jueves, 24 de agosto de 2017

¿No me das Miedo!



    Acompañamiento para Gestión del Cambio 




Hoy quiero hablar sobre el miedo.

Esa emoción tan potente, tan presente y que tanto nos condiciona.

Al contrario de lo que puedes pensar, el miedo no es algo malo en sí mismo.

Las emociones no son buenas ni malas. Son útiles o inútiles, saludables o no saludables, en función de que nos sirvan para adaptarnos o no.

Ante los estímulos generas los pensamientos y estos generan en ti las emociones.

¿Qué son?

Son esos estados físicos resultantes de alteraciones fisiológicas que nos preparan para dar una respuesta a ese estímulo, externo o interno.

El miedo es una de las emociones básicas y una de las más útiles para esa parte primitiva de nuestro cerebro, situado en el tallo encefálico y que se conoce como cerebro reptiliano y que se ocupa de nuestra supervivencia.

Si te ataca un oso o un león, o te encuentras en una situación de riesgo cualquiera, caminando al borde de un abismo o en medio de un mar embravecido, el miedo es una emoción muy valiosa.

Desencadena respuestas fisiológicas necesarias para tu supervivencia, activando mecanismos físicos que provocan cambios increíbles en tu organismo en muy poco tiempo, para ponerlo en la mejor disposición posible para enfrentar esas amenazas externas, reales.

Pero ocurre también que esas respuestas fisiológicas pueden desencadenarse ante acontecimientos generados por nuestra mente, los estímulos internos.

Osos, leones, acantilados, tempestades, catástrofes... IMAGINARIOS.

Ante la pregunta de ¿por qué los miedos pueden paralizarte de tal forma que no eres capaz de reaccionar ante los problemas? la respuesta es que una de las consecuencias físicas que pueden desencadenarse ante la aparición del miedo es la paralización, el bloqueo.

Si el peligro es caerte al vacío, detenerte en seco sería una respuesta adaptativa adecuada.

Si te atacase un animal, podría ser todo lo contrario. Lo más adaptativo probablemente sería huir (aunque en determinadas circunstancias quedarte inmóvil podría ser lo mejor)

¿Y ante una amenaza interior, cuando el peligro percibido o intuido está solo en tu mente?

Miedo al futuro, al cambio..., la emoción es desencadenada por pensamientos de posibilidades futuras que percibimos como amenazantes. Tu voz interior te cuenta cosas que te provocan miedo.

En estos casos la mejor respuesta adaptativa es ACTUAR.

La acción es el único camino de evolución posible para adaptarte a situaciones de cambio, que son oportunidades para evolucionar.

Ante las oportunidades tienes dos opciones: 

- Quedarte donde estás, con lo que nada ocurrirá y la oportunidad no se materializará.

- O ponerte en marcha, aún con la incertidumbre, para crear algo nuevo y distinto.

La incertidumbre es no saber, es lo que hay fuera de nuestra posición actual conocida. No sabes qué va a ocurrir y te da miedo.

La certidumbre es estar en terreno seguro, sin miedo a que las cosas salgan mal.

La paralización es no querer salir de ahí. No es una respuesta evolutiva.

No permite el cambio.

Y te quedas haciendo lo mismo que hacías, esperando que ocurra algo distinto...

Visto todo lo anterior, ¿no crees que es mejor ponerse en marcha y salir de esa zona inerte de certidumbre?

Con miedo, Sí. Pero no hacerlo es rechazar la oportunidad y quedarte igual.

El cambio, aunque lo temas, te da esa oportunidad de crear algo nuevo, algo distinto para ti.

Los problemas son oportunidades. Son empujones que te da la vida para avanzar, para evolucionar.

Cuando decimos: "ante un problema, una solución"  Solución = Acción

No hay otra. La acción es el motor.

Y la energía que alimenta ese motor es la actitud, que es tu capacidad para sacar lo mejor de ti, con lo que tienes, identificando lo que te está pasando, mirándolo directamente.

Así que el miedo es una emoción que puedes y debes usar en tu beneficio. Para sobrevivir y para evolucionar.

