Acompañamiento para Gestión del Cambio |
TÚNELES
Solo hay una forma de gestionar los cambios: Transitarlos.
Un cambio es pasar de una situación en la que se está a otra en la que se quiere estar.
Eso es gestionarlo.
No se trata de cambiar por cambiar, sino de hacerlo con un sentido, con un objetivo.
Estoy en un sitio y quiero cambiar a otro.
Transitar el cambio conlleva normalmente una emoción: el miedo.
Provocado por la incertidumbre.
Cuando quieres cruzar un sistema montañoso por carretera para pasar de un lado al otro, puedes plantearte dos caminos: Subirlas y bajarlas, en caso de que pueda hacerse por carretera, o hacerlo atravesando un túnel, en caso de haberlo.
Vamos ahora a quedarnos con esta opción.
Quieres ir al otro lado de la montaña. Partes de un lugar con luz y vas a otro también con luz distinta, de un paisaje a otro diferente, a veces incluso con un cambio de tiempo.
Puedes partir de un lado nuboso y gris y encontrarte al otro lado del túnel sol y calor, o al revés.
No lo sabes de antemano.
Tampoco sabes la longitud y lo tortuoso o recto que será el túnel.
Pero inexorablemente tienes que atravesar el túnel, recorriendo esa distancia por ese camino oscuro y estrecho que se cierra ante tu vista.
Su longitud dependerá de las montañas que atraviesa y la distancia a salvar.
Se te puede hacer eterno, monótono, pesado, angustioso.
Así son los túneles.
Conectan dos realidades y no hay un verdadero aliciente en su interior, a menos que seas un niño y disfrutes con los túneles.
Lo normal es que no haya mucho que ver dentro y sólo vale recorrerlos.
A veces puedes especular estando en el interior del túnel, con el tiempo que va a durar.
Y quieres ver la luz al otro lado, la salida, pero no llega.
Quieres correr más, se te hace desesperante. Avanzas pero todo es igual ante tus ojos.
En un túnel no hay realmente nada más que una carretera que circula por un agujero, sin nada interesante, sólo luces (si las hay) que se suceden a intervalos iguales.
Un túnel hay que pasarlo, nunca es un lugar para quedarse.
En los tránsitos de cambio vital, los túneles pueden ser muy largos y muy oscuros.
Esa oscuridad interminable y constante puede hacer que se instale un temor irracional al propio hecho de recorrer el túnel.
Puede surgir claustrofobia, aungustia, ansiedad...
Pero se trata de una conexión. Y se sale.
Más pronto o más tarde se sale.
Se vislumbra primero una tenue luz al frente, que va haciéndose más y más fuerte, acercándose a nuestra velocidad.
Es la salida.
No hay que precipitarse.
Un túnel requiere paciencia. Concentrarse en recorrerlo y hacerlo con conciencia.
Te está llevando de un lado a otro.
Bueno, es más correcto decir que te permite ir de un lado al otro.
Eres tú quien tienes que recorrerlo a velocidad constante, sin detenerte y con el convencimiento de que saldrás de él.
A mayor cambio, más distancia, más montañas a salvar. Más paciencia.
Y cuando al final ves la salida, que al principio no podías ver y después la vislumbrabas como una pequeña y lejana luz, que no parecía acercarse, te invade una sensación de "al fin" (alivio) y puede que también la impaciencia, querer correr más de lo que se puede o se debe.
No debes permitirlo.
Un túnel lleva su tiempo y hay que asumirlo.
Porque siempre tiene un final. Y en el otro lado hay luz y otra realidad para vivir.
Otros alicientes.
Y una vez recorrido, dejarás atrás ese túnel, necesario para pasar de un lado al otro, con sus angustias, sus impaciencias y sus miedos.
Es el camino del cambio.
Puedes probar a mirarlo y a vivirlo como lo haría un niño.
Se te hará más corto y puede que hasta interesante...
Jorge Arizcun
Mayo 2017
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Excelente Jorge.
ResponderEliminarEstoy pasando un tunel
Javier