asegurarse bien, agarrarse y no precipitarse.

Pero el miedo es el miedo y en vez de reparar bien y para que dure la reparación de la escalera de acceso a nuestra linterna interior, a veces se ponen parches, arreglos incompletos. En el símil de la mente humana, pocos son fareros de verdad y esos sí tienen herramientas y conocimientos.

En la vida diaria, en la que muchas veces esa luz se apaga o da fallos, los parches son los medicamentos, psicofármacos (antidepresivos, ansiolíticos) Parece que solucionan, pero no. 



Son parches momentáneos, que hay que poner una y otra vez. Funcionan pero no reparan de verdad. Y los accesos a la luz no duran en condiciones.

Hay que reparar de verdad, a conciencia (nunca mejor dicho)
Reparar bien los accesos, escaleras, barandillas... Y llevar arriba las herramientas necesarias para reparar la avería y que la lámpara vuelva a lucir con la misma potencia, y que la maquinaria funcione para que la lámpara gire y el haz de luz recorra sin interrupción los 360º

Mientras, si hay que usar el acceso herrumbroso exterior, pues hay que hacerlo, sujetándose bien y sin miedo. Y si hay tempestad, toca mojarse, ¡qué se le va a hacer! Ya nos secaremos y vendrá mejor tiempo.

Una cosa es cierta. El faro debe estar en las mejores condiciones de servicio. No valen parches. Valen soluciones duraderas y seguras.

No es fácil ser farero. No es fácil vivir... Pero es apasionante y no hay nada como ver lucir de nuevo ese haz, con potencia, girando con precisión y nosotros seguros en nuestra posición y haciendo lo que tenemos que hacer. 

Ser lo mejor que podamos y poner todo el empeño. El faro somos nosotros. Cuidemos de él, para dar la mejor luz.



Jorge Arizcun




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