Míralo de frente y dile: "GRACIAS, no me das miedo"

Y si te ataca un oso ¡sal corriendo!


Jorge Arizcun
Agosto 2017





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lunes, 21 de agosto de 2017

Las Cosas


    Acompañamiento para Gestión del Cambio 





Las cosas están como están y son como son...

Las cosas. ¿Qué cosas?

¿Todas las miles de cosas que conforman nuestra percepción de la vida? 

Pues sí. Son como AHORA son.

Pero no todas están igual. Cada una está como ahora está.

Ahora, siempre ahora.

Nada es mejor ni peor en sí mismo, nada. Simplemente es.

Cómo nos parezca que es, ya es otra cosa. 

Y es cosa de nuestra mente.

Puede que ahora veamos algunas cosas de cierta forma y en próximos ahoras las veamos de forma distinta.

Por tanto, es nuestra mente y nuestra percepción de las cosas las que determinan que "son" o "están" de una u otra forma. 

Más bien que están, porque ser implica sólo eso, existir, sin más, sin etiquetas ni juicios.

Lo bueno de todo esto es una cosa: Que el hecho de percibir las cosas e incluso juzgarlas implica que nosotros somos, que estamos aquí, vivos y que podemos percibirlas.

Y esto no es poco. 

Piensa por un momento en ello. 

Todos deberíamos pararnos a pensar en lo que significa poder pensar, independientemente de lo que sea que pensemos.

Independientemente de las cosas y el juicio que podamos tener sobre ellas. 

Poder hacerlo significa que estamos vivos y que podemos ser conscientes.

Muchas veces la vida se va pasando entre pensamientos, juicios, comparaciones, vueltas y revueltas en un plano meramente superficial. 

Un poco más profundamente está la consciencia. 

En ese plano más profundo “las cosas” no son lo importante. Las cosas están en el exterior.

Al despertar a la consciencia, nos situamos inmediatamente en el ahora y podemos observar cómo y sobre qué pensamos.

Y surge esta reflexión que estoy compartiendo sobre el hecho de poder pensar, que es muy relevante.

Descartes decía: "cogito ergo sum"“pienso, luego existo”, "pienso luego soy"

Pero es al revés: Primero Soy y después pienso. 

Vamos desde lo profundo del Ser hacia lo superficial del pensamiento.

Primero soy y desde esa consciencia de existir puedo observar lo que sucede en un plano más superficial, que es en donde se encuentran los pensamientos.

Las cosas no son más que como nosotros las vemos. 

Existen porque las pensamos. 

Dije que son como son, pero es que ¡a lo mejor ni son!

Fíjate que podemos estar sufriendo por cosas que ni son, que ni están…, ni se las espera.

Así que volviendo al principio, ni las cosas están como están, ni son como son.

Están porque hacemos que estén y son porque queremos que sean. Así de simple.

Y además, son como queremos o decidimos verlas, sean cuales sean esas cosas, si es que son realmente y no un invento de nuestra mente, que tiene mucha imaginación.

En cualquier caso, sin más trabalenguas, detente y observa, desde dentro. 

No son las cosas las que están mal o bien. Son pensamientos. Todo son pensamientos.

Sin juicios, ni comparaciones con experiencias pasadas o que te contaron, sin expectativas, solo queda lo único posible, el ahora. 

Sin más, sin bien ni mal, sin cosas buenas o malas.

Vive, experimenta, ahora. Sin juicios ni valoraciones. 

Y pregúntate: ¿cosas?, ¿qué cosas?

Jorge Arizcun
Agosto 2017





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lunes, 14 de agosto de 2017

Dar y Recibir


    Acompañamiento para Gestión del Cambio 






Qué fácil es dar. 

Sobre todo si eres una persona generosa y con espíritu de servicio. 

Darse a los demás, desinteresadamente es algo que te puede dar mucha satisfacción.

Ayudar a otros, estar ahí siempre, ofrecer lo que tienes y compartir es un acto de amor.

Amar al prójimo es loable, es una manera de vivir.

