Acompañamiento para Gestión del Cambio
Imagen: Ferrán Martín (@ferranmartin)
¿Qué nos hemos creído?
Somos la especie humana. Una especie más en todo el complejo sistema natural. Pertenecemos al reino animal, concretamente al orden de los primates. Primates evolucionados y con inteligencia superior.
Pero no lo parece. Nos creemos los dueños de la Tierra y actuamos con tremenda irresponsabilidad, lo que no se corresponde para nada con esa inteligencia superior.
La Madre Naturaleza, que, como madre que es, merece nuestro respeto y cuidado, lejos de recibirlo, recibe constantemente lo contrario. Ese respeto al que deberíamos vernos obligados, nos lo pasamos por el forro con nuestra inteligencia superior.
Somos una especie en una adolescencia crónica, que no madura y que atenta sin tregua contra las mínimas reglas de convivencia con nuestras hermanas, las demás especies de los reinos animal y vegetal. Una especie caprichosa y egoísta que con rebeldía falta al respeto a su madre y al resto de la familia. Tampoco respeta su propio hogar, degradando los ecosistemas, la tierra, los ríos, los mares, el aire que todos, humanos y no humanos, respiramos.
La Madre Naturaleza es paciente, pero llegado a un punto de actuación tan dañina en nuestro endémico egoísmo de especie adolescente, irreverente, maleducada, egoísta e insolidaria, reacciona, y esta vez lo hace sutilmente con un microscópico virus, que de forma selectiva sólo ataca a los seres humanos de forma agresiva y exponencial. La enfermedad que transmite no es mortal en exceso, en lo biológico, en una primera fase, pero tiene la capacidad de poner en serios aprietos a nuestro sistema social, desbordando la capacidad de atención a los infectados y colapsando la sociedad, pudiendo ser mucho más letal en ese escenario.
La Madre Naturaleza es la que manda. Y con esta sutilidad pone en tela de juicio lo humano en favor del conjunto de especies y ecosistemas.
No te quepa la menor duda de que con especie humana o sin ella, la Madre Naturaleza continuará su curso y equilibrará el sistema.
Esta pandemia debería servirnos para reflexionar colectivamente y tomar conciencia del lugar que ocupamos en el hogar común, de nuestra responsabilidad y de nuestras obligaciones, que no se ven reflejadas por nuestro comportamiento irresponsable y rebelde.
Hemos tomado posesión de ese hogar común y no hemos tenido consideración con el resto de la familia natural, ni con la propia casa. No tenemos otra y eso se nos olvida.
Pensamos que esto que ocurre ahora es lo más importante. A escala de la Tierra como planeta dentro de un sistema planetario, la importancia de esta pandemia es insignificante. No digamos a una escala cósmica, que se nos escapa totalmente y de la que no somos ni conscientes.
A nuestra escala sí lo es. Pero más que lo que ocurre, lo importante es por qué está ocurriendo y sobre todo para qué.
No para que nos dediquemos a tratar de justificarnos, a pelearnos, a difamarnos, a desunirnos. No para que enfoquemos en la política, en la economía, en las diferencias. No, para eso no.
Eso es indicativo de que no entendemos nada con nuestra mente colectiva adolescente. Se trata de madurar y eso es lo que nuestra madre común trata de enseñarnos. Para eso es esto que ocurre.
Si no detenemos el absurdo comportamiento de bandos, de intereses, de desigualdades, si no levantamos la mirada todos a una para ver más allá de nuestra humana nariz y tomar conciencia de nuestro comportamiento como especie, este aviso no valdrá para nada y vendrán más y peores, sin duda alguna.
Nuestra Madre no es humana, no está enfadada. Tan solo busca reequilibrar el sistema que la especie humana se empeña en desequilibrar.
Y si tuviera mente humana, que afortunadamente no, pensaría que no somos capaces de entender nada, persistiendo en nuestros comportamientos dañinos e incluso fomentándolos. No entendería que convivieran la solidaridad y la insolidaridad, reflejadas en aplausos y caceroladas. No comprendería nuestras reacciones ante una amenaza común, cada cual preocupado por lo suyo, cada individuo, cada colectivo, cada sociedad, incapaces de unirnos y actuar como especie con instinto de supervivencia.
Pero la Madre Naturaleza no tiene obviamente pensamiento ni razonamiento humano, limitado e inmaduro. Está por encima de nuestra pequeñez y si tuviera pensamientos humanos pensaría que no tenemos remedio y quizás que nuestra permanencia en casa así no puede continuar.
Nuestro futuro depende de muchos factores. De corregir, si tal cosa es posible, nuestros comportamientos destructivos, de unirnos como especie, de madurar. Y aunque pudiésemos corregirnos colectivamente, no tenemos ningún control y esto que está ocurriendo puede ser poco para lo que puede ocurrir y que en nuestra inmadura mente colectiva ni nos planteamos. Lo que está claro es que si como especie logramos ser más responsables, contribuiremos al equilibrio que nuestra madre quiere.
Como muchos dicen, tenemos lo que merecemos y poco es para el constante daño que hacemos con nuestra ignorante inmadurez adolescente.
Este seguro que invisible intento de concienciación por mi parte, evidentemente es un brindis al Sol. A la vista está: Aplausos y caceroladas. Es lo que hay tristemente. Y el poder aplastante de la Naturaleza puede acabar acallando ambos.
Jorge Arizcun
COACHING ACTIVO
Marzo 2020
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