Hoy, en noviembre de 2016, en esta mañana lluviosa, a las 08:15h... No pasa nada.
Estoy sentado en el salón de esta casa que tengo la suerte de tener ahora para vivir.
No hace frío, hay comida en la nevera, mis hijos duermen, mi perra duerme, están bien. Yo estoy bien.
Oigo y miro la lluvia, la naturaleza funcionando ajena a los problemas....,
¿qué problemas?
Sólo existen en la mente del ser humano.
Me observo, noto mi energía vital, visualizo mis sistemas biológicos funcionando, sin más, perfectamente. No hay pensamiento ahí, sólo ser.
Inteligencia universal actuando.
Logro que mi mente me de un respiro mientras escribo esta reflexión. Un respiro de temor, una pausa al miedo. Miedo a lo que pueda pasar, o no..., o quizá. Siempre el miedo, esa emoción a veces necesaria, pero muchas otras dañina, paralizante.
¿A qué puedo temer ahora?, ¿a la lluvia?, ¿al frío?, ¿a mi mismo?
Por ahí voy bien... Miedo a mi mente, a mis pensamientos, que recrean futuros oscuros y terribles. Miedo a cosas que no son. A lo que podría ser, a lo que podría pasar, o no, o quizá.
Ahora mismo no siento miedo, estoy tranquilo esperando, escuchando la lluvia, sintiendo mi cuerpo, mi ser.
Todo esta bien aquí y ahora. Todo es en este momento presente.
Fuera de ahí no hay nada. Nada. Ni pasado ni futuro. El tiempo es una recreación de la mente. Nada más. Siempre es ahora.
¿Qué puede pasar? Puede pasar todo. Infinitas posibilidades, infinitos futuros.
¿Por qué ponerse en lo peor?, ¿qué es lo peor?, ¿hay algo mejor y algo peor?
Son conceptos humanos, de la mente. No existe algo mejor y algo peor, depende.
Hoy he decidido no parar. Vivir, decidir, hacer. Y no dejar que la mente racional me domine, no dejar que me asuste ni me paralice.
Pienso en quién soy, mejor aún, en qué soy. No una personalidad concreta, no un personaje, sino un ser. Un ser que forma parte de un todo, al que está conectado. Un ser con infinitas posibilidades, ilimitado, con todo el conocimiento y toda la capacidad.
Y después está ese yo exterior, el personaje que interactúa con el medio, el que siente y padece. Mucho más padece que goza.
Ese yo en minúsculas, limitado y pequeño, que se asusta y mira hacia atrás y hacia adelante, con miedo al ahora, a mirar hacia adentro, donde no puede existir.
Porque dentro está el YO con mayúsculas, el infinito, el eterno, directamente relacionado con la fuente, con la esencia. Que no teme, que tiene toda la capacidad y toda la sabiduría.
Fuera sigue lloviendo..., y no hay problema.
Jorge Arizcun
Noviembre 2016
Ni más ni menos.
ResponderEliminarSabiduria universal.
Gracias Javier. Esa es la sabiduría que tenemos en nuestro interior. En ese YO con mayúsculas, que es el ser. El que sabe.
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