Acompañamiento para Gestión del Cambio
Tras la tormenta, la calma...
...y los daños a reparar.
...y los daños a reparar.
Desde la calma chicha y el intenso calor castellano, hoy me estoy acordando de los recientes días de intensa y violenta tormenta.
Pienso en tantas veces en que las cosas que pasan no están bajo nuestro control.
El cielo se va encapotando y oscureciendo y nosotros, seres pequeños y frágiles en comparación, sólo podemos contemplarlo.
No podemos saber previamente cómo será la tormenta, ni la cantidad de agua que precipitará, ni el aparato eléctrico que traerá.
No podemos prever su violencia ni los daños y consecuencias que ocasionará.
Puede que ni siquiera nos demos apenas cuenta y nos pille desprevenidos, caminando, en el coche, en la bici o en la moto... Y nos caiga la mundial.
Es imposible saber si por la fuerza del agua y las filtraciones el suelo se hundirá o no.
Puede incluso que antes de la tormenta hayamos caminado por esa calle que después se hundió, sin ser conscientes de lo frágil que era ese suelo, esa acera o calzada aparentemente tan sólidos, posiblemente ya socavados por filtraciones.
La tormenta, como muchos otros fenómenos naturales es una prueba patente de la falta de control sobre lo que ocurre.
Sí lo tenemos sobre lo que hacemos y sobre el grado de conciencia con el que vivimos.
Claro que la tormenta puede pillarnos desprevenidos. Pero quizás con un grado de conciencia mayor podríamos evitar o paliar algo sus efectos.
Desde luego no podemos evitar que se forme ni que se desate. Ni prever las consecuencias, que pueden ser muchas y más o menos graves.
Es verdad que tras su paso vuelve siempre a salir el sol, que a veces ilumina un panorama poco acogedor.
Tras la tromba de agua y el viento, granizo, rayos, o lo que la haya acompañado, sale el sol sobre los daños y es momento de ponerse manos a la obra para repararlos, si pueden repararse, para limpiar, tirar, colocar, reconstruir...
No hay otra que respirar hondo y seguir adelante, sin juzgar ni lamentarse.
Tras la tormenta la calma, sí, la atmosférica. Igual no tanto la nuestra, a la vista de esos destrozos más o menos graves.
Esa calma es la que podemos trabajar. Desde la conciencia de saber que no podíamos prever los daños que ahora tenemos delante.
Que la tormenta no es algo bueno ni malo.
Y pasa. Siempre pasa. Dejando huella de su paso.
En la vida, las tormentas se suceden. Y hay alguna muy fuerte que provoca destrozos considerables, que nos tambalea y que cuando pasa deja un panorama desolador.
Desde ahí hay que trabajar.
Todas las veces.
Después de todas las tormentas.
Conscientes de que tenemos que arreglar y reforzar. Para que la siguiente, que vendrá, no sea tan destructiva.
Y también debemos aprender a observar, estar atentos a las señales que indican la proximidad de la tormenta.
Aprender y observar. Aprender de tormentas pasadas y observar en presente para prevenir las futuras.
Daños habrá. Muy probablemente. Y cuánto más grande y violenta la tormenta más daños. No es que escampe y ya está. No.
Toca trabajar. A veces mucho. Y no vale lamentarse.
Las tormentas forman parte de la vida. No son malas. Nos sirven. Aunque no las queramos. Aunque nos den miedo. Aunque destruyan.
En ocasiones como hoy con esta ola de calor, hasta puede que las echemos de menos...
Jorge Arizcun
Julio 2017
Sígueme en facebook: https://www.facebook.com/totconsultingsolutions/?ref=bookmarks
Sígueme en twitter: @jarizcun
Sígueme en Linkedin: https://www.linkedin.com/in/jorge-arizcun-ceñal/
No hay comentarios:
Publicar un comentario