Sí das sin esperar nada a cambio te sientes bien y contribuyes al bienestar de esas personas que reciben de ti.

Hasta aquí es perfecto. 

Pero ¿sabes recibir? ¿Te dejas querer y mimar? ¿Te dejas ayudar?

Porque si eres de dar con generosidad ilimitada, aunque no quieras creas una cierta obligación de correspondencia. 

Aquellos a los que ayudas, a los que cuidas y a los que das, quieren corresponder esa generosidad, ese amor y ese cuidado.
 
Para muchas personas muy generosas, recibir les cuesta.

Y no digamos ya pedir

¿Te pasa que si alguien te pide algo te desvives por dárselo? Un favor, algo material, tiempo... Lo que sea. 

Si está en tu mano lo das sin pensártelo y sin cuestionar para nada a quien te lo pide. 

Pues para saber dar hay que saber pedir. 

Para saber ayudar hay que dejarse ayudar también.

No es una energía que fluye sólo en un sentido. 

Porque genera un desequilibrio. 

Lo suyo es que si eres generoso también aceptes la generosidad.

Cuando te sientas mal porque alguien te ayuda y comparte lo que tiene contigo, te ofrece su cariño, su casa, sus cosas, su tiempo..., piensa en lo que harías tú. 

¿No harías lo mismo por las personas que quieres? ¿Y por desconocidos que quieres simplemente porque son congéneres? 

Si eres alguien generoso lo harías, claro que sí.

Pues piensa que hay más gente como tú. 

Piensa que esa persona con la que derrochaste generosidad está deseando corresponderte y que no vacilará en ayudarte si lo necesitas y te dejas.

Déjate. 

Deja que esa energía de amor por el prójimo fluya en ambas direcciones, no sólo de ti hacia los demás.

Tú te sientes bien ayudando y actuando con generosidad. 

Permite que otros se sientan bien haciéndolo contigo. 

Especialmente aquellas personas que más te quieren y que igual ya han disfrutado de tu generosidad, de tu apoyo y ayuda cuando te necesitaron.

Acepta que tú también necesitas de los demás y deja que esa balanza de generosidad y amor se equilibre.

Te vas a sentir muy bien y vas a agradecerlo enormemente. 

Saber que puedes contar con los demás es muy tranquilizador.

No te cierres al hecho de compartir. Es lo justo.

Jorge Arizcun
Agosto 2017





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sábado, 12 de agosto de 2017

En la Piscina



    Acompañamiento para Gestión del Cambio 






Estoy escribiendo en la piscina. 

Estoy solo y tranquilo en esta tarde de verano. 

El agua azul resulta relajante, así como el sonido de los chorros de agua depurada que se vierten sin cesar en la superficie, desde las tres bocas por las que salen.

Es un sonido continuo. Agua golpeando agua.

La superficie de la piscina está agitada.

La verdad es que se está estupendamente aquí y ahora.

Estoy sentado a la sombra y hace un rato me di un chapuzón, por lo que no tengo calor en absoluto, pese a ser hora de alta temperatura.

Me estoy concentrando en el sonido incesante del agua al caer sobre la superficie de la piscina. 

Es un sonido compuesto lleno de matices, pues se compone del sonido que hace el chorro principal y el que hacen los mini chorros secundarios que se separan de aquel, las gotas sueltas al caer, el agua que se levanta en forma de salpicaduras al impactar los chorros y las gotas, que a su vez vuelven a impactar. Y la espuma que se forma, que crea un sonido de fondo casi imperceptible, como un siseo o vibración.

El agua de una piscina tiende a la quietud, no hace ruido por si misma. 

Sólo al ser agitada o conducida por tuberías hacia la depuradora, impulsada por bombas y devuelta de nuevo a la piscina, produce ese incesante y complejo sonido, que parece uniforme pero que no lo es, rompiendo esa quietud natural del agua simplemente estando en la piscina.

Ahora imagino mi Ser como una masa de agua contenida en una piscina e imagino mi mente como esos chorros que de forma incesante vierten agua que al impactar sobre la superficie, rompen esa quietud y esa calma.

