lunes, 6 de febrero de 2017

Especular, Suponer y Comparar

Crecimiento Personal

ESPECULAR, SUPONER Y COMPARAR

Cuantas veces nos pillamos pensando en cómo será la vida de otras personas, de las que nada sabemos, especulando por apariencias externas y muchas veces comparándonos con ellas, presuponiendo que sus vidas son mejor o mucho mejor que las nuestras.

Sin ninguna base para hacerlo.

Cada vida es única y contiene sus cielos y sus infiernos. 

Todas y cada una. 

Y los cielos y los infiernos se condicionan a la escala de valores de cada cual.

Podemos estar desempleados y tener una bici como único vehículo y un día ver cómo otra persona, que nunca hemos visto, se baja a media mañana de un buen coche, elegantemente vestida (según lo que cada uno entienda por esto) suponiendo sólo por esas dos señales externas y materiales, que su vida es mejor que la nuestra...

Y esa persona, a su vez, puede observarnos montados en la bici y pensar qué suerte la nuestra, que podemos montar en bici a esas horas en las que él o ella tienen que trabajar. 

Quizás pensando también que nuestra vida pueda, en su imaginación, ser mejor que la suya. 

Y ninguna de las dos personas acierta.

Y ahondando más, podría generarse el sentimiento de envidia, que como el de los celos se basa en suposiciones de la mente.

Y es que la mente es una inventora de historias. 

Historias que nos provocan emociones y respuestas emocionales basadas en nada real.

Cuando pasamos por situaciones complicadas en nuestra vida, por problemas personales, laborales o financieros, hay en muchos casos una tendencia mental a la victimización, que nos coloca inconscientemente en una posición de inferioridad. Y desde esa posición, que es un filtro mental, vemos las cosas.

Claro, salimos malparados.

Uno no puede suponer porque sí, porque se siente mal, que los demás están mejor o mucho mejor. 

Porque estar bien o mal no son estados permanentes. 

Nada es permanente. 

Y todo el mundo tiene buenos y malos momentos, buenas y malas rachas.

Se puede estar muy bien económicamente y ser una persona desgraciada y al contrario, puede que no se tenga mucho, o se tenga casi nada y sentirse bien.

Es una cuestión de equilibrio y no tanto de observar a los demás, como de observarse a uno mismo. 

Porque todo es una proyección de lo que pensamos. 

Y de esa persona que nos parece con tan sólo verla un momento, que tiene una vida estupenda, por supuesto mucho mejor que la nuestra, no sabemos absolutamente nada más que lo que podemos comprobar: 

Que está viva porque se mueve, que sabe conducir, que se ha bajado de un coche y que va bien vestida. 

Subjetivamente puede gustarnos más o menos la persona, el coche o la ropa que lleva, pero no sabemos sí el coche es suyo, si la ropa es prestada y si esa persona está o no trabajando, porque igual le prestaron el coche y la ropa para ir a una entrevista de trabajo. 

Podría ser ¿no?

O que el coche sea de la empresa que está a punto de cerrar y esa persona va a ver a un abogado.

Vaya usted a saber. 

Y desde el punto de vista de la del coche, no puede saber si esa que monta en bici a media mañana es una persona con turno de tarde, o es ciclista.

Todo nos lo imaginamos. 

Si estamos pasando por una época difícil, los pensamientos siempre nos situarán en una situación de inferioridad... si les dejamos, claro.

Nada es lo que parece a primera vista. Nada. 

Y las apariencias externas nos dicen normalmente muy poco de las personas con las que nos cruzamos, porque no sabemos absolutamente nada de ellas.

Y voy aún más lejos. 

A veces, aunque las conozcamos, podríamos sorprendernos mucho de la realidad de cada persona. 

Matrimonios o parejas aparentemente perfectas de puertas para afuera y con una convivencia infernal o anodina. 

Ejecutivos de aparente éxito, con la salud dañada por el estrés y con su vida personal hecha un desastre. 

Empleados de los departamentos de limpieza, con los que podemos cruzarnos una mañana temprano de invierno, suponiendo que están pasando un montón de frío y que no les gusta su trabajo y que sin embargo llevan buena ropa laboral para el frío, les gusta su trabajo y el ambiente.

Y además su turno acaba a las 15h !! 

Y nosotros al atasco y la jornada partida y a lo mejor extendida...

No nos comparemos. 

Todo tiene su parte positiva y su parte negativa. 

Y esas partes no coinciden igual para las distintas personas, en su clasificación de positivas o negativas. 

Lo que para una persona está muy bien, para otra que se dedica a lo mismo no lo esta tanto, o lo percibe como negativo, según cómo sean la vida y las circunstancias de cada una.

Y todo puede cambiar de repente.

Lo mejor, según yo lo veo, es procurar tener siempre una percepción positiva de las cosas. En vez de clasificar como positivo o negativo, podemos hacerlo como más o menos positivo. Creo que es mejor.

Y debemos tener en cuenta que esa percepción de más o menos, es como el mercurio de un termómetro. Variable.

Cuanto más en positivo pensemos, la oscilación será menor.

Ya veis que todo está en la mente y que nada es absoluto, todo es relativo y depende de tantos factores que son cambiantes, que no merece la pena darle vueltas ni atender esos pensamientos, que lo que reflejan es un estado interno nuestro. 

Nada más, son percepciones que resultan de nuestras proyecciones. 

Y abandonarse a ellas puede ser muy nocivo.

Que la mente especule o suponga lo que quiera. Es algo que podemos observar y trabajar para controlar. 

Que tenemos mucha imaginación y nuestra mente mucha mala leche y malos aprendizajes.

Nadie es más ni menos, mejor ni peor. Nadie. 

Todos vivimos y viajamos por la montaña rusa de la vida, subiendo, bajando, lento, rápido, del derecho y del revés. 

Dónde nos encontremos cada cual, es cosa da cada cual.

Y recordad. Todo es cambio. 

Así que especular es tontería, es inventar por inventar. 

Neutralidad señores y señoras. No juzgar. 

Sólo observar y sobre todo observarnos, que todo es cosa nuestra. 

¡Y querernos más! (iba a decir ¡coño! pero no, que queda feo...)


Jorge Arizcun



                     

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