Esos chorros representarían en esta metáfora, los pensamientos, que de forma incesante y ruidosa interrumpen esa calma, removiendo el agua y agitándola.

La superficie del agua en movimiento y el agua circulando en ese circuito cerrado que es la piscina y su sistema de depuración.

Pero esto no es así todo el tiempo. 

Está claro que si no hubiese movimiento del agua de ningún tipo, ésta terminaría por estropearse al no ser limpiada.

Pero hay momentos en los que los chorros cesan. 

Y el silencio que se produce de repente hace casi más ruido que el que hacía ese agua al salir de las tuberías y caer sobre la superficie.

Hay un "botón de apagar", que en el caso de las piscinas es accionado electrónicamente por un sistema automático y programado. 

En un momento predeterminado, clic y off... 

El agua se detiene, el circuito se para, las bombas se apagan. 

No hay chorros y nada interrumpe la quietud.

Encontrar y poder accionar a voluntad ese "botón de apagar la mente", al que se refería Eckhart Tolle, es una tarea difícil de lograr.

Detener el flujo incesante de pensamientos que como chorros de agua impiden la quietud y el silencio, que rompen la calma del agua cuando está en ese estado natural, simplemente estando, siendo, sin movimiento, es una habilidad que deberíamos entrenar todos los días, hasta tener la destreza de poder dar al botón de apagar, con el que lograremos no tanto eliminar los pensamientos, que estarán ahí, sino acallar la mente de juicios y llevarla a un estado de contemplación y aceptación.

Yo imagino mi estado de Ser como un lugar en mi interior similar a un lago o una piscina. 

Lleno de agua azul en calma.

Pero para acceder ahí, a esa calma, debo primero apagar esos chorros de pensamientos y juicios que la alteran.

Es increíble como muy poco tiempo después de cesar los chorros, la superficie del agua se queda en completa calma, sin producir sonido alguno.

Mirar una superficie de agua así de quieta y plana, nos induce a un estado de igual calma a nosotros.

Imagina que puedes apagar ese flujo, esas bombas que succionan e impulsan el agua. 

Que puedes hacerlo a voluntad. 

E imagina ese estado del agua, al recuperar la calma y la quietud, sin ruido, sólo estando. 

Y cuando lo veas en tu mente, respira lenta y profundamente y quédate ahí en silencio, en paz. 

El agua es tu Ser y su estado natural es ese. Quietud y calma.

Los pensamientos son necesarios, e inevitables, pero no lo es seguirlos, hacerles caso o identificarnos con ellos. Además existe ese espacio entre pensamientos donde se encuentra la conexión con la calma, con la paz.

Estando ahora en la piscina, tranquilamente, yo sólo, escribiendo, al tomar conciencia de esos chorros, que si no pienso en ellos ni los oigo, me parecen bastante estruendosos y algo molestos.

Y espero a que cesen de un momento a otro.

El agua no son los chorros. Puedo ignorarlos, hasta ni siquiera escucharlos.

El Ser no es la mente ni los pensamientos.

El Ser es la totalidad del agua, cientos o miles de litros, en calma. 

En la parte profunda de la piscina, el impacto del los chorros apenas se escucha y el movimiento del agua apenas se percibe.

Sobre esto reflexiono en esta apacible tarde de verano, en una piscina.

Tengo algo de calor de nuevo, voy a remojarme y me quedaré un momento en el fondo a experimentar físicamente esa calma.

Igualmente haré cuando no haya piscina en el exterior, sólo la interior. 

Sin focalizar en pensamientos, ni en chorros incesantes saliendo de la pared de la piscina e impactando en la superficie.

Porque habré encontrado el botón de apagar..., o el camino a mi espacio interior profundo, dejando los chorros ahí arriba, imperceptibles.

Feliz tarde de verano.

Jorge Arizcun
Julio 2021





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jueves, 10 de agosto de 2017

Perdónate y Acéptate



    Acompañamiento para Gestión del Cambio 





Básandome en un post del blog "Los Cinco Minutos del Espíritu Santo"* quiero que reflexiones sobre el perdón y la aceptación a ti mismo o a ti misma.

Existen signos con los que puedes expresar ese perdón y esa aceptación.

Esos signos reflejan el amor y el respeto hacia tu persona.

Es muy habitual, especialmente en momentos difíciles en tu vida, que no te cuides como es debido y que te maltrates. 

Puedes descuidar tu aspecto.

Puedes insultarte.

Agredirte comiendo en exceso y de forma insana.

Puedes beber alcohol y fumar en exceso.

Puedes tomar drogas (ojo a las "legales" prescritas por los médicos y psiquiatras)

Puedes dormir demasiado y dejar de hacer cosas al caer en un estado de apatía y desinterés.

O bien no dormir ni descansar lo suficiente. 

Puedes descuidarte mucho, física y espiritualmente, entiendas como entiendas este último aspecto de tu ser.

Al dejar de ocuparte de ti, dejar también de alimentar el espíritu, el alma, dejar de leer, de adquirir conocimientos, de relacionarte con otros, de este o del otro mundo..., te desconectas.

La forma positiva de conducirte en esos momentos de zozobra, no conlleva hacer grandes cosas, ni gestas heróicas.


Puedes darte pequeños placeres, simples y cotidianos, que no te supongan un esfuerzo grande, ni te provoquen sentimientos de culpabilidad.

La cosas están para disfrutarlas, la vida está para disfrutarla.


Puedes probar a comer mejor, hacerlo lentamente, disfrutar más la comida.

Puedes regalarte un paseo agradable, con plena atención y sin pensar en lo que tienes pendiente de hacer.

Quizás quedar y disfrutar con tus amigos, a los que puede que tengas algo olvidados, y vivir su compañía como un regalo divino. 

Y agradecer por todo ello, que ha sido creado para ti, para que lo disfrutes.

Pueden ser muchas más cosas. Tomar conciencia de cuando te duchas, que puedes hacerlo, que disfrutas de la luz eléctrica, del agua corriente, de la tecnología, del ocio, del cuidado de la salud.

O también poniendo atención a tu entorno, cuidándolo, desde el lugar donde vives, tu habitación, la casa, el barrio, tu ciudad.

Agradeciendo tenerlo todo y poder disfrutarlo. Y también agradeciéndote todo eso que haces por ti, por los demás y por tu entorno.

No vale con perdonarte, orando en cualquiera de sus variantes y creencias, si después no caminas en la dirección de quererte a ti en tu día a día.

Ese Amor invisible y Universal, que en la religión católica es el Espíritu Santo y en otras la expresión de la divinidad como energía vital, te hace experimentar ese Amor hacia tu persona, en tu propio cuerpo.

Eres parte de esa energía, parte del Universo, parte de la Divinidad, de Dios, en cualquiera de sus manifestaciones, en cualquier cultura o confesión, incluso sin confesión religiosa alguna, eres parte del Todo Universal.

La energía que lo mueve todo es el Amor, entendido así, como ligante, como impulsor, como fuerza vital. Y para que fluya y te inunde, debes estar en esa sintonía, en sintonía con el Universo, con Dios. 

Es así. Agradece, perdónate, cuídate, acéptate y toma conciencia de que estás con vida y puedes disfrutar y apreciar todo lo que tienes, que no es poco.

Es una buena forma de conectar, de elevar tu energía, de abrir el canal con la parte espiritual, para que llegue bien la señal, la comunicación y la vibración universal.

En la religión católica el Espíritu Santo es amor invisible y quiere que experimentemos su amor en nosotros.

Pero necesita que la conexión esté abierta. 

Tanto si eres cristiano como si no, eres un ser divino y formas parte de algo muy vasto. 

No te aísles. 

Deja que el Amor te inunde y comienza amándote a ti en primer lugar. Perdónate, acéptate y cuídate.

Estarás cuidando esa parte del Todo y te conectarás con Él.


* Ref. Blog http://loscincominutosdelespiritusanto.blogspot.com.es/


Jorge Arizcun
Agosto 2